Capítulo 2

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Permanecieron en silencio hasta que llegaron a un alto edificio en pleno centro de Berlín. Saki condujo el coche hasta el parking privado del que costaba. Bajaron una planta y entonces el coche se detuvo. Saki salió el primero y corrió a abrir la puerta.

—David os acompañará hasta arriba, si necesitáis algo llámame—dijo Saki a modo de despedida.

Bill asintió con la cabeza y salió del coche seguido del chico. Se dirigieron a los ascensores y entraron en uno de ellos. Entonces David sacó una llave que introdujo en una cerradura que había arriba del todo del panel de mando y el ascensor se puso en marcha.

—Nos llevará directamente a mi casa—explicó Bill al chico—Vivo en un ático en la última planta, lo compré el año pasado y casi me gasté todos mis ahorros en el, pero tras aquel susto...

— ¿Qué susto?—preguntó el chico muy interesado.

—Un grupo de fans locas la tomaron con mi familia—explicó Bill recordándolo con dolor—Insultaron a mi madre y nos persiguieron a mí y al grupo, hasta que un día me acosaron en una gasolinera estando con Andreas y perdió los estribos. Golpeó a una de ellas, y dos días después alguien entraba en mi antiguo piso y me lo destrozaron.

—Desde entonces Saki no se separa de Bill—siguió David con la explicación—Le conseguí este ático en el mejor edifico que pude hallar con las mejores medidas de seguridad. Nadie puede entrar ni salir sin ser visto por las cámaras que vigilan cada rincón del edificio.

—Caray—murmuró el chico.

—Por eso debes saber que no me gusta que Bill te haya invitado a venir, siendo un completo desconocido—dijo David sin cortarse un pelo.

— ¡David! —le riño Bill.

—No, si tiene razón—dijo el chico suspirando—No sabes nada de mí, puedo ser un chico normal y corriente o un cabronazo.

—Y yo te repito que en tus ojos he visto que eres bueno y nunca me harías daño—repitió Bill con calma—Y ahora hemos llegado, gracias por acompañarnos David.

—La policía está enterada de donde está él—explicó David señalando al chico con la cabeza—Tienen también mi teléfono, si averiguan algo me llamarán y yo os lo comunicaré.

—De acuerdo—asintió Bill.

Las puertas del ascensor se abrieron y Bill salió el primero seguido del chico, que dio solo dos pasos. Se quedó en mitad de la estancia observando lo que le rodeaba. No podía saber si el propio Bill había decorado el ático o había contratado a alguien, era una de esas casas que salen en las revistas como la mejor decorada del mundo. Todo estaba colocado en un perfecto orden y saltaba a la vista que los muebles eran realmente caros.

Nada más salir del ascensor se hallaban en una especie de recibidor cuya puerta acristalada comunicaba con un largo pasillo. En el medio del recibidor había una gran mesa redonda y sobre ella un jarrón de rosas blancas.

— ¿Vienes?—preguntó Bill al ver que no se movía.

El chico asintió y siguió sus pasos. Recorrieron el pasillo y fueron a dar a un amplio salón que contaba con un mini bar en una de sus esquinas, justo la que daba a una gran terraza.

—Adoro las vistas—dijo Bill suspirando—Sobre todo de noche, me encanta salir después de cenar y observar las minúsculas luces de los coches.

El chico sonrió y siguió admirando el lugar donde estaba. En otra de las esquinas había una vitrina y en ella todos y cada uno de los premios ganados por Bill y su grupo. Se acercó a observarlos, fijándose también en las varias fotos que había también enmarcadas.

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