''Espinoso''

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–¡Arin! ¡Arin!

Un azabache corría y daba algunos saltitos con tanta emocion que su cuerpo apenas y podia contenerla. Arin alzó la cabeza buscando al origen de su llamado encontrándose con un animado chico pato que le provocó una risita. La energía de Quackity era muy contagiosa.

–¡Arin! ¡Arin! ¡Arin! –seguía gritando como si no lo tuviera justo al frente con toda su atención. Arin lo tomó de los brazos asintiendo para que soltara lo que tuviera para decir.

Si Quackity tuviera sus alas, seguramente estas aletearian descontroladas...

–¡¿Recuerdas que hace unos días me mostraste una planta de uno de tus libros que te gustó mucho!? –Quackity habló tan rápido que casi se sorprendió que Arin lo entendiera a la perfeccion.

''Si te refieres a las plantas con aguijones, si, lo recuerdo... se llamaban cactus''

–¡Exacto! –respondió con un gritito –¿Qué te parece si agregamos unos cuantos al jardín?

Arin inclinó su cabeza confuso y sorprendido por la propuesta.

''Dijiste que podían ser peligrosos para abejas y para mi y que por eso no podíamo-''

–Si, si, si, sé lo que dije –interrumpió al castaño –pero escúchame, estuve investigando y si en vez de sembrarlos directamente en la tierra, como tus amapolas, utilizamos macetas, entonces se vuelven inofensivos. –Explicó –Piensalo, se miraría bonito, y a tus abejas les agradaría la flor del cactus –Quackity notó un brillo de emoción en los ojos cianes del chico que le hizo sonreír.

Arin había quedado encantado con los cactus y toda la información que encontró de ellos. Estuvo toda la semana hablando de las plantas que había visto en la portada de un libro de naturaleza. Recordaba haber visto algunos cerca de la casa de Luzu y le habían parecido bonitos pero no tuvo oportunidad de acercarse mucho, cosa que ahora agradecía ya que Quackity le menciono que podría haberse herido. Quackity le dijo el nombre de la planta espinosa y le ofreció un libro con información de ellos.

Lastimosamente, llegaron a la conclusión de que no era buena idea crear una granja de cactus por la seguridad de Arin –de ambos en realidad, los dos eran un tanto descuidados– pero Quackity estaba decidido a encontrar una forma en que su amigo tuviera su planta favorita en su casa.

Y lo logró. Su sonrisa se amplió al ver a Arin alegre y asintiendo efusivamente estando de acuerdo.

Le hacía feliz que Arin fuera feliz.



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–No puedo creer que hayamos recorrido todos estos bloques y no hayamos encontrado ni un pinche cactus –no habían perdido tiempo en empacar en sus mochilas algunos recursos que podrían serles útiles y salir directo al desierto a empezar su búsqueda.

Es solo que llevaban dos horas caminando y aun no habían encontrado nada.

–Se supone que esas madres crecen naturalmente en este bioma. ¿Justo hoy decidieron dejar de crecer? o los dioses enserio me odian –los lloriqueos de Quackity divertían a Arin. Este totalmente contrario a las quejas de su amigo en realidad estaba disfrutando la caminata. Si, era un poco frustrante no hallar lo que querían, pero la vista era preciosa. Arin no dejaba de maravillarse con cada aspecto nuevo de la habitación grande. El sol brillante provocaba un calor inmenso pero hasta eso le parecía admirable, aunque era un poco extraño que de su frente cayeran unas gotitas de agua salada, similares a las lágrimas.

(Re)Learning to be human Donde viven las historias. Descúbrelo ahora