Siete

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Ginny Weasley tiene el cabello bailando contra el viento, el rojo furioso se baila agresivamente contra la brisa marina de Berwickshire.

Esta de pie en las barreras. Esperando a que él venga.

—Hola—lo saluda, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—Ginerva Weasley—dice Adrian Pucey—No pensé que tú patronus fuera en serio.

—El asunto es corto.

—Te escucho entonces. Te invitaría a pasar, pero no puedo revelar mi ubicación. Mi cabeza ya tiene precio.

—No tengo planeado entregarte. Es...Draco.

—Ah...

Ginny se acurruca en su abrigo y entrecierra los ojos para mirarlo. —Su cadáver no puede seguir en la morgue judicial, quieren llevarlo a una fosa común. Se que han pasado un par de días desde el término del infierno, pero esta bien conservado.

—¿Que quieres?

—Diana y Draco le hablaron sobre ti a mamá. Eres lo más cerca que tenían de un hermano en sus años juntos. Y supongo que te corresponde a ti decidir que hacer.

—Mi nombre no puede estar en los papeles.

—Daré la orden yo. Solo dime que crees que es lo mejor.

—¿Está todo su cuerpo? ¿Completo?

—De pies a cabeza. No le falta si quiera una uña. Tiene un hechizo para conservar los órganos. Puede decirse que está fresco. Como si tan solo estuviese durmiendo.

—¿Que hay de Diana?

Ginny miró hacia abajo. Le ardía el corazón al pensar en su linda Diana, quien fue su apoyo en tantos momentos. Incluso más que Hermione. —No la hemos encontrado aún.

—Oh...—dice Adrian, hay dolor amargo en su voz —Tráeme a Draco, déjame darle el ritual que le hacen a cada Malfoy al morir, luego puedes llevártelo al cementerio general de los Malfoy. En las ruinas de la mansión Malfoy, en donde descansa Narcissa.

—Está bien—le responde. —Está en una camilla de acero, ¿Debo escoger su ataúd?

—Que Derek lo haga.

—No.—dice inmediatamente. —Hay que mantenerlo lejos de este asunto. Es un bebé.

—La sangre tira. Tarde o temprano se va a enterar. Sus mejillas rojas y sus ojos expresivos van a desaparecer en cualquier momento y sus rasgos Malfoy serán más que notorios.

—Es un bebé. No puedes pedirme que escoja el ataúd de su padre.

—Que gatee hasta el que más le llame la atención. Es tradición que un Malfoy escoja donde descansará la sangre de otro.

Ginny se cruza de brazos y mira hacia el mar. Dándole la espalda a Adrián. —Te traeré el cadaver en una hora. No te aseguro que Derek escoja el ataúd. A estas horas duerme su siesta.

—¿Él está bien?

—No duerme mucho. No me conoce.

—Sácalo a ver Estrellas. Es lo que Draco hacía.

Ginny asintió y sé marcho.

Regreso exactamente una hora después. Con un rectángulo de madera levitando a su espalda.

Unos minutos después, Draco Malfoy estaba en su habitación, en donde había besado cada centímetro del cuerpo de Diana, en donde había dormido profundamente después de mucho tiempo, en donde se abrazó a su familia y soñó con un final feliz.

Y Middy lo observa desde la esquina de la habitación.

Middy, quien lo vio crecer.

Lo vio caerse de los árboles de la mansión, le limpió las manos llenas de chocolate luego de comer, lo persiguió por la mansión, le limpió cada mancha de sus ropas finas y siguió silenciosamente a Narcissa Malfoy cuando lo sacaba a pasear por el jardín de rosas.

Middy, quien fue la primera en oírlo hablar de Diana antes de que Voldemort se enterase de su existencia.

"Conocí a una chica" le había dicho. Y ni siquiera había cruzado palabras con ella, pero sentía que había hasta bailado mil pies de vals a su lado.

Middy, quien lo desviste lentamente hasta que no tiene nada encima, parece un ángel durmiendo, su cuerpo está delicadamente acomodado, Middy; quien lo cubre con una sábana distraídamente a la altura de la cintura para limpiar los rastros de sangre y tierra de su rostro.

Draco Malfoy parece un ángel, apenas hay sangre en su cuerpo.

No como Diana.

Él tiene un par de cortes y rasguños.

Diana terminó mutilada.

Las demás elfas de la mansión Malfoy-Fennell hacen lo mismo, lamentándose y sollozando. Traza sus rasgos finos y perfectos con suavidad y dolor.

Lo limpia con agua tibia y sana las heridas abiertas que habían comenzado a pudrirse e infectarse con Dittany, así como Diana Elizabeth Fennell hacía con él.

Middy le desordena el cabello. Esperando a que abra sus ojos para regañarla por hacerlo. Pero no hay nada.

A si que solloza y vuelve a peinarlo.

Cantan canciones de cuna. Se lamentan la pérdida de su maestro y piden a la magia de los magos y brujas que la señorita Diana se encuentre bien y pronto puedan hacerle lo mismo a ella.

Pero nunca podrían.

Middy lo viste con las ropas que Draco le había dicho en secreto que serían para su boda con Diana. La camisa más hermosa, el traje más Perfecto, los zapatos más limpios y la corbata más linda.

—Joven Malfoy—dice Middy, temblorosa. —Middy se enteró de que la señorita Diana está perdida, debe despertar para encontrarla. Usted siempre va por ella.

Pero sigue sin haber nada.

Observa el anillo de ónix en su mano y desliza un anillo de oro blanco y plata en su dedo. El anillo que iba a compartir con Diana una vez se casaran.

Middy guarda el que le pertenecería a Diana, porque su corazón le dice que jamás podrá ponérselo.

Encienden velas, dejan que el humo se mezcle con su aroma natural a menta y elegancia y solo esperan.

Draco Malfoy realmente está muerto. Esta sobre su cama. Solo sin su amada.

El ataúd es elegante y hermoso, tiene oro y diamantes, en la madera están tallados los narcisos de su madre y en la altura de su corazón hay un lirio tallado con oro blanco y zafiros.

Ginny lo viene a recoger y Draco Malfoy abandona la casa que había diseñado para vivir su eternidad con Diana, para siempre.

Al menos, Draco Malfoy se fue dignamente. Limpio. Fresco.

Y Middy lo observa irse.

Y a la vez,

Diana Fennell se ha perdido entre escombros.

Y la encontrarían demasiado tarde.

Antología, Éternel- Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora