6. Al suicidio

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Creo que es más que evidente que todas estas son cartas que a gritos piden ayuda. Nadie escribe una carta y la publica con la esperanza de que nadie la vea y todo siga igual. Quiero que todo el mundo lea mis cartas, pero no porque espere que hagan algo, sino porque al menos quiero que me entiendan y que ese entendimiento lleve a algo más.

Nunca escribí mi carta de suicidio. No lo he hecho, y esta no lo es. Pero que eso no haya pasado no quiere decir que no exista, y no quiere decir que no piense en ello.

Ocurrió hace unos años. Estaba teniendo la repuntada depresiva que ocurre cada año cuando nos acercamos a estas fechas. No recuerdo la razón ni siquiera, a veces no es necesario tener una razón para sentirte de la mierda. Ocurre. Y como ocurre suele ser más fácil pensar en matarte que en resolverlo.

Lo único que hice fue observar el cuchillo por un largo rato. Y lo acerque a mis muñecas e intenté cortar, pero luego no fuí capaz. Y lloré. Porque me sentía culpable de estar haciendo lo que hacía.

Pero más que culpable me sentía asustada porque no sabía que estaba pasando. Y tampoco sabía que hacer. Solo quería desesperadamente que alguien me diera un abrazo.

Intenté calmarme pero no pude, y en el almuerzo volví a colapsar. Mi madre no sabía que pasaba, pero estábamos en un momento de guerra fría, así que supongo que todo ataque de pánico puede pasar como un berrinche adolescente dependiendo del día.

Me estaba ahogando con mis propias lágrimas por mi miedo. Y nunca pude decirle lo que había intentado hacer. Estaba intentando pedir perdón, pero eso jamás salió de mi boca. No me tomo personal lo que ella dijo después. Estabamos en guerra fría después de todo, uno es un mal hijo, uno no comprende los sacrificios de los padres, uno no hace caso, uno no es solidario.

Ella me dijo 'Si no me dices ahora, no voy a querer escucharte después. Ni siquiera lo voy a intentar'. Y no supe que hacer.

Porque entonces ya no sabía a quién pedirle perdón.

Le conté a mi tía, le conté a mi papá. Y aunque parecían realmente preocupados, creo que nunca entendieron realmente la gravedad de todo eso. Porque incluso al día de hoy da la sensación de que el recuerdo pareciera un chiste.

Pero si mi mamá lo supiera, estoy segura que no podría dejar de pensar en ello y de culparse. Porque ella sí lo tendría presente cada día de su vida.

Creo que lo tiene. Lo sabe. Pero todos preferimos ignorarlo creyendo que no ha pasado nada.

La siguiente vez que intenté hablar de este tema también fue en una carta. Pero ese fue el problema, que esa carta también fue escrita en una guerra fría.

No tenía la misma intención que estas cartas. En estas cartas dentro de lo que cabe, busco estar bien, busco mejorar y entender lo que ocurre para sanar.

En esa carta que escribí solo buscaba desahogarme y echarle la culpa a alguien más.

Y lo hice con resentimiento y con odio y con dolor. Y traté de explicar cómo me sentía a punta de rayos y puñales.

No salió bien. Porque no puedes esperar paz y comprensión de la violencia y el odio.

En esa carta mi mamá dijo 'Todos sufrimos de depresión, todos hemos querido matarnos, yo he sido muchísimo más miserable que ella y no estoy aquí chillando'.

Pero ella sí estaba chillando.

Recuerdo que en esa carta le pedí explícitamente a mi papá que me llevara a algún otro lugar en el que pudiera sentirme segura. Él se negó.

Me obligó a estar en el lugar en el que estaba aterrada. No porque tuviera mala intención. Sino porque como ocurrió antes, también malentendió mi pedido de ayuda como otra disputa más típica entre padres e hijos.

Epístola a mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora