ch. 06

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NO ERA DEMASIADO lo que recordaba

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NO ERA DEMASIADO lo que recordaba. El aroma de la sangre seguía aturdiéndola escasamente como para plantearse de nuevo en el escenario. No obstante, tenía una molesta espina en su cabeza que le decía que no se estaba preocupando por lo que era realmente importante.

En su cabeza sólo cabía las palabras, olor, color y sabor de la sangre escurriendo por el cuerpo de aquel chico con gafas. Despertaba en las noches con aquel recuerdo, con la molestia de tener sed y hambre. Sócrates iba en su auxilio, cazándole ratas y aves, incluso lagartijas que masticaba en las noches observando el color lechoso de la luna. Su primera semana en Nunca Más le había hecho sentir más emociones de lo que esperaba sentir exiliada en su habitación.

Era contradecirse.

Debía enfrentarlo.

El cosquilleo de su mandíbula no se detenía.

Cuando se lo contó a sus padres, recibió aplausos de su madre. Lucía más complaciente que su padre, mudo en un rincón, sin prestarle atención e inmerso en su escritorio. El espejo que servía como llamada no era muy disimulado para ocultar aquel aspecto.

Por los detalles del cuarto y la oscuridad con la que se sumergían, Eurydice reconoció la oficina de su padre. Por lo que encontró sentido que no estuviera concentrado en ella, más sorprendente de soportar a su esposa aplaudiendo y chillando de emoción en un rincón concentrado en la literatura de su trabajo.

Delora Pym quitó el cabello de su rostro y le pidió a Eurydice que contara de nuevo la experiencia y sensación.

—¡Lo sabía, Dicey! —exclamó abriendo los brazos—. ¡Los infortunios pueden ser la ventana de tu deleite!

Luego de eso, expresó mediante su libreta que Nunca Más no era lo que esperaba, que prefería quedarse más tiempo para completar la opinión que tenía de ella.

A la mañana siguiente, despertó no precisamente con una lagartija como desayuno, ni siquiera un ave desplumada. Sócrates maulló en dirección de la puerta, a la defensiva. En cuanto Eurydice se levantó de la cama, intuyó que nada bueno había del otro lado de la puerta.

No reflejó gusto al ver a la directora Weems, mucho menos al sheriff Galpin.

—Eurydice —Weems sonrió con todos los dientes. El labial rojizo del día acentuaba la curvatura de los labios que la asemejaba a un gato—. El sherrif está aquí para oír tu versión de los hechos.

La sensación de cosquilleo de nuevo la invadió.

—Si es que puede hablar —dijo el hombre no muy disimulado.

—Sheriff.

Weems mandó una mirada de advertencia al hombre.

Era obvio que el sheriff tampoco le hacía gracia encontrarse con Eurydice, que no despejaba la intensa mirada de ella, como si estuviera preparado para cuya huida en dirección a las ventanas. ¿La veía como una clase de delincuente? Seguramente tenía la imagen de su padre en la mente al verla. ¿De dónde venía el rencor y prejuicios?

𝐄𝐔𝐑𝐘𝐃𝐈𝐂𝐄 ──── wednesdayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora