Capítulo 1

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Desde la ventana del coche veía pasar todo. Los árboles, los edificios, las calles llenas de personas absortas en sus vidas...Todo absolutamente nuevo para mí. Nuevo continente, nueva ciudad, nuevo instituto, nuevos amigos...

Es decir, una nueva vida me esperaba en esta estúpida ciudad de mierda.

Es odioso ver que todo lo que tenías, desaparece al irte a otro lugar. Cuando mis padres me contaron la noticia no me lo tomé nada bien. ¡Como para hacerlo! Si me iban a quitar todo sólo por un maldito puesto de trabajo.

Hace cuatro meses mi padre había recibido un puesto como subdirector de un banco en una pequeña ciudad de Estados Unidos. Hay más de 4400 kilómetros de Londres hasta aquí. Mi madre encontró trabajo en un hospital de la zona como doctora. Y claro está que los dos ganan más aquí. Así que vendieron la casa y compraron otra para iniciar la mudanza.

Al menos, esperaron a que mi hermano y yo termináramos el curso para irnos. No me imagino entrar en medio del curso como la chica nueva que no tiene amigos ni a nadie con quien quedar para salir.

Lo bueno de todo esto, es que solo me queda este año para poder irme a la universidad en Londres. Allí podré estar con mis amigos y no tendré que vivir en esta ciudad que con solo mirarla me entran ganas de salir corriendo a por un avión con destino a Londres.

-¡Por fin llegamos! Se me estaban quedando las piernas dormidas por tantas horas en el coche.- Exclamó mi madre quitándose el cinturón.

No me había dado cuenta de que estábamos parados delante de una casa de dos plantas. Bastante grande en comparación con la antigua.

-Claire, despierta a tu hermano que sigue durmiendo.- Me dijo mi padre mientras quitaba la llave del coche y abría la puerta para salir.

Solté un gruñido mientras me giraba sobre el asiento para encarar a mi hermano pequeño.

-Simon, despierta que hemos llegado.- Zarandeé a mi hermano (que por cierto estaba babeando) para que se despertara de su pequeña siesta de cuatro horas. Parece que me escuchó ya que empieza a abrir los ojos y me mira con cara de no saber donde está.

-¿Ya hemos llegado?- Pregunta frotándose los ojos con los puños.

-Si te refieres a la estúpida casa donde vamos a vivir durante mucho tiempo, si, hemos llegado.- Respondo a su pregunta rodando los ojos mientras me quito el cinturón y abro la puerta.

-Tampoco es para tanto. Mamá me ha enseñado la ciudad por fotos y a mí me gusta mucho.- Por mi parte, ruedo los ojos y me adelanto para ponerme al lado de mi madre que mira con una gran sonrisa la casa.

La verdad, es que es una casa muy bonita. Se ve que la hicieron hace poco tiempo por su estructura. Tiene una entrada de madera con una mecedora justo debajo de una gran ventana. Según mis padres, el patio trasero es enorme. Pero eso habrá que verlo.

-Creo que la cerradura está un poco dura- Comentó mi padre mientras hace fuerza para que la llave gire sobre la cerradura. Pero se ve que esta no tiene intención de hacerlo.

-Prueba a girarla para el otro lado Richard.- Dice mi madre mientras se adelanta para ayudarlo.

Encima la casa nos viene rota, empezamos bien.

Me giro sobre mis talones para mirar hacia nuestro nuevo vecindario. Una fila de casas iguales que la nuestra se encuentra por toda la calle.

La única que no es como las demás, es la de en frente. Es mucho más grande y moderna que las demás. Parece que en vez de una casa, es una mansión.

La entrada es un jardín bastante más grande que el nuestro con una enorme puerta principal de madera y cristal en medio de ella. Las ventanas no son todas iguales. Algunas más grandes, otras más pequeñas pero que hace que se vea todo asimétrico.

De repente, me fijo muy bien en la ventana más próxima al lado de la derecha. Había una persona. No se le ve muy bien pero parece ser la figura de un hombre.

Genial, ya tenemos al vecino cotilla. Solo nos falta el que se le sube mucho el espíritu navideño y la que está todo el rato poniendo música a todo volumen.

-¡Ya esta!- Salta mi padre con una gran sonrisa en la cara.

-Vamos, entremos que quiero dejar ya todo terminado.- Comentó mi madre mientras entraba por la puerta hacia el pasillo.

-¡El primero que llegue a la habitación más grande se la queda!- Chilló mi hermano mientras corría hacia adentro camino de las escaleras. Pobre inocente que no sabe que los muebles ya están puestos, y por supuesto, mi cuarto es más grande que el suyo.

-Vamos chica, ni que te fueras a morir por entrar- Dijo mi padre mientras se reía seguro de mi cara de asco hacia la casa.

-No tranquilo, si ya me ha dado el infarto, muerto, resucitado y vuelto a la vida desde que salimos de casa. Ahora solo me queda volver a repetirlo.- Respondí rodando los ojos mientras entraba a la casa.

¿Estoy siendo un poco mala con él? Pues sí. ¿Se lo toma a broma? Pues también. Y me lo confirma la carcajada que se le escapó justo después de pasar por la puerta.

Subo las escaleras de madera en busca de mi habitación. Esta casa es más grande de lo que me pensaba.

En la planta de arriba hay un pasillo larguísimo con seis puertas que conducen a las cuatro habitaciones, al baño y una pequeña habitación que hemos utilizado como ropero.

Pruebo suerte con la que está en frente y por sorpresa, es la mía.

Todas mis cosas están ahí. Bueno, no todo, hay varias cajas que tengo que organizar para dejar recogido todo.

Este cuarto es mucho más grande que el anterior, hasta tiene balcón y todo.

Dejo la mochila que estaba colgando sobre mi hombro en la cama y me dirijo hacia el balcón que da para la mansión del vecino cotilla.

Y sí, lo intento buscar por la misma ventana en la que lo vi. Pero no veo a nadie en ella.

Se habrá ido a cotillear a otro lado.

Me iba a girar para entrar otra vez pero un ruido captó mi atención.

La puerta de la cochera del vecino se estaba abriendo para revelar a un hombre subido a una moto.

Iba entero de negro, hasta la moto era negra.

Me quedé con los ojos clavados en la figura que tenía delante mía, hasta que al parecer, el hombre se percató que alguien lo estaba viendo porque sube la mirada y me encuentro con unos ojos azules bien abiertos mirándome desde abajo.

Vale Claire, creo que es momento de volver a la habitación y dejar de mirar como una psicópata al vecino.

El hombre parece que no quiere apartar la mirada.

Me estoy sintiendo hasta incómoda por esta situación.

Menos mal que baja la cabeza y se va a toda velocidad dejando un espantoso ruido en toda la calle.

Vaaaale. Esto no me lo esperaba.

Espero que no me lo encuentre mucho. Seguro que es un viejo de cuarenta años amante de las motos.

A quién quiero engañar, si es mi vecino, por supuesto que me lo voy a encontrar a menudo.

Vaya bienvenida que me da esta ciudad. Este año creo que va a ser muy largo.

Nosotros en el amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora