Capítulo 2

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El sonido del despertador me hace abrir los ojos y levantarme de un salto de mi cama.

Habíamos pasado todo el fin de semana organizando lo que nos faltaba de la mudanza.
Hoy es lunes, por lo que hoy empieza mi tortura, el instituto.

Aunque ya empezaron aquí hace una semana, hoy es el primer día que voy a ir. Mis padres no se preocuparon mucho por la semana de orientación que hacen a principio de cada año. Grave error. Ahora todo el mundo se conoce y yo no.

Ruedo los ojos y miro por la ventana del balcón de mi habitación. Sobre el vecino de la moto (que he llegado a la conclusión que es el mismo que el de la ventana) no lo he vuelto a ver por su casa.

Desde luego la moto está ahí, cosa que ayer no estaba. Lo que deduzco que le gusta trasnochar un domingo.

Dejo mis pensamientos de detective y me dirijo a mi armario. La verdad es que aquí creo que hace más frío que en Londres. Por lo que cojo una sudadera, una camiseta y unos vaqueros largos.

No suelo ir muy arreglada al instituto. Muchas chicas van hasta en tacones. Si me duelen los pies si los llevo puestos una hora, no me imagino lo que será estar ocho oras con ellos puestos.

Cuando ya estoy vestida y peinada. Reviso que todo está en orden. La mochila preparada, ventana cerrada por si llueve (qué por la pinta que tiene el cielo me da a mí que lo va a hacer), y la cama hecha, y justo encima de esta, mi osito.

Para muchos tener un osito encima de tu cama con diecisiete años es un poco vergonzoso.

Pues para mí no. Le tengo mucho cariño a ese oso, ya que me lo regaló mi abuela cuando tenía seis años.
Desde entonces, lo tengo siempre en mi cama.

-¡Claire! ¡Baja ya o llegarás tarde al primer día de instituto!- Me gritó mi madre desde abajo. Solté un suspiro de cansancio y bajé por las escaleras hasta la cocina.
Allí, sentados en las sillas de la encimera estaban mis padres y mi hermano pequeño.

-Toma.- Soltó mi madre mientras me tendía un cuenco con fruta.

-Gracias.- Le contesté yo con tono un poco más borde de lo que esperaba.

-Claire hija, tampoco es para ponerse así. Es una ciudad con instituto nuevo lo sé. Pero no pasa nada por ello. Te echarás nuevos amigos y seguro que te lo pasarás igual, o incluso mejor que en Londres.- Comentó mi padre mientras se levantaba de su asiento para dirigirse hacia la puerta principal.

¡Mejor! ¿Había dicho mejor? ¡Cómo iba a ser mejor si todo lo que me gusta está allí!
No sabe nada de mí. No tiene derecho a decirme eso cuando eligió irse y quitarme lo único que me gustaba, solo por un puñetero puesto de trabajo.

Le dio igual si me iba a costar rehacer mi vida. Solo le importó vivir bien. Y lo mismo a mi madre.

-Bueno, me tengo que ir al trabajo. Hasta esta tarde.- Informó mi padre mientras abría la puerta y la cerraba con un pequeño portazo.

-Me tengo que ir.- Dije mientras me levantaba y cogía la mochila para irme en dirección por donde se había ido mi padre hace unos segundos.

-Claire pero si no has comido apenas nada.-  Soltó mi madre.

-No tengo mucha hambre, además si me quedo más tiempo llegaré tarde al instituto. Adiós.- Mentira, pero era mejor irse que quedarse ahí.

No le dio tiempo a mi madre de contestarme cuando ya había salido por la puerta de mi casa. Cogí el móvil y busqué la dirección del instituto ya que no tenía ni idea de donde estaba. Una vez que la tuve, empecé a caminar. Menos mal que no está muy lejos de aquí.

Nosotros en el amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora