Pasillos Oscuros

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El reloj en la Mansión Westfield marcaba la medianoche cuando Sarah, incapaz de conciliar el sueño, se aventuró fuera de su habitación. La mansión estaba sumida en la oscuridad, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las ventanas. La quietud de la noche era sobrecogedora, y el silencio se cernía en los pasillos como un manto invisible.

Sarah caminó por los pasillos, la luz de su linterna guiándola a través de la penumbra. La mansión era un laberinto de habitaciones y pasadizos, y aunque se había explorado gran parte de ella, aún quedaban rincones misteriosos por descubrir. La curiosidad y la fascinación por la historia de Edward y Eliza la habían llevado a desentrañar los secretos de la casa.

A medida que avanzaba, Sarah se dio cuenta de que la atmósfera había cambiado. Los pasillos parecían más estrechos, las sombras más densas, como si estuvieran ingresando en un rincón olvidado de la mansión. El eco de sus pasos resonaba en la oscuridad, y el susurro del viento que se colaba por las ventanas creaba una sensación de soledad.

Siguió avanzando, sin saber a dónde la llevarían los pasillos oscuros. Cada vez más intrigada, comenzó a notar detalles inusuales en las paredes. Había marcas, casi como arañazos, que parecían contar una historia antigua. El papel tapiz desgarrado revelaba capas de pintura y papel que habían sido superpuestos a lo largo de los años.

De repente, la luz de su linterna iluminó una puerta entreabierta al final del pasillo. La puerta era antigua y de madera maciza, y parecía haber sido olvidada durante generaciones. Sarah se acercó y empujó la puerta, revelando una habitación en penumbras.

La habitación estaba llena de polvo y muebles cubiertos de sábanas. La atmósfera era opresiva, como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar. Sarah avanzó con cautela, sintiendo que estaba en un espacio que nadie había visitado en mucho tiempo.

Mientras exploraba la habitación, su linterna se posó en un gran espejo en la pared. El espejo estaba oscurecido por el tiempo, pero aún reflejaba la imagen de Sarah. Al mirarse en el espejo, notó algo inusual. La imagen parecía distorsionarse ligeramente, como si estuviera reflejando algo que no estaba allí.

Intrigada, Sarah se acercó al espejo y lo limpió con la manga de su blusa. Mientras lo hacía, su reflejo comenzó a cambiar. La imagen en el espejo se volvió borrosa, como si estuviera siendo reemplazada por otra cosa. Poco a poco, el reflejo se desvaneció por completo, dejando un espacio vacío en el espejo.

En ese momento, una voz susurrante llenó la habitación, como un eco del pasado. La voz era suave y melodiosa, pero también estaba llena de tristeza. "Eliza..." murmuró la voz, como si estuviera llamando a alguien que ya no estaba allí.

Sarah se sintió estremecer ante la voz. Sabía que no estaba sola en la habitación, pero no podía ver a nadie. La presencia en la habitación parecía estar oculta en las sombras, observándola en silencio.

"¿Quién está ahí?" -preguntó Sarah, con voz temblando. La habitación seguía en penumbra, y la voz parecía susurrar desde todas direcciones.

La voz susurrante comenzó a hablar de nuevo, revelando una historia de amor apasionado y trágico. Era la voz de Eliza, la amante secreta de Edward Westfield. Hablaba de los momentos robados que había compartido con Edward en la mansión, de los susurros de amor en los pasillos oscuros y de las promesas de eterno amor que habían intercambiado.

Sarah escuchaba con asombro mientras la historia se desplegaba en la oscuridad. Era como si las paredes mismas de la mansión estuvieran contando la historia de Edward y Eliza. La voz parecía estar tratando de comunicar algo, de compartir los secretos que habían quedado atrapados en la mansión.

A medida que la voz hablaba, la habitación parecía llenarse de una energía intensa. Sarah podía sentir la presencia de Eliza a su alrededor, como si estuviera tratando de transmitir su historia y su dolor.

"Eliza", murmuró Sarah, con lágrimas en los ojos. "Tu historia es conmovedora, y tu amor con Edward fue apasionado y verdadero."

La voz de Eliza continuó susurrando, como si estuviera agradecida por ser escuchada. La habitación se llenó de un resplandor tenue, como si la presencia de Eliza estuviera tomando forma en la oscuridad.

Sarah se sintió abrumada por la experiencia. Estaba presenciando algo extraordinario, una conexión con el pasado que trascendía el tiempo. El amor y la tristeza de Eliza parecían haber quedado atrapados en las paredes de la mansión, y Sarah se dio cuenta de que tenía la responsabilidad de preservar la historia de Edward y Eliza.

La voz de Eliza se desvaneció lentamente, y la habitación volvió a sumirse en la oscuridad. Sarah quedó sola, con el corazón lleno de emoción y la determinación de seguir explorando los secretos de la Mansión Westfield.

Los pasillos oscuros de la mansión habían revelado una parte de su historia que Sarah nunca olvidaría. La presencia de Eliza la había llevado a un lugar donde el tiempo se desdibujaba, y la línea entre el pasado y el presente se volvía borrosa. La mansión, con sus secretos y misterios, seguía siendo un lugar lleno de sorpresas y descubrimientos que Sarah estaba decidida a explorar.

Pacto de Silencio: Amor y Misterio en la MansiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora