Capitulo V

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1878


Los días pasaron, y aunque Lilith estaba demasiado triste por su amistad perdida con Levy se hizo más cercana al príncipe Ambrose. Ambos pasaban mucho tiempo juntos, caminando por los jardines alrededor del castillo, haciendo carreras con los caballos, ensayando baile o compitiendo por cuál de los dos era el mejor tirando el blanco en el arco. Lilith disfrutaba de su compañía en lo que cabía, la presencia de Ambrose la ayudaba a distraerse de Levy, quería dejar de sentir tristeza, aquella sensación vacía en su pecho no le gustaba.

Pero los días se acababan, y sus invitados de Amissa Stella debían regresar a su reino lo antes posible. Las familias reales se reunieron a la hora de la cena, donde Lilith y Ambrose se sentaron uno frente al otro dándose pequeñas sonrisas como si compartieran algún secreto. Se había tardado en dar cuenta que Ambrose tenía unos encantadores hoyuelos que se le marcaban al sonreír, y la sombra de una barba que amenazaba con crecer. Debido al ejercicio sus hombros eran demasiado anchos, y sabía que unos brazos fuertes se escondían bajo el saco. Cuando le agarraba de la mano para depositar un beso en el dorso de la misma, o sostenía su cintura delicadamente para ayudarla a posicionarse con el arco, a Lilith le había producido un extraño cosquilleo en todo el cuerpo.

Los reyes hablaban de situaciones políticas nada menos, o de la cacería que hicieron aquella tarde. La realidad es que la joven princesa no le prestaba mucha atención, no podía sacar sus ojos de Ambrose, la forma en la que movía sus manos al hablar, como era tan calmado para explicar algunas cosas.

Se escucharon las puertas del comedor abrirse de par en par donde ingresa Ophelia, llevaba un vestido amarillo demasiado pomposo, sus risos rubios estaban sueltos en su espalda salvo por una pequeña cinta rosa que decoraba encima de su cabeza. Lilith intento sonreírle, pero su hermana la ignoro. Debía seguir enojada porque Lilith estuvo siendo la distracción de Ambrose el resto de los días que ignoro a su hermana aun cuando esta solo quería unirse a ellos.

—Perdonen la demora, me encontraba algo cansada.

—No hay molestias princesa Ophelia.

—Luce encantadora esta noche, su alteza—dice Ambrose viendo a la rubia. Ophelia se sonroja violentamente mientras tomaba asiento, Ambrose le sonríe antes de ver a Lilith.

—¿Te hiciste un nuevo peinado?—pregunta su hermana intentando entablar una conversación, peinados y vestidos eran uno de sus topicos favoritos para hablar, pero fue cruelmente ignorada. 

—Perdí uno de mis listones—es todo lo que Ophelia le contesta. La mayor suspira resignada, quizás mañana podría intentar un plan para ellas dos, tomar el té como antes a Ophelia le gustaba las fiestas de té.

Pasaron el resto de la cena sin molestias, los mayores hablaban mas que nada, los menores se quedaban en silencio con alguna que otro cruce de miradas y contestando amablemente cuando se le eran dirigidos.

Luego de la cena, fueron repartiendo porciones de postre como despedida a los reyes y su príncipe. Era la torta favorita del rey y la reina según sabía, de zanahoria. A Lilith no le gustaba los pasteles de zanahoria, pero le parecía una falta de respeto no comer junto a los reyes cuando estos eran los invitados. Así que se llevó una porción a la boca, y luego otra. Encontraba algo diferente en el sabor. Al tercer bocado empezó a sentir unas ganas enormes de rascarse el cuello. Ambrose levanta la mirada, preparándose para decir algo cuando se percata en Lilith.

—¿Se encuentra bien, alteza? —pregunta Ambrose en un susurro. Lilith asiente masajeándose el cuello.

—Se te está poniendo muy rojo—dice su hermano. Lilith comenzó a toser, al principio suave, y luego tan fuerte que fue alarmando a todos en la mesa. Sentía que el pecho se le estaba cerrando y el aire se agotaba a su alrededor, ¿asi era como se iba a morir? ¿solamente por comer tres bocados de un pastel de zanahoria que odiaba?

La Joya De La RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora