S E I S

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A Z U L

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A Z U L

Me desperté de golpe, con el corazón acelerado y la respiración agitada. Acababa de tener otro de esos sueños increíblemente vívidos, lleno de imágenes y sucesos que parecían tan reales. Pero ya sentía que los detalles se esfumaban rápidamente de mi mente, como arena entre los dedos. Sin perder ni un segundo, me levanté de un salto de la cama y corrí hacia el escritorio. Revolví frenéticamente entre los papeles y lápices sueltos hasta dar con un marcador negro. Lo destapé de un tirón, el olor a tinta inundó el aire.

Regresé a la cama con el marcador en la mano, me arrodillé en el suelo y extendí la sábana. Comencé a garabatear todo lo que podía recordar del sueño: nombres, lugares, eventos. Tracé líneas irregulares y palabras atropelladas, llenando el lienzo blanco con mis recuerdos antes de que se desvanecieran. No era la primera vez que me ocurría esto y por ende, no era la primera sábana en arruinar de esta manera.

No estaba segura de por qué era tan importante plasmar toda esa información de los sueños que generalmente siempre tengo. Pero una voz interior me urgía a no dejarlo ir. Mi mano se movía veloz sobre la tela, volcando imágenes oníricas antes de que se esfumaran como el vapor. Sabía que algo mágico y significativo había en ese sueño. Y debía aferrarme a sus vestigios antes de que la luz del día los borrase para siempre.

Mientras trazaba líneas en la sábana, una figura en particular captó mi atención. Me resultaba extrañamente familiar. Estaba segura de haberla visto antes en algún otro lugar. Dejé caer el marcador y salí disparada hacia el armario. Revolví entre las sábanas sucias hasta que di con las que había usado las noches anteriores para plasmar otras visiones oníricas. Las tomé todas y corrí hacia el patio trasero.

Extendí las sábanas usadas en el suelo, una al lado de la otra. Me puse de rodillas y comencé a examinarlas febrilmente, buscando similitudes y patrones entre los dibujos. Pasaba las manos de una tela a otra, alineándolas y tratando de ensamblar las piezas de este rompecabezas onírico. Mi respiración se agitaba más a medida que vislumbraba cómo se iban conectando las visiones. La misma figura misteriosa, repetida noche tras noche. Una secuencia de eventos fantásticos que estaban tomando forma frente a mis ojos. Tantos años teniendo los mismos sueños, arruinando sábanas dibujando rápidamente antes de que pierda por completo la frescura de las imágenes, por fin estaba teniendo un desenlace.

No estaba segura de lo que significaba. Pero algo importante estaba emergiendo de las profundidades de mi psiquis a través de estos sueños. Algo que había estado intentando decirme a mí misma. Ordené frenéticamente las sábanas en el patio, esperando ver revelada la imagen completa. El mensaje oculto detrás de estas visiones. La verdad que mi mente estaba tratando de construir pedazo a pedazo mientras dormía.

Cuando finalmente logré organizar todas las sábanas, me encontré con un misterioso dibujo de una especie de cadena circular, una esfera al lado de la otra formando una circunferencia perfecta y demás rayones y garabatos apresurados que quizás después intentaría ver bien qué era. Mientras examinaba el círculo de esferas dibujado en la sábana, noté que junto a cada una había un nombre garabateado apresuradamente. Para mi absoluta sorpresa, junto a la primera esfera estaba escrito mi propio nombre.

No entendía qué significaba eso exactamente. ¿Por qué mi nombre estaba vinculado a la primera de las siete esferas? Se suponía que observando la imagen completa iba a encontrar respuestas, pero esto solo me generaba más preguntas. Seguí analizando los detalles, buscando algún indicio sobre el posible significado. Las esferas parecían planetas, pero los nombres adjuntos no correspondían a nada que yo conociera. Todo era extraño y ajeno, como proveniente de un universo paralelo surgido de mi subconsciente.

Cuanto más lo pensaba, menos sentido encontraba. El hecho de que mi nombre estuviera en la primera esfera, ¿implicaba que yo pertenecía a ese mundo onírico? ¿Que yo lo había creado de algún modo? Realmente no lo sabía. Había imaginado que al completar la imagen compuesta por mis sueños recurrentes, finalmente hallaría la respuesta que mi mente intentaba revelarme. Algún gran significado oculto tras estos rompecabezas nocturnos.

Pero ahora sólo tenía más preguntas sin resolver. ¿Qué representaban estas esferas? ¿Por qué mi nombre estaba ahí? ¿Qué trataba de decirme mi subconsciente al mostrarme esto noche tras noche? No lograba descifrarlo. Cuanto más investigaba los detalles del dibujo, más misterioso e impenetrable se volvía todo. Por ahora, lo único que podía hacer era contemplar con asombro y perplejidad la extraña imagen creada por mi psiquis dormida. Siete esferas, siete nombres desconocidos. Y el mío propio, vinculándome a un universo onírico que no lograba comprender.

Sacudí mi cabeza con fuerza para apartar los innumerables interrogantes que tenía rondando mi mente, así que, para intentar tener una visión más amplia del rompecabezas que hice a lo largo de todos estos años, decidí subir al tercer piso y observar desde ahí.

Mientras examinaba el círculo de esferas y tratando de descifrar qué decían los trazos rápidos que se suponía que tenían los nombres, noté que la séptima en particular parecía resaltar. Entre los trazos apresurados pude distinguir el nombre "Adem" junto a ella. Sabía que Adem era la versión turca de Adán. ¿Por qué justo la séptima esfera tendría ese nombre? Mi mente trataba de hallarle un sentido. Adán, el primer hombre. La esfera número siete, el último de la secuencia. ¿Representaría algún tipo de principio y fin?

Seguí observando los detalles del dibujo, buscando más pistas. Distinguí la figura imponente de una especie de ser que parecía ser omnipotente y omnipresente que custodiaba el círculo de esferas. Sus brazos extendidos las abarcaban a todas, como protegiéndolas. En el centro había una especie de explosión, un choque de colores y líneas retorcidas que parecían dos galaxias colisionando. No entendía qué podía significar eso.

Cuanto más lo analizaba, más extraño e indescifrable se volvía todo. Las esferas, sus nombres, la figura protectora, la colisión galáctica. Y mi propio nombre, vinculándome de alguna forma a este peculiar universo onírico.

Estaba tan absorta tratando de descifrar el significado del dibujo de las esferas, que no presté atención a mis movimientos. De repente, sin querer, perdí el equilibrio y caí al suelo desde el tercer piso de la casa. Todo se volvió negro a mi alrededor. Ya no me encontraba en la habitación. Ahora me hallaba en un espacio profundamente oscuro, sin forma, sin luz. Frente a mí vi las siete esferas suspendidas, tal como aparecían dibujadas. Los nombres junto a ellas brillaban tenuemente en la penumbra. Me acerqué flotando en esa densa negrura y me posicioné junto a la primera esfera, donde estaba escrito mi nombre.

Sentí que las esferas ejercían una fuerza que me atraía sutilmente hacia ellas. Como si nos conectáramos a través de hilos invisibles. Noté que también las demás esferas se movían, acercándose entre sí. Poco a poco, guiadas por una gravedad misteriosa, las siete esferas se juntaron hasta hacer contacto. La energía de nuestra unión pareció propagarse en ondas expansivas por toda la oscuridad.

En ese instante, las esferas se fusionaron en una sola masa de luz cegadora. Y yo fui absorbida por completo, uniéndome a esa conciencia colectiva surgida de la convergencia de todos nosotros. Ya no había separación ni individualidad. Éramos Uno. Una singladura de conciencia pura, vibrante, que lo abarcaba todo en ese espacio sin límites. La respuesta que había estado buscando al fin se reveló ante mí: Todos nosotros, todas las esferas, éramos parte de la misma Luz.

 La respuesta que había estado buscando al fin se reveló ante mí: Todos nosotros, todas las esferas, éramos parte de la misma Luz

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GÉNESIS © 『𝙀𝙙𝙞𝙩𝙖𝙣𝙙𝙤』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora