—... Hoy hace cinco años de la desaparición de la joven Arlet Bech, hija de los famosos dueños de TransExpress, —La voz de la reportera llega hasta mis oídos desde la televisión diminuta de la sala de descanso—, que desapareció en misteriosas circunstancias de la ciudad de Upesh.Siomara, mi mejor amiga y compañera de trabajo, abre la puerta de par en par con un estruendo, entrando en la pequeña sala. Inspecciona las encimeras, el microondas, la neverita, y por último la silla en la que estoy sentada.
—Yaiza, ¿se puede saber qué haces aquí todavía? —me interroga sin permitirme continuar escuchando la noticia—. Tu turno empezó hace casi quince minutos.
—¿Qué? ¿Quince minutos? —Me apresuro a levantarme de la incómoda silla de madera. «¿Por qué ha pasado el tiempo tan rápido?»—. ¿Puedes no decírselo al jefe? ¿Porfi? —Hago mi mejor intento de poner ojos de corderito.
—¿Decirle qué? —Parpadea fingiendo confusión—. Yo te he visto todo el rato en tu puesto.
—¡Muchas gracias!
Corro hacia la recepción del hotel, donde se supone que debería haber estado trabajando esos quince minutos que me había quedado embobada mirando la tele. «Es que las noticias eran muy interesantes», me digo. Obviamente es culpa de las noticias, no mía.
Me siento en la silla tras el mostrador y contemplo mi reflejo en la pantalla apagada del ordenador. Me recoloco un par de mechones de pelo castaño para ajustarlos más al moño; las primeras impresiones son importantes para los clientes. «¿Qué clientes?», pregunta la vocecita de mi cerebro. «Aquí no hay nadie». Cierto. La recepción del hotel está completamente vacía, a excepción de mi compañera, Aina, que no para de teclear vete tú a saber qué cosas en su ordenador.
Hago que la silla con ruedas se mueva discreta y silenciosamente en su dirección, tratando de espiar... no, cotillear... mejor dicho observar lo que mi compañera escribe. No tengo palabras para describir mi decepción al ver que solo se trata de un registro de huéspedes.En serio, trabajar en un hotel en noviembre es ridículo. Apenas hay diez huéspedes, y no porque el hotel Soul —el hotel en el que trabajo— sea poco popular, sino porque nadie, repito, nadie, quiere viajar en noviembre. Mucho menos a una ciudad en la que solo hay playas, playas y más playas. ¡Nadie quiere ir a la playa en noviembre!
Y aún así, aquí estoy yo, contando las horas hasta que se acabe mi turno. «Nadie lo notará si...» No, no puedo ser tan irresponsable. Tentador, pero me veo obligada a rechazar la oferta. Necesito este trabajo y el dinero que me da. Por desgracia para la gente humilde como yo, que se deja todo el sueldo en libros, los billetes no crecen en los árboles. «Ojalá tuviera un árbol de dinero».
Mi mente sigue divagando hasta que recuerdo la noticia de hace un rato. Esa chica desaparecida... Arlet Bech... Su nombre me suena.
—Oye, Aina.
—Dime. —Su pelo dorado y delgada figura se contonean al girarse hacia mí. Que envidia. Ya quisiera yo tener ese cuerpazo.
—¿Te suena una tal Arlet Bech? —continúo al darme cuenta de que me la he quedado mirando fijamente.
—Es esa chica que han mencionado en las noticias, ¿no?
—Sí, esa. Su nombre me resulta muy familiar.
—Normal. La pobre lleva desaparecida cinco años, seguro que lo has oído antes en las noticias.
A pesar de su ligera sonrisa, puedo notar que este tema le incomoda. «Sí, no es el mejor tema para entablar una conversación».
—Supongo que será eso.
Miro hacia el frente, a través de la puerta de cristal, y contemplo cómo la gente camina de aquí para allá. Todas esas personas... tienen una vida bonita, y una familia con quien compartirla. «Yo también tengo una buena vida». Esa frase hace eco en el interior de mi cabeza. Una buena vida, y nadie con quien compartirla. «Tengo a Sio. Y a mis otros amigos». Pero no tengo familia. Después de despertar en el hospital de Gedrary, me enteré de que unos padres que ni siquiera recordaba tener habían muerto en el mismo accidente de coche que me había provocado amnesia. La única persona que siempre ha estado para mí es Siomara. Ella fue la que me enseñó este trabajo, la que me ayudó a buscar una casa y a hacer amigos, y la que me apoyó en mis peores momentos. Sin Sio, no habría sido capaz de salir adelante.
Cuando llego a mi casa, el cielo ya se está tiñendo de los tonos rojizos y anaranjados típicos del atardecer. El sol se oculta con timidez tras el horizonte, dando paso a una media luna apenas visible en el cielo aún demasiado iluminado. Contemplo el paisaje durante unos segundos antes de girar la llave, patear y empujar la puerta principal de mi casa en una escena que, de haberle ocurrido a otra persona, sería graciosa.
Al fin logro abrir la condenada puerta y entro en mi humilde morada.Aún no he conseguido sacarme el nombre de la chica desaparecida de la cabeza, así que... hora de investigar.
Enciendo mi portátil, el mismo que uso para escribir mis historias completa y absolutamente decentes y moralmente correctas, y abro el buscador. Escribo Arlet Bech. Ningún resultado. Pruebo con Arlet Bech desaparición. Aparece un único artículo titulado La misteriosa desaparición de Arlet Bech. Pincho en el enlace, y el molesto mensajito de error 404 inunda la pantalla. ¿Por qué no hay nada en internet? Ha salido en las noticias, así que ¿por qué...? Mi lado conspirador no puede evitar pensar que se trata de una manipulación por parte del gobierno.Mi siguiente intento es desapariciones Upesh 2018. Entro en el primer enlace que aparece, y luego una lista de nombres que parece infinita llena la pantalla. El número de desapariciones es sorprendentemente alto, incluso para una ciudad tan grande como lo es Upesh.
No tardo en encontrar el nombre de Arlet junto con una imagen de la chica. Sus ojos verdes miran fijamente al frente, apagados y sin vida. Parece el cadáver de una adolescente. Según la página web, Arlet desapareció a sus diecisiete años, aunque ahora ya debería tener veintidós. Eso, si es que sigue viva. «Tendría la misma edad que yo». ¿Cómo reaccionar a ese pensamiento? Es perturbadora la cantidad de cosas en común que tengo con esta chica: la edad, el color de pelo y ojos... Y solo tengo recuerdos a partir de mis diecisiete años.
«¿Te imaginas que soy yo la desaparecida?», pienso, e inmediatamente dejo escapar una carcajada. Eso es imposible. Yo soy Yaiza Prats, mi ciudad natal es Gedrary, y perdí los recuerdos de mis primeros diecisiete años de vida por culpa de un accidente de tráfico. No tengo dudas de eso; mi huella dactilar y mis documentos de identidad lo corroboran. Tengo que dejar de pensar como una escritora y hacerlo como una detective, o no encontraré ninguna información útil.
Los siguientes minutos de mi vida son un constante buscar palabras relacionadas a la desaparición de Arlet y fracasar en encontrar algo útil. Al final, decido dejar de malgastar mi valiosísimo tiempo e intento ver la programación de hoy en la tele, y así poder escuchar la noticia completa. «Benditas televisiones modernas».
Poco después, la voz de la reportera rompe el silencio de mi casa.
—Pasando a las noticias del día, hoy hace cinco años de la desaparición de la joven Arlet Bech, hija de los famosos dueños de TransExpress, que desapareció en misteriosas circunstancias de la ciudad de Upesh. Un compañero suyo de clase llamado Thiago Fonseca denunció su desaparición el 5 de noviembre de 2018. La policía declaró que, debido a la mala relación con su familia y una nota que dejó atrás, la joven huyó de casa. Sin embargo, otros opinan que fue secuestrada o incluso asesinada por la Asociación Unidos por la Nueva Vida, un grupo...
Las imágenes de la televisión empiezan a distorsionarse y la voz de la reportera cambia hasta convertirse en estática. La pantalla se apaga durante un segundo y luego vuelve a encenderse, mostrando una noticia completamente diferente.
—¿Qué acaba de pasar? —murmuro para mí misma a la vez que inspecciono cada ángulo de la máquina buscando posibles fallos. Todo está en orden.
Esto es lo más sospechoso que me ha pasado en la vida. Aunque, si el mundo no quiere que investigue sobre la desaparición de Arlet, tal vez debería dejarlo estar...
A pesar de eso, por la noche sueño con la chica de ojos verdes apagados, hablando con un hombre rubio y con barba de unos cuarenta años.
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Nueva vida
Mystery / ThrillerHan pasado cinco años desde la desaparición de Arlet Bech, una joven que se esfumó en misteriosas circunstancias, sin dejar rastro. Yaiza Prats, una recepcionista que sufre de amnesia, hará todo lo posible por desentrañar los misterios que envuelven...