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Ya han pasado un par de semanas desde el accidente, y aún temo cada vez que paso por un cruce de carreteras, incluso aunque no soy la que conduce. Cada vez que se aproxima demasiado un coche recuerdo ese día, lo que podría haber pasado y lo que me impidió hacer.

La policía me interrogó sobre el accidente, pero no pudieron sacar nada en claro ni atrapar al culpable.

Por suerte, el único cambio significativo en mi vida es que ahora camino con muletas, y la cosa seguirá así por bastante tiempo. Al menos ya no me duele la pierna al apoyarla. Además, el seguro cubrió todos los daños. Qué suerte la mía.
Por otro lado, los sueños enigmáticos han cesado. Sigo preguntándome el porqué. ¿Será porque ya no estoy tan obsesionada? Aunque sigo pensando en Arlet. Continúo queriendo investigar su desaparición, a pesar de que no se lo he dicho a nadie.

Hice varios intentos de investigar en internet, pero todo llevaba a callejones sin salida. Lo que significa que... tendré que ir a Upesh.

Transcurren varios días hasta que me atrevo a hablar con Sio sobre Arlet, principalmente porque ella me advirtió que no me fuera. Y no le hice caso, y pasó lo que pasó.

Cuando estoy frente a ella, pedirle que me lleve a Upesh parece una idea aún más terrible.

—¿Y bien? —habla—. ¿Qué querías preguntarme?

Doy un sorbo a mi batido y contemplo el paisaje frente a mí, claramente retrasando lo inevitable. El olor a césped recién cortado inunda mis fosas nasales. Es un olor agradable y molesto al mismo tiempo. Me reclino contra el banco en el que estamos sentadas, y finalmente abro la boca.

—¿Te importaría llevarme a Upesh? —suelto en un susurro avergonzado.

—¡¿Qué?! —Se levanta de golpe para mirarme de frente.

—¿Porfi?

—¡Yaiza! ¡Por el amor de Dios! ¿Es que no has aprendido nada de todo esto?

—¡Sí, he aprendido muchas cosas! —A pesar de que yo también me he levantado, el metro setenta de mi amiga es intimidante—. Una de ellas es que alguien está evitando que se propague información sobre la desaparición de una persona. Y tú, mi mejor amiga, no paras de desalentarme, de decirme que no ayude a esa persona, a pesar de saber lo importante que es para mí hacer esto.

—¡Es peligroso, Yaiza! Ni siquiera sabes con quién te estás involucrando.

—¿Y tú sí lo sabes?

Sio se queda callada, meditando sus palabras con cuidado.

—No, y no me hace falta saberlo para hacerme a la idea de que es peligroso.

—¿Entonces me llevas o no? —insisto.

Ella deja escapar un suspiro exasperado.

—¿Cómo piensas ir si no te llevo?

—Andando si hace falta. —La reto con la mirada, demostrándole de lo que soy capaz.

—Bien —accede, de muy mala gana, después de pensarlo unos instantes.

Esa misma tarde, me subo al coche de mi amiga rumbo a Upesh.

El viaje se me hace infernalmente largo, sobresaltándome con los más mínimos ruidos. Y pensar que, ahora que ya no le tenía miedo al coche, se lo estaba volviendo a coger.
Pero, cuando el cartel de bienvenida a Upesh aparece a la vista, todo el pavor se desvanece y da paso a una ilusión que jamas había sentido.

Al fin iba a poder realizar mi investigación.

Bajamos del coche en una calle bastante concurrida. Ahí, Sio me avisa de que nos quedaremos en el apartamento de una amiga suya, que estaba en un viaje de trabajo o algo así y había dejado la casa vacía.
Ella usa una copia de la llave del apartamento para abrir el portón y acceder a la casa. Aunque no es muy grande, será suficiente para el tiempo que vayamos a estar aquí. Sio me ayuda a llevar mi maleta hasta una de las habitaciones, y yo me desplomo sobre la cama de matrimonio.
Decidimos pasear por la ciudad un rato, a pesar de mi pierna escayolada, y así ver por dónde podemos empezar.

Mientras cojeo por la acera al lado de Sio, atisbo un cartel pegado a una farola que llama mi atención. Pese a las advertencias de mi amiga de no alejarme, voy en dirección al folleto. Las palabras que leo en él me dejan petrificada: Asociación Unidos por la Nueva Vida. El mismo grupo que la reportera mencionó, que podía estar relacionado con la desaparición de Arlet.

Arranco el cartel y giro sobre mis talones, agitando la publicidad frenéticamente contra Sio. Ella consigue arrebatármelo de las manos y se toma unos segundos para leerlo.

—¿Qué pasa con esto?

—¡Asociación Unidos por la Nueva Vida! —exclamo—. Es lo que dijeron en la tele.

—Solo es una ONG que ayuda a los desfavorecidos.

—¡La reportera dijo que habían sospechas de que esta "ONG" le hizo algo a Arlet!

—¿Desde cuándo ese tipo de organizaciones hacen daño a la gente?

—No lo sé. Pero, ¿y si se trata de una tapadera?

—¿Y si solo se trata de un rumor?

—No lo sabré hasta que lo investigue —digo, y vuelvo a agarrar el cartel—. Aquí pone el número de contacto. —Engancho una de las muletas entre mis piernas para sacar el móvil y marcar el número de teléfono.

—Mira que eres cabezota... —resopla Sio.

El teléfono da un par de pitidos, y después se queda en silencio.

—Buenos días —saluda un hombre al otro lado de la línea—. Está usted hablando con la recepción de la AUNV. ¿Qué desea?

«AUNV», me quedo un momento pensando. «Son las iniciales: Asociación Unidos por la Nueva Vida».

—Hola, soy Yaiza Prats, una... reportera independiente. Me gustaría tener una entrevista con vuestro jefe, el señor Logan Castro —recito el nombre del líder que está escrito en el cartel y le guiño un ojo a Sio para demostrarle que todo va bien.

—Lo siento, pero no creo que eso sea posible.
—¿Por qué no?

—El Líder no acepta entrevistas por el momento, a menos que sea algo muy importante. Sin embargo, si desea información sobre nuestro grupo, puede pasarse por la Pequeña Manzana, nuestra sede central.

—Es una lástima. Quería escribir un artículo sobre... —Le hecho un vistazo rápido al folleto buscando pistas—. el altruismo de la asociación y sus contribuciones a la sociedad. Pensé que le haría una buena publicidad, y por eso os interesaría.

El hombre medita mis palabras y parece estar de acuerdo conmigo, porque después de una larga pausa me deja a la espera, asegurándome que va a hablarlo con el líder.

—Lo siento, pero la entrevista no será posible.

—¿En serio...?

Después de despedirse, finaliza la llamada sin darme tiempo a insistir un poco más. Le dedico una mirada decepcionada a Sio y vuelvo a colgar el cartel en la farola.

—Tendremos que probar otra cosa.

Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora