Capítulo 18

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Lía 

5 Días después de la platica en el salón de secundaria. 

Son las 6 de la tarde, está oscureciendo pero el atardecer es tan bello que no tiene precio. Debo admitir que se siente un poco incomodo o intranquilo el estar sola caminando justamente por el camino en el cual la mayoría de las victimas de esa mujer han desaparecido o han sido atacadas. 

No sé con exactitud quien es la villana de esta historia pero algo me dice que debe ser alguien que trabaja en la escuela, además como se supone que alguien más va a entrar al plantel en horas de clase. Siendo sincera tengo miedo de que la líder de este embrollo, sea alguien de administración de la escuela, es la más grande de la ciudad, tienen acceso a toda nuestra información personal, contactos, resultados de exámenes físicos, socioeconómicos y psicológicos, y sabe la historia de las familias más grandes e importantes de Toronto, Canadá, incluidos pleitos y puntos débiles de cada una de ellas.

Ya estoy harta de hacer suposiciones, lo que voy a  hacer es investigar esto. No voy a permitir que más atentados se den. 

Mientras pienso esto, una camioneta blanca, cerrada , con vidrios polarizados, pasa a mi costado. 

Les juro que en estos momentos solo pienso en correr, veo los momentos con mi familia y amigos pasar ante mis ojos. 

—Lía— escucho a mis espaldas. 

—¡Lía!— vuelvo a escuchar a mis espaldas, una voz bastante conocida. 

Miro hacia atrás sin detenerme, y como me imagine, es Joshua. 

En cuanto me detengo a saludarlo con un grito, la camioneta avanzo muy rápido, confirmando mis sospechas de que las personas en la camioneta tramaban algo. De verdad si no hubiera llegado Joshua, no sabría que sería de mí. 

Al ver que esta se alejaba de nosotros, yo me paralice, literalmente no me muevo para nada, solo estoy parada mirando como Joshua se aproxima hacia mi, llega corriendo y me toma de las manos. 

—Lía, ¿estás bien?

—Sí.— respondo por inercia. 

—Lía, tus manos tiemblan y estás pálida. Por favor no me mientas, tu y yo sabemos que no estás bien. 

—Tengo miedo.— susurro. 

—¿De qué? ¿te lastimaron o amenazaron? 

—No— respondo en zozobras.   

—Te llevo a tu casa. 

—No, no quiero que me vean así. 

Joshua hace el ademan de caminar y alejarse de mi espacio personal, y yo lo detengo con mi mano, tomándolo por el antebrazo. 

—No me dejes sola.—susurro. 

—No te dejare sola, nunca lo hare.

Siento que todo se me bajo, tengo escalofríos y las manos heladas.

—Lía, mi padre no está. ¿Quieres ir a mi casa?

—Sí. 

~

Y aquí estamos, Joshua y yo directo a su casa en su coche. Admito que estoy cómoda con él, sentados escuchando música, mientras el aire entra por la ventana y me da directo la cara, una fresca brisa de octubre, que ayuda a sentirme mejor, tal vez un poco más liberada. 

—¿Estás bien?— pregunta cauteloso, mirándome de reojo. 

—Sí— digo mirando a la ventana. 

El precio del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora