El regreso del Coronel

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No tenía que haber aceptado la invitación. Peeta lo supo en cuanto puso un pie en la entrada principal, pero Haytmich era demasiado insistente y si no hubiese venido habría ido hasta su finca para obligarlo. Llevaba ya meses evitando el momento y no podía seguir escondiéndose de la tropa. Eso no quitaba que lo que tenía que hacer fuese algo difícil. Él no era un cobarde pero...

Se tocó el cuello para acariciar esa cadenita que los últimos cuatro años se había convertido en su amuleto de la suerte. Comenzó a andar y maldijo su cojera. La guerra fue una carnicería. Él había regresado tullido, Gale manco y Kirk...
de su amigo decían que estaba demente. Si la gente hubiese vivido y visto el horror de la guerra en primera persona, muchos se callarían la boca antes de hablar. Tantas horas de viaje en la misma posición habían hecho que su pierna derecha estuviese entumecida. Se paró a masajeársela antes de acceder a la casa. Quería intentar aparentar que era normal. Se pasó las manos por el pelo. Desde que no utilizaba el jugo de limón con azúcar, sus rizos estaban más que imposibles, pero se había acostumbrado a prescindir de ese tipo de lujos, pues cuando la vida depende de la pericia y del compañero que está a la derecha e izquierda, todo tiene un nuevo sentido. Repasó su atuendo. Estaba bastante decente, salvo por la maldita pierna que lo hacía un impedido. El bastón fue de ayuda los primeros meses, pero había conseguido superar esa fase y no le era necesario. Su vida nunca volverí a ser la misma y esa visita que iba a realizar y que llevaba tanto postergando... lo hacía sentir inseguro como hacía años que no le ocurría. ―¿Vas a entrar de una vez o necesitas ayuda? ―Oyó que le decía una voz desde una ventana.

―No te quejes tanto que me faltó un pelo para no venir. ―Encima mofándose de él y de su mal caminar.

―¡Entra ya, no te hagas más de rogar, Peeta! ―Hubieses sido mejor coronel que yo Haytmich. ―Siempre fui sobresaliente. ―Replicó con una sonrisa.
Entró en la casa y un niño casi lo atropella. El pequeño corredor le dio un pisotón cuando trataba de huir de alguien que lo estaba persiguiendo. Justo le dio en el pie de la pierna defectuosa. El coronel se tragó un aullido y las ganas de maldecir.

―¡Jeremy! ―Gritó Katt sin percatarse de la figura que tenía delante de ella. Su sobrino se iba a ganar una buena reprimenda. La había llenado de harina de arriba abajo como represalia por obligarlo a recitar todo el abecedario castigado cara a la pared. Ese renacuajo era peor que su bendito padre―. Vas a estar encerrado por toda la eternidad. ¡Ven aquí! ―lo atrapó al fin por el borde de la camisa―. Lo siento mucho milord ―enfocó sus ojos con los de él y a todo se fue algarete. Se dio media vuelta y tratando de no correr desapareció de su vista. Se llevó al niño consigo. Era ella. Esos ojos los tenía grabados a fuego. Y fuego es lo que vio aquella noche, pues el reflejo de la chimenea estuvo ahí impreso. Ella lo había visto. Había salido huyendo y eso que aún no le había dado tiempo a presentarse como el tullido que decían que era. En cuanto la muchacha advirtiese ese nuevo defecto...
Además del habla extraña, Peeta tenía esa cojera... ¡Todo estaba perdido! El coronel soltó una maldición por lo bajo. ¡No le había dado tiempo ni a decir una sencilla palabra! Esto era un desastre. No tenía que haber venido. ¡Maldito y persistente Everdeen! Estaba contento con su apacible vida, lejos de toda la sociedad que lo miraba con compasión y de otros que se habían llamado amigos y que cuando regresó le dieron la espalda por ser diferente.
Era una cojera bastante pronunciada, pero al menos el matasanos le pudo salvar la pierna y con ejercicios y paciencia había podido llevar una vida normal. Una vez más se tocó su talismán. Iba a necesitar toda la energía de ese obsequio. Muchos dirían que no había tenido suerte de regresar de la batalla en este estado, pero él sabía que había sido más que afortunado. Esa bala de cañón pudo haberlo matado y regresó rico, con honores, valeroso, tal y como Katniss le había pedido que hiciese aquella noche.

Un Esposo Para KatnissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora