One. Bad. Day.

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No todos los días son buenos, y esa mañana era la prueba fehaciente de eso.

Se enredó en las cobijas con la esperanza de fusionarse con ellas y desaparecer, no era alguien especialmente perezoso, todo lo contrario, pero la punzada de dolor en la frente y la nariz parcialmente tapada le avecinaban un mal despertar. Además, mañanas tan frías como esa le hacían desear no despertar, estaba en su segundo año de bachillerato y por supuesto que había días en los que deseaba no hacer nada, pero bueno, era alguien responsable en primer lugar, y en segundo prefería anticiparse a que su madre abriera la puerta de manera intempestiva interrumpiendo la tranquilidad de la mañana, aunque 5 minutos más no sonaban nada mal...

-Shouko, apresúrate hija el desayuno casi está listo...- Escucho a su madre hablar en la recamara de un lado, al diablo los 5 minutos.

Al mal paso darle prisa, estiro sus extremidades para desaparecer la pereza, craso error. Sintió un fuerte calambre debido al frio lo cual lo hizo ponerse de pie inmediatamente, debido a eso tropezó con sus cobijas y fue a dar al suelo golpeándose la cabeza.

Mierda.

>.<

Después de un frio baño, ya que alguien, (muy probablemente su hermana) se terminó el agua caliente y tuvo que ducharse con lo restante, se alisto y bajo las escaleras sintiendo el cuerpo pesado, pero no le dio importancia, faltaban 20 minutos para que iniciaran las clases, tomo una tostada dulce de la mesa, agarro su maletín y salió de su hogar despidiéndose de su familia con el mismo silencio de siempre, haciendo caso omiso a su madre y a sus interminables besos y abrazos.

En verdad que el clima frio de ese día lo invitaba a hibernar cual oso grizzli y olvidarse de todo, pero ya iba en camino, en el trayecto alcanzo a ver a algunos compañeros conocidos y otros no tanto, más de uno lo volteaba a ver y otros pocos se atrevían a hablarle, pero él no contestaba, no estaba de ánimos.

Entrando a la escuela, a quien, si le dirigió la mirada como saludo fue a esa chica rubia y un poco ruda que revoloteaba a su lado de vez en cuando y al otro chico de nombre raro, no era su amigo, pero no era tan molesto como el resto. El sopor que lo inundaba le hizo olvidar por completo la presencia que servía de amalgama entre esos dos y sí mismo y que le hizo dar un respingo al acercarse a saludarlo.

-Buenos días, Shousuke. ¿Cómo está mi devorador de peces favorito...?

Mierda.

El gruñido que soltó para todo el mundo hubiese funcionado, pero no para esa pequeña ojona molesta, que además de ser buena en el judo era excelente crispándole los nervios y en ese momento no se sentía del todo bien como para aguantarlo, afortunadamente el profesor decidió entrar al salón y lo salvo de que la chica iniciara una conversación que, si tenía suerte, seria unilateral.

El día transcurrió pasmosamente lento, las horas pasaban con especial tranquilidad haciéndole desear su cama, unos minutos más y el receso llegaría, de ahí solo tendría un par de horas más y seria libre, la cabeza lo estaba matando y su cuerpo temblaba ligeramente, se sentía irritado y aunque su nariz no goteaba tenía la sensación de que iba a enfermarse inminentemente.

-Oye, Chico caballa ¿estás bien? - Pregunto Hitomi de manera pausada, el tono de voz que siempre usaba era muy vivaz y enérgico, el hecho de escucharla tan cerca y a un volumen tan bajo, pero a la vez de manera tan clara le erizo la piel, pero lo adjunto a que no se sentía bien.

- ¿Shousuke...? – Insistió poniéndole una mano en la espalda.

Levanto la mirada lentamente, la población en general hubiese entendido su rostro imperturbable o los ojos de pistola que solía ponerle, pero ella...

De Cero a Cien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora