El viaje había sido pura y exclusivamente académico, sin embargo la mayoría de los estudiantes lo habían vuelto un viaje de puro placer. La música vibraba a lo lejos, como un zumbido insoportable.
Beomgyu se limitó a mirar a su alrededor, el cuarto aún era un desastre y el equipaje seguía sobre el piso. Sin embargo, había preferido la limpieza antes que la ruidosa fiesta de inicio de viaje que se había organizado de manera repentina y absurda.
Lo único que interfirió esa noche en su tranquilidad, fue la presencia de su compañero de cuarto, a quien no esperaba para nada allí, donde el silencio reinaba y las actividades no eran muy entretenidas. Miró con atención su posición, relajada e inmóvil, y luego esa mirada, completamente ajena a la realidad.
Yeonjun por su parte, deseaba poder concentrarse en algo. Los pensamientos no cesaban, el estremecimiento causado por ellos, tampoco, y el cigarro entre sus dedos, al cual miraba desinteresadamente, no estaba calmándolo en absoluto como lo había imaginado.
Esa misma mañana, había recibido una carta por correo. No fue muy difícil identificar de quien se trataba ya que nadie más que su familia conocía su paradero, quiso ignorarla, de verdad quiso hacerlo, pero simplemente se halló abriéndola. El sobre blanco estaba adornado con pequeños hilos dorados, cómo si fuera el objeto más delicado, dando forma a unas letras alargadas y la tarjeta en su interior mostraba lo que ya se esperaba.
Una maldita invitación de boda.
— Esto es ridículo— había dicho antes de arrojarla al basurero de la habitación. La ira se iba colando en sus venas y era imposible frenarlo.
¿Cómo se atrevía?
Esa mujer se había encargado de borrar cada recuerdo de su madre, utilizando su carácter sumiso e hipócrita para conquistar a todos a su alrededor, colocándose en la posición de una buena madrastra, pretendiendo envolverlo en su falsa humildad.
Parecía un circo, estúpido, tan estúpido que comenzaba a dolerle.
Su mirada estaba perdida en las montañas nevadas que podía observar desde el balcón, en sus dedos se deslizaba lo que quedaba del cigarro ya casi consumido y en su mente sólo se repetía una y otra vez lo mismo. Ahora estaba lejos de todo, de su padre, de esas mujeres, de las carreras, de ese estúpido deseo de mostrarle al hombre cuan equivocado estaba...
Se sentía vacío, con esa ligera sensación de haber sido traicionado.
¿Así se había sentido su madre antes de morir?
Beomgyu lo miró con atención.
Nunca había estado tantas horas junto a Yeonjun sin discutir por algo, y aunque se sintió aliviado, algo no terminaba de agradarle. Había pasado horas en completo silencio, observando cómo el humo se extendía por toda la habitación, llenando los pulmones de ambos aunque fuera de manera involuntaria y ya comenzaba a sentirse levemente exasperado.
— Detente, con ese ya llevas tres— soltó caminando en su dirección, no muy seguro de lo que estaba haciendo. Yeonjun no quitaba la vista de las montañas, su rostro estaba algo pálido debido a la baja temperatura y en sus labios se podía notar un ligero temblor— dame eso.
— Beomgyu, no estoy de humor.
— Yo tampoco, así que deja de fumar como un maldito adicto y respeta nuestra convivencia en este maldito lugar— soltó antes de tomar la caja de cigarros de sus manos, como si se tratase de un vil castigo a un niño pequeño.
El mayor lo miró con recelo, sintiendo cómo la irritación provocada por su padre se dirigía lentamente al chico pelinegro frente a él.
— ¿Cómo es que logras ser tan irritante?
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COLD EYES // Yeongyu
RomanceBeomgyu jamás imaginó tener un novio y menos uno falso. Sin embargo, Yeonjun, el chico más irritante de su clase, lo envuelve en una mentira que logrará acabar con todo lo que ambos creían ser. Detrás de todos los problemas que conlleva el final de...