Capítulo 4

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Los días pasados fueron bastantes complicados, principalmente por esa nevada que cayó sin control. Ahora el clima iba mejorando, si bien el frío se mantiene como una constante, la nieve había disminuido hace mucho.

Ranma solía pasear descalza y usaba un pijama bastante fino, tenía una taza de café en su mano a la vez que se masajeaba la cabeza con la otra.

Estaba esperando por Ryoga, otra vez.

Dejó la taza en la pequeña mesa central de la sala y se tiró al sillón. Estaba cansada y adolorida aunque eso último no le preocupaba porque sabía el motivo de su dolor.

No pudo alegrarse por el recuerdo ya que sintió como la agarraban del brazo con fuerza y la levantaban de donde estaba recostada.

—¡Ah! ¡Ryoga! —exclamó asustada ante la agresividad y parándose firme intentando que él liberará el agarre. —¿Qué sucede? ¿No tienes porqué ser tan grosero?

El chico mantenía una mirada extraña e ignorando la pregunta volvió a jalarla hacia afuera de la casa. Algo estaba mal y fue entonces que Ranma empezó a luchar como podía para que él la soltara y estaba dispuesta a incluso sacarse la pijama para huir.

Hace mucho que dejó de practicar artes marciales, su cuerpo de cierta forma se había debilitado. El hecho de que Ryoga, por otro lado, tuviera un trabajo pesado lo hacía mucho más fuerte y fornido.

El viento llegó como una ventisca que la congeló y provocó escalofríos. Mientras ella se encontraba casi desnuda y muriendo de frío, Ryoga estaba cubierto por capas de ropa.

¿Qué es lo que realmente está sucediendo?

Sus pies desnudos tocaban directamente contra la nieve y la sensación húmeda le provocaba escalofríos. A parte era capaz de sentir con claridad un ardor profundo en cada centímetro de su piel a la vez que sus dedos se entumecen por cada paso que daba.

—¿Ryoga? ¡Me estás lastimando! —suplicó nuevamente, quería llorar y la confusión de su mente le nublaba los sentidos. Era una combinación de frío, temor y mucha angustia.

No sabía cuánto habían caminado, pero estaba a punto de desvanecerse del dolor. En realidad, había perdido la noción de muchas cosas hace rato. Ni siquiera estaba consciente de él camino de sangre que iban dejando sus pisadas.

Repentinamente se detuvieron y fue lanzada con rudeza a la helada nieve. Su cuerpo se encontraba entumecido que ni siquiera pudo quejarse como debía.

Ahora que la había soltado era un buen momento para huir, para intentarlo incluso si eso significaba lastimarse más de lo que ya lo había hecho.

Con dificultad se sentó. Le dolían los dedos de las manos y de los pies, pero no siguió ese instinto que le decía que era momento de irse. Se mantuvo quieta con la mirada perdida en el chico en frente suyo.

Él se puso de cuclillas para luego sacar un cuchillo de entre sus prendas.

Ranma brincó del susto y retrocedió un poco provocando que las palmas de su mano se enfriaran.

La iba a matar...

—¿Qué se supone qué estás haciendo? —preguntó con los nervios a tope, otra vez.

—No puedo explicártelo. —dijo después de tanto tiempo, su voz sonaba cansada. —Esto es difícil para mí, así que preferiría que colabores.

Ranma trató de agarrarlo del brazo en un intento inútil de retenerlo a su lado. De retener a la persona que la ama y evitar que haga algo estúpido.

—Pe-pero tú eres mi novio, mi pareja, eres mío. —reclamó con su labio inferior temblando —¡¿Cómo es que no puedes explicarme?!

Ryoga la empujó de nuevo contra el piso y sentándose encima de ella, agarró con una de sus manos su blanquecino cuello. Se encontraba pálida por el frío y no entendía cómo es posible que no estuviera congelada para estos momentos.

El alma en los labios - Ranma y RyogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora