02

970 55 7
                                    

╔═══════ ≪ • KILIG • ≫ ═══════╗


Abril estaba nerviosa en la cocina de Samantha mientras sostenía contra sí a Mei durmiendo. Después de todo, eran las ocho de la mañana y su bebé necesitan descansar, así que no la iba a despertar porque no era necesario. 

Trató de concentrarse en la voz de Samantha, pero era imposible. No cuando la alfa se veía hermosa, excitante, con esa camisa blanca y pantalones negros, bebiendo una taza de café, sus labios moviéndose con rapidez, sin dejar de hablar. 

—... puedes decorar el jardín como quieras, es todo tuyo, sólo quiero que se vea decente – estaba diciendo la alfa apresurada – Una última cosa, supongo que vas a ordenar la pequeña oficina que tengo aquí abajo. Si lo haces, por favor, no desordenes los papeles, me cuesta un culo buscarlos si los necesito y no los encuentro donde los dejé. Creo que no se me olvida nada, ¿cierto? 

— No señora Rivera – dijo Abril en voz baja. 

Samantha bajó la taza de café, enarcando una ceja, y negó con la cabeza. 

— Mi nombre es Samantha, pequeño sol, utiliza mi nombre – regañó la alfa con suavidad. 

Trató de pasar por alto el apodo que le puso, queriendo fingir que no le había afectado en nada a pesar de que se sintió cohibida y nerviosa. Mordió su labio inferior.

 — Está bien... Samantha – concedió tratando de sonreír un poco.

La alfa la observó en silencio para luego suspirar.

— Te dejé una copia de la llave sobre la mesa – prosiguió dejando la taza en el lavamanos – junto con mi número de celular. Ante cualquier emergencia, no dudes en llamar, siempre voy a contestarte.

Abril asintió, sin dejar de mirarla, arrebujando más a Mei en sus brazos que no dejaba de dormir.

— Nos vemos, Abril – Samantha se quedó quieta unos segundos, pareciendo querer decir algo más, pero a último momento se arrepintió porque se marchó apresuradamente del lugar. 

Sólo cuando la puerta de la casa se cerró Abril pudo relajarse un poco, mirando a Mei con ansiedad. 

— Es una buena idea, ¿cierto, bebé? – le preguntó sabiendo que no iba a obtener respuesta alguna – Con lo que Sam va a pagarme podremos estar bien, ya verás, voy a comprarte todos los juguetes que quieras y más que eso. Lo prometo.

Le besó la frente, pero lo único que respondió fue el silencio.

 No importaba. El silencio siempre era el que contestaba luego de dieciocho años de vida.

═══════ ≪ • ∘◌∘ • ≫ ═══════


Samantha se quitó la mascarilla que cubría su rostro, cansada, y echó los guantes a la basura antes de humedecer su cara para tratar de relajarse un poco. Acababa de realizar una operación de alta complejidad que duró cinco horas, así que lo único que deseaba en ese momento era descansar a pesar de que no pudiera hacerlo.

Se quitó la bata de operaciones mientras las enfermeras betas se le acercaban a felicitarla, por supuesto, con la intención de conseguir algo más, pero Sam se limitó a asentir ante sus falsas palabras.

Minutos después ingresó a su oficina, viendo el montón de carpetas sobre su escritorio, e hizo una mueca sentándose en su silla giratoria.

Necesitaba que alguien le hiciera un buen masaje en los hombros para olvidar toda la carga laboral que tenía en ese momento. Maldito fuera el momento en que decidió entrar a estudiar Medicina, pero era eso o hacerse cargo de la empresa familiar, y por ningún motivo iba a permitir que manejaran su vida. Se había ganado el odio de su madre con eso, sin embargo, poco le importaba. Haber permanecido en esa casa infernal habría provocado que enloqueciera y terminara casada con una omega sólo por la buena posición familiar que ganarían.

𝐊𝐈𝐋𝐈𝐆 |「RIVARI 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora