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Resumen: El escurridizo Ghostface Killer (Leon Kennedy) ha puesto su mirada en ti, pero puede que su corazón no sea tan frío como parece.
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El televisor iluminaba la sala de estar, el sonido que producía no se podía distinguir de un galimatías en este momento. Te estiraste en el sofá, te recostaste y navegaste sin cesar en tu teléfono, leyendo algunas publicaciones en Internet sobre el hombre que había puesto a tu ciudad en un estado de miedo constante. "Ghostface" lo llamaban, cómo se quedó el nombre realmente no importaba, pero probablemente tenía algo que ver con la máscara que llevaba. Tenías los ojos entrecerrados, tratando desesperadamente de permanecer abiertos mientras leías la pantalla y pronto notaste la hora en la esquina superior que decía "11:16". Sí, ya era hora de acostarse.
Tu día fue un auténtico trabajo duro. El trabajo no era más que estrés constante y, además, parecía como si ahora todos en la ciudad estuvieran aterrorizados por su propia sombra. Personalmente, nunca fuiste alguien que se asustara con las noticias, tener la mentalidad de que "no me pasará a mí" te tranquilizó.
Mientras dejabas que tu mente divagara te acercaste a la puerta de tu habitación, normalmente la dejabas entreabierta por lo que solo necesitaba un pequeño empujón de tu cadera para abrirla. Las bisagras producen un chirrido forzado, surgió un gruñido cuando una vez más recordaste que se suponía que debías arreglar eso.
El aire fresco de la habitación te invadió. Solo sirvió para que desearas aún más tu cama ahora, así que después de ponerte tu ropa de dormir y dejarte caer sobre la pila de mantas que estaban cuidadosamente extendidas sobre el colchón, te permitió hundirte en la comodidad. Lo último que recuerdas antes de quedarte dormido es el leve zumbido del ventilador de techo y el peso de las mantas encima.
Sin embargo, la relajante noche en casa no la pasó solo. En lo profundo de las sombras afuera de tu casa esperaba pacientemente el hombre por el que tu pequeño pueblo estaba enloquecido, Ghostface. El hombre detrás de todo esto, Leon Kennedy, te había elegido como su nueva obsesión y pronto como víctima. Obviamente, no era ajeno a la muerte y encontraba en toda la experiencia una especie de diversión enfermiza y retorcida. Pero matar no era lo que más disfrutaba, no, realmente disfrutaba aprendiendo sobre sus presas, estudiándolas.
