Capítulo I

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" El único demonio que hay aquí . . . soy yo."



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~ En serio!? estás enfermo.

Toga sin dejar de moverse, solo le dio un vistazo a su hijo y siguió en lo suyo sin contestarle.
Sesshomaru abandonó con asco el salón del trono pues el cinismo y la depravación de que hacía alarde su progenitor, no tenían límites.
El general y señor del castillo, sudoroso y agitado, continuó mancillando el trasero de su ayudante de cámara, el cuál solo gemía con dolor pues el general era demasiado grueso para su orificio recién desvirgado, con un ademán de su mano, la mujer que se encontraba también participando de la orgía, se deshizo del vestido transparente en la parte superior, acercandole sus voluptuosos pechos de los que se prendió como si fuese un crío. Continuaron los gemidos de satisfacción y las risotadas del general y la mujer, haciendo eco por todo el pasillo llegando a oídos de Sesshomaru quién se alejó con rapidez para no seguir escuchando las atrocidades de las que era partícipe el más activo de aquella asquerosa orgía de depravados sexuales, le hervía la sangre de asco y vergüenza al saber que ese ser mezquino cruel y decadente . . . era su padre. El general y conde, Toga Vladislao, quien alguna vez fué su más grande orgullo, hasta que se enteró de la verdad de todo a la muerte de su madre. El eco que hacía la armadura al ir por el gran pasillo de piedra fué lo único que parecía darle la bienvenida al heredero y primogénito de los condes Vladislao. Su andar parsimonioso, pero recio y elegante daban el toque de distinción de su noble cuna, todo un caballero digno, rasgo heredado por su madre de estirpe de reyes.
Entró a sus aposentos anunciando su llegada al pisar la madera húmeda que rechino ante el peso de su cuerpo y la armadura, temporada de lluvias y una sinfonía de rechinidos por su causa en todas las habitaciones del castillo. Jacken esperaba a su amo con un baño caliente, mantas secas y afelpadas, la chimenea encendida y un par de doncellas para su aseo. En la habitación, los pesados cortinajes entreabiertos, daban un atisbo de la furiosa tormenta que se avecinaba al iluminar la habitación y el retumbar de los cristales.

~ Bienvenido amo. Todo está dispuesto para su aseo.

Lanzó una mirada cansada a una de las chicas, que con la cabeza inclinada, esperaba la orden del joven amo para ayudar a desvestirlo. Hacía cinco años que no le veían por el castillo pues estuvo en batalla por tierras pertenecientes al rey. Todas las chicas eran jóvenes doncellas que fueron elegidas para acompañar, bañar y calentar el lecho del amo.

~ Qué se queden, necesito por lo menos dos tinas más de agua caliente con suficiente lejía para que retiren toda la suciedad. Y Jacken . . .

~ Si amo?

~ No necesito ropa de cambio. Dormiré durante días, encárgate tú de traer mis comidas sin ser molestado. No habras las cortinas ni dejes que me interrumpan . . .

~ Pero . . . Amo . . . Si es su padre . . .

~ Ni aún y cuando sea el rey! ¿Me has entendido?

Jacken inclinó cómo siempre la cabeza en señal de sumisión, aceptando todo lo dicho por su amo, conocía perfectamente el carácter de su señor, y sabía que durante su larga ausencia debió haber sólo dormitado en los meses que duró la batalla, eran más que comprensibles sus órdenes al estar agotado e insomne por tan largo tiempo. Sesshomaru se dejó caer en el sillón lleno de pieles y cojines, un regalo del rey el cuál estaba adornado con relieves de lobos perro y serpientes, Jacken se inco para retirarle las partes de la armadura manchadas de sangre, lodo y cosas que, de verlas alguien que no estuviera acostumbrado, vomitaría.
Una vez retirada, siguió con la ropa la cuál fué desechada inmediatamente en un cesto para ser quemada luego. Luego de quitar el calzado y la ropa interior, el musculoso cuerpo lleno de cicatrices y suciedad fué iluminado por la luz de un rayo, las mujeres maravilladas por tan celestial visión, se sonrojaron cual tomates maduros, desviando la mirada ante el rostro molesto del ayudante del joven amo. Sesshomaru sin tomar en cuenta al público femenino se encaminó con tranquilidad a la bañera de madera, la cuál terminó tirando la mitad de su contenido al ingresar el cuerpo del conde, una vez dentro, cerro los ojos y lanzó un suspiro de satisfacción. Las mujeres se apresuraron a enjuagar su larga cabellera la cuál requirió por lo menos cinco lavadas para que recuperara su hermoso color de la ceniza. Una vez limpio, brilló como la seda, las chicas se maravillaron ante la suavidad y belleza de aquel cabello, además de seguir admirando con disimulo y a sus anchas el cuerpo bien formado de su señor. Estaban felices pues lo disfrutarían durante toda esa noche y los demás días que fueran requeridas, otras chicas las cuales fueron desvirgadas por él, contaban las dotes de gran amante que era además de su masculina y bien dotada virilidad.
Por lo menos tuvo que ser cambiada cinco veces el agua hasta que el amo quedó satisfecho. La gente en aquel entonces, no confiaba mucho en el agua para la limpieza, mucho menos en el baño diario, pero el joven amo, adquirió la costumbre de asearse por lo menos dos veces al día gracias a su madre que era una dama maniaca de la limpieza. Por supuesto, exigía lo mismo para quienes lo servían, si no obedecían eran azotados y enviados a los calabozos.
Después de la enfermedad de su madre, Sesshomaru se refugió en las guerras, su padre se quedó en el castillo tras la muerte de la condesa y comenzó el declive y la depravación desenfrenada de Toga Vladislao. Después de la gran discusión entré ambos y por la consiguiente locura de su padre. Entonces, llegó la hechicera . . . y los sacrificios comenzaron.

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