Capítulo 17: Sálvame Minji.

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         Minji quiere intervenir, pero ella fue quien me entregó y mi cuerpo es un recipiente para la secta.

         Abrí los ojos viéndome acompañada de un par de encapuchadas que mantenían la repetición de la frase con un tenor cantico. Intenté tomar aire, pero mis costillas estaban lastimadas, sentía tanto dolor que al final no sentía, se apoderaban de mi cuerpo violentos espasmos, creí que sufriría un paro cardiaco y que sería momento de escapar de la tortura, pero no ocurrió y seguí gritando.

         Una de las encapuchadas me tomó la mandíbula girando mi cabeza hacia ella, tenía una voz gruesa y se veía imponente, me hizo un gesto de silencio con la mano y me zafé de sus sucios dedos. Horrorizada supe que ella tenía que ver con mis fracturas por la sangre en sus manos y el mazo de hierro que descansaba junto a ella.

         Busqué a la religiosa entre la gente, estaba ahí, en el mismo lugar, sus labios oraban el cantico y por primera vez quise morir, le supliqué a la otra encapuchada, le supliqué a las personas tras las túnicas, le supliqué a Minji.

—Acaba con mi sufrimiento —Le pedí mirándola.

—Lo siento —Era lo único que podía leer de sus labios, no era capaz de mirarme, eso me hería más.

—¡Deja de decir que lo sientes y ayúdame! —Estaba desesperada.

         La persona junto a ella rompió la fila para voltearse a mirarla, Minji negó con la cabeza, esa persona la debe haber regañado porque la religiosa tuvo que abandonar la abadía.

—¡Minji!, ¡Minji! —La vi salir.

—¡Ayúdame por favor! —Grité cuando cerró la puerta.

         El horror me recorrió en cuanto su presencia desapareció, el dolor fue más real que antes y los gritos de aflicción se intensificaron, la garganta me quemaba, desfallecía, pero seguía exigiendo su presencia, con fuerzas, con ganas, con la voluntad que me quedaba.

         Miré hacia la puerta sin esperanza y la vi asomada, vi esos ojos descubiertos de la túnica, su cara de angustia, sus ojos donde me reflejaba a lo lejos en su iris y visualizaba el estado violentado de lo que quedaba de Yoohyeon.

         Grité por última vez su nombre encontrando vacío donde antes tuvimos un clic y la mano de la misma religiosa a mi lado llevó mi cabeza hacia atrás, sosteniéndola firme desde mi pelo, una aguja del grosor de un rayo de bicicleta atravesó mi labio superior a manos de la otra mujer con cara de durazno y prominentes labios, no pude emitir algún otro sonido del shock que me estaba causando la situación, veía y peor aún sentía un hilo rústico deslizarse por mis labios y me cerraba la boca como si se tratase de un saco descosido.

         Le estaba debiendo lagrimas a mi cuerpo, ya no podía ver su nefasta cara cuando soltó mi mentón y mi boca estaba completamente unida, la vi intentando entrar, pero la otra religiosa no se lo permitió, pidiéndole que saliera.
Minji me apuntó y ella la tomó del brazo para sacarla.

Los cantos concluyeron, la religiosa y Minji entraron otra vez para regresar a sus lugares.

—He aquí, el recipiente prometido del mes, el cordero de Dios, el cáliz de nuestra eucaristía, el vehículo de la vida —Declaró.

         Mi agónico cuerpo se resistía a aceptarlo y me aferraba a la imposible posibilidad de que el amor me salvara.

Mantenme en Silencio | JiYoo | DreamcarcherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora