Capítulo 02: Sor Minji.

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         De haberle hecho caso al aviso, seguiría corriendo peligro ahí afuera, cerca del convento no había lugar alguno con gente, estaba en aprietos y esta situación extrema, me llevó a tomar medidas extremas, le hice caso a mis instintos, miré la altura de la antigua reja, el letrero de lata  desgastado, atornillado fuerte con la advertencia que amenazaba con cortarme la piel si daba cualquier paso en falso, pero necesitaba la ayuda.

Rodeé un poco la entrada y descubrí fierros a la vista en uno de los pilares deteriorados del portón que me ofrecían ayuda, cerré bien mi impermeable para evitar que se enganchara en algún alambre rebelde y luego de un impulso logré elevarme del piso, el viento resopló de golpe, casi secó el sudor de mi nuca cuando hizo bailar mi pelo, entonces exhalé vapor caliente para animarme a seguir.

—Vamos Yoohyeon, es tu culpa estar aquí, debes pedir auxilio para regresar a casa.

Me apoyé en el muro de adobe a los pies de la reja, trepé sosteniendo con la mano, las barras de metal oxidado a la vista del pilar, escalé cuidadosamente avanzando hasta llegar a la cúspide de largas puntas amenazantes, tuve cuidado de no resbalar, para ese punto había comenzado a amanecer y el letrero seguía manteniéndome en jaque esta vez desde abajo, esperando cercenarme alguna extremidad.

Sostuve mi peso en ambos brazos con las manos firmes y terminé de cruzar una pierna tras la otra, ahora con las puntas amenazantes señalando mis ojos. Con más miedo que voluntad logre apoyar los pies y descender poco a poco, había logrado entrar.

— Ojaláque no haya perros sueltos — Me dije luego de dar un gran suspiro delante del alba, limpiando mis manos en mi ropa aún entre niebla y el cuerpo tan frío como esa reja.

Estaba ya totalmente cansada.

Flaqueando salí de detrás de un anticuado invernadero, llegué a un pasillo semiabierto, donde exploré escondida por el miedo que causaba estar ahí, buscaba alguna persona, pero aunque limpio, el lugar parecía abandonado, por lo que decidí sentarme en el último escalón de la entrada lateral a una abadía, esperando el completo amanecer y abrazando mis adoloridas piernas.

Al menos si moría por hipotermia, mi cuerpo será encontrado por alguien en algún momento.

Cerré los ojos con la cabeza apoyada en la barandilla, tratando de darle calor a mis rodillas con el poco aliento que me quedaba, entonces sentí como una tibia mano se me posaba en el hombro, pensé que si morí congelada, era la mano de algún ser que me llevaría al más allá y no me equivoqué, era un ángel negro, el más hermoso y pálido ángel en todo el bosque, me ofreció sus manos para pararme, ya estaba dispuesta a pasar al otro plano de la vida, me hizo la señal de silencio y seguí su caminar hasta una puerta al final del mismo pasillo donde estuve antes, entramos a una habitación dentro de otra, la que tenía un crucifijo sobre la cabeza de la cama e innumerables libros, ahí dentro estaba cálido, con un par de velas centelleantes, se sentía paz. Este ángel salió y vino frente a mí con una jarra que contenía sopa caliente, cerró sus ojos y asintiendo con la cabeza me hizo entender que debía beberla.

Mi cuerpo recuperó su calor, ahí me di cuenta que seguía viva y que ella era una religiosa de larga sotana negra, bastante hermosa la monja.

—No pienses en eso, blasfema —Me regañé al tiempo que ella doblaba pañuelos.

—Discul... —No alcancé a terminar la palabra, ella se volteó con una cara inexpresiva y volvió a pedir silencio alzando su dedo índice contra sus labios.

 Quedé en silencio porque un montón de pensamientos pecaminosos provocaron ese gesto, los más vulgares en mi hasta ese entonces. Me mordí los labios con deseo, pero mis malas intenciones se vieron opacadas por el llamado de un campanario, pude contar seis campanadas, la monja se puso de pie, se volteó hacia donde yo estaba sentada y muy amablemente me miró.

—Buenos días, yo soy Sor Minji, te veo desorientada, estas un convento, aquí se practica el voto de silencio desde la seis de la tarde, hasta las seis de la mañana. Es por esto que no te hablé antes.

Abrí un poco la boca al escuchar su melodiosa voz.

—¿No hablan nada en esas doce horas? —Fue lo primero que se me ocurrió preguntar con asombro, queriendo entender.

—No hay nada de qué hablar, todas contamos con labores asignadas —Replicó levantando levemente los brazos.

Me miró por unos segundos y me preguntó que hacía sentada en la escalera donde me encontró casi congelada por el frío, yo le expliqué que me perdí en el bosque y que hallé un camino que finalizaba acá, pero no encontré la forma de entrar, así que trepé la obsoleta reja y ella se sorprendió señalando lo peligroso de mi actuar, pero comprendiendo que fue una emergencia.

—¿Cuál es tu nombre niña? —Preguntó.

—Soy Yoohyeon, mucho gusto —Respondí, estirando mi mano para saludarle, pero sólo contestó con la cabeza y con otra pregunta.

—¿Dónde vives? —Con curiosidad.

Bajé mi mano, le expliqué el problema que tuve la noche anterior, que no sabía llegar, toda la vida padre y madre me llevaron a la cabaña y, esta era la primera vez que regresaba luego de su muerte, pero mi hermana mayor Handong fue quien condujo, yo solo vine jugando videojuegos.

Estaba en aprietos.

—Entiendo, no te puedo abandonar a tu suerte, pero tampoco te puedo mantener aquí —Dijo.

—¿Por qué no? —Pregunté ingenuamente.

—Porque es un claustro, es decir, aislamiento total de la vida civil. Ni siquiera debería estar hablando contigo —Señaló preocupada.

—Está bien Sor, yo me puedo ir por donde entré, ya debe haber amanecido —Le contesté, pero ella dijo que ya era tarde, que no puedo salir de ahí durante el día o tendría graves problemas, pues estábamos en su habitación.

Mantenme en Silencio | JiYoo | DreamcarcherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora