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Los días siguientes a ese fueron bastante iguales.

En todos, Mori forzaba a Dazai a ponerse esos vestidos, y lo llamaba "Akiko".

Eso no hacía nada más que despertar la curiosidad del niño. Pero no se atrevía a preguntar quién era esa tal Akiko.

Antes, quería conocer mejor a Mori, acostumbrarse más al hogar, y tratar de buscar información por su propia cuenta.

Pero era casi imposible.

El azabache le impedía salir a menos que fuese con él, y tan solo era para ir a comprar o probarse ropa nueva. Tampoco iba al colegio, sino que estudiaba un poco en casa. Así que en su mente empezó a desarrollar un plan.

Debía comportarse obediente y como "una buena niña" para el gusto de Mori, siendo la nueva copia de "Akiko". Después de eso, al tener su confianza ganada, le podría pedir algún que otro favor. Seguro que de esa manera, Mori no podría negarse.

Así que lograría poder ir al colegio, y ahí, al cabo de unos meses, pedir ayuda. No iba a ser fácil soportar tanto tiempo, pero ya estaba acostumbrado.

Ese ambiente no hacía nada más que recordarle a las cosas de su anterior hogar.

¡Niño malcriado! — Solían gritarle sus padres diariamente.

—Las cosas serían mucho mejor si nunca hubieses nacido.

Un niño de ni siquiera 7 años, soportaba diariamente los insultos, gritos y maltratos de sus "padres". Eso nunca lo llegó a saber el castaño, pero no eran biológicamente sus padres.

La madre biológica de Dazai tuvo un lío con un amante, y abandonó la casa después del nacimiento del castaño. El antiguo esposo de su madre no tuvo más remedio que hacerse cargo de él.

Tiempo después, consiguió esposa, quien tenía dos hijas, mayores que Dazai. Toda la familia le tenía un gran odio a este, y no tenían ningún reparo en demostrarlo. Lo hacían por el simple hecho de que era el resultado de una infidelidad y no llevaba su sangre.

Vivir ahí no era nada más que un infierno hecho realidad.

Llevaba años ya soportando los gritos, golpes y maltratos de parte de esos adultos y sus hermanastras, y llegó un punto en el que no pudo soportarlo más.

A pesar de que no le tenían permitido ni salir de casa, se iba a escapar.

Había estado fuera tan solo un par de veces, así que no conocía nada de los alrededores. Iba a ser difícil, pero prefería eso que a vivir en ese hogar.

Así que, después de planearlo durante varias noches, llegó el día.

Nadie se dio cuenta de su salida, y nadie lo fue a perseguir o a buscar durante los siguientes días.

Pensó que su familia estaría mejor sin él y que preferían no tenerlo en casa.

Tan solo tenía 8 años, no sabía dónde ir ni a quién acudir en esa situación. La gente de la calle no reparaba en él, tan solo le daban empujones por estar en el medio.

Así que terminó yendo a un callejón, el más cercano que encontró y se tumbó ahí a esperar. ¿Qué esperaba? Ni él lo sabía. Tal vez a que algo pasase.

Pasó ahí una noche y la mitad de un día, estaba cansado, hambriento y sediento, además de que le dolía todo. Pero todo el mundo lo ignoraba.

Hasta que llegó aquel hombre que lo acogió. Dazai creía que iba a ser su salvación, pero estaba muy equivocado con eso.

Después de pasar un rato sumido en sus pensamientos y recuerdos, Mori entró en la habitación en donde se hallaba el niño. 

—¡Akiko, querida! ¡Ten, te compré un nuevo vestido! Pruébatelo.

Una vez dicho eso, le tendió el vestido. Dazai no tuvo más remedio que acercarse y ponérselo si quería poner en marcha su plan.

Así que hizo lo que le pidió el azabache sin rechistar, la cual cosa lo dejó algo sorprendido, pero no le desagradó.

—¿No vas a poner resistencia? Buena niña, así me gusta. — Revolvió un poco su pelo, y el castaño tuvo que aguantarse las ganas de morderle la mano.

Al notar que el vendado no iba a negarse a seguir las cosas que él le pedía, Mori decidió aprovechar eso para salir a comprar con él.

Dieron vueltas por un centro comercial, en donde Dazai se planteó si pedir ayuda ya o no, pero debía esperar, así que lo descartó.

Estuvieron ahí un par de horas, hasta que el azabache se cansó y lo llevó de vuelta hacia casa.

Una vez ahí, lo hizo probarse cada pieza de ropa que compraron.

—¡Hermosa, te ves hermosa! — Sonreía, mientras le tomaba fotos. El castaño trataba de poner buena cara.

Siguió con la pasarela hasta terminar con todos los vestidos, la cual cosa le tardó unas buenas horas.

Terminaron a la hora de cenar, el castaño estaba hambriento, pues no probó bocado desde ayer. Por suerte, Mori le preparó una gran cena como "un premio" por portarse bien.

—Espero que sea de tu agrado, Akiko.

Dazai reprimió un gruñido cuando el mayor lo llamó por ese nombre, empezando a comer.

—Dime, ¿por qué has decidido dejar de poner resistencia? Quiero decir, ¡claro que lo prefiero así! Pero, me sorprende que ya aceptes que eres mi dulce hija Akiko.

El vendado tragó la comida que estaba masticando antes de contestar.

—Debo estar agradecido de que me hayas brindado un hogar, padre.

—¡Claro que debes estarlo! Me alegro de que lo entiendas.

Después de esas cortas palabras, le dio un par de palmadas en la cabeza y abandonó la sala, dejándolo a solas.

Dazai lo prefirió así, siguió comiendo con más tranquilidad hasta dejar el plato limpio. Al menos había podido disfrutar de la comida.

Después de comer, dejó el plato a lavar y subió las escaleras hacia su habitación a descansar un rato. Había sido un día largo, pero estaba logrando su objetivo.

Poco a poco, se iba ganando la confianza de Mori.

Así que por el momento hacía lo que podía para ir avanzando.

Llegó a su cuarto, se quitó el vestido que llevaba puesto y se puso su pijama y se acostó en la cama.

Seguía preguntándose quien era esa tal "Akiko".

Así que simplemente supuso que, cuando fuese al colegio, le podría preguntar sobre eso a alguien.

Mientras, simplemente tenía que soportar y esperar a que llegase ese momento.

Daddy's boy? - [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora