Principe de Hielo (III)

Capitulo XXXIII

Tan pronto como todos regresaron a sus apartamentos después de la reunión con la Reina, Keisuke dijo: —Déjanos, Derrel. —Por supuesto, mi señor —dijo su asistente con una reverencia y se fue. —Cierra la puerta, Senju. Draken intercambió una mirada con Senju. Keisuke estaba de un humor extraño, con sus escudos completamente levantados y su rostro cerrado, con una expresión severa y decidida en su mandíbula. Había estado así desde que había regresado a la oficina de la Reina después de su pequeña charla con el Príncipe Heredero. A diferencia de él, el Príncipe Chifuyu parecía más agradable y de mente abierta después de su conversación. Le había dicho a la Reina que, después de escuchar los pensamientos de Lord Tai'Lehr, ya no se oponía a que la Reina le brindara su apoyo a la colonia. Draken había notado que, a pesar del cambio de opinión, Chifuyu había evitado por completo mirar a Keisuke. Ambos estaban actuando malditamente mal, en opinión de Draken.

Senju se encogió de hombros y silenciosamente hizo lo que le decían, aunque normalmente se habría quejado de no ser una sirvienta. —¿Qué se arrastró por tu culo y murió? —Dijo suavemente—. Fue bien, ¿no? Aunque la Reina todavía no ha dicho que sí, puedo decir que está mucho más cerca de sí que de no. Y no fuimos arrestados en el acto —Ella se rió entre dientes—. ¡Éxito! Nadie sonrió. —No es suficiente —dijo Keisuke, caminando hacia el bar y sirviéndose una copa de brandy Alkeran—. Tenemos que hacer mucho más que convencer a la Reina para asegurar el éxito — Tomó un trago—. ¿Y si cambiamos el plan? Draken frunció el ceño. —¿En qué manera? Keisuke volvió la cabeza y lo miró. —Cada voto en el Consejo será importante. Los dos votos que tiene tu gran clan pueden llegar a ser cruciales. El corazón de Draken dio un vuelco. —¿Quieres que me presente? ¿Ahora? Pero... —Se interrumpió, su mente acelerada. Odiaría decir que estaba entrando en pánico, pero sus pensamientos y emociones cambiaron tan rápido que estaba luchando para procesarlos. Suspirando, Keisuke se acercó y puso sus manos sobre sus hombros, encontrándose con la mirada de Draken. —Mira, sé que no era el plan. Sé que todos pensamos que te presentarías solo cuando tengamos pruebas innegables contra Dalatteya y su hijo, pero ahora necesito tu ayuda. Es importante, Draken. Eres el legítimo rey del Quinto Gran Clan. Este es tu derecho de nacimiento. Draken frunció el ceño. Odiaba la capacidad de Keisuke para hacer que suene tan razonable cuando lo que él sugería era pura locura. —Un rey muerto no te sería útil. Ella todavía envía asesinos a la jodida Tai'Lehr, ¿y quieres que viva en su palacio? La mirada que Keisuke le dirigió fue un poco triste pero casi intransigente. —Es tu palacio, no el de ella, Draken. Eres el heredero al trono. Tú ya habrías sido el rey si no fuera por ella. Incluso si aún no podemos demostrar de manera concluyente que ella fue la que intentó asesinarte, tendrás la autoridad para enviarlos a ella y a su hijo fuera de tu palacio. Ya no eres ese niño de diez años. Tienes edad y ya no tendrá poder del regente. Draken se burló. —¿Qué pasó con mantenerme en Tai'Lehr por 'mi propia seguridad?' Tu padre me mantuvo prisionero en Tai'Lehr durante la mayor parte de mi vida, ¿y ahora dices que puedo irme? ¿Así? Keisuke lo miró fijamente. —No soy mi padre. A diferencia de él, confío en ti. Confío en que no nos traicionarás. Podrías haberte ido en cualquier momento desde la muerte de mi padre. No te hubiera detenido, y lo sabes. Te quedaste porque elegiste hacerlo. 

Draken lo miró, sintiendo una oleada de ira. —Eres peor que tu padre, ya sabes. Al menos tu viejo no era un bastardo tan manipulador. La mano de Keisuke le apretó el hombro. —No te estoy manipulando —dijo, mirándolo a los ojos—. Eres como un hermano para mí. Sé que te envío al foso de la víbora, pero es porque creo en ti. No eres el chico indefenso que alguna vez fuiste. Eres uno de los telépatas más fuertes que he conocido. Eres uno de los hombres más fuertes que he conocido. Puedes protegerte. Confío en ti. Necesito tu ayuda, War. Maldito infierno. A veces realmente odiaba a Keisuke y su capacidad de liderazgo natural. Fuera de ellos, Draken era el que iba a ser un rey, por el amor de Dios. Keisuke era un líder más peligroso de lo que nunca había sido su padre: inspiró la verdadera lealtad. —Bien —Draken mordió, sacudiendo la mano de Keisuke. —Espera —interrumpió Senju, sonando incrédula—. Has dicho que Draken era uno de los telépatas más fuertes que había conocido. ¿Conociste a alguien más fuerte que él? La cara de Keisuke era sombría. —Bueno, Idhron es casi seguramente un Seis, también. Pero también está el Príncipe Heredero del Segundo Gran Clan, Hajime'ngh'chaali. Él podría ser más poderoso. La boca de Senju se abrió. —¿Es un siete? ¿De verdad? Draken frunció el ceño, un poco inquieto, también. Keisuke se encogió de hombros. —Creo que sí. Pero dudo que Hajime tenga algún entrenamiento, así que todo se nivela al final. No es relevante en este momento... —Se calló, una mirada pensativa parpadeaba en sus ojos—. O tal vez es relevante. Nadie en el Consejo sabe que Hajime es un telépata de tan alto nivel. Obviamente, es de suma importancia para él mantenerlo en secreto. —Por favor, dime que no estás considerando chantajear a un Siete para que te ayude —dijo Senju débilmente. Cuando Keisuke no lo negó, ella lo fulminó con la mirada—. ¿Estás loco o eres suicida? Draken resopló. —Sólo enamorado. Senju le lanzó una mirada de sorpresa. —¿Qué? ¿Qué quieres decir? —No soy suicida —Dijo Keisuke, cortando el interrogatorio de Senju—. Incluso un Siete no será rival para un Seis entrenado y dos cinco entrenados. —Que bien que nos lo preguntes —dijo Senju, no sin sarcasmo. —Suponiendo que todo vaya bien —dijo Keisuke, ignorando su comentario—, Tendremos seis votos asegurados: los votos del Segundo Gran Clan, Tercero y Quinto. Estos son algunos de los clanes más poderosos, por lo que es muy probable que los clanes más pequeños sigan su ejemplo. Lo cual es excelente, pero puede que no sea suficiente. —¿Quieres chantajear a alguien más? —Senju dijo, su voz aún sarcástica y seca. Keisuke regresó a la barra y tomó otro trago de su brandy. —Tal vez —dijo, sus ojos brillando con algo oscuro y determinado. Sacudiendo la cabeza, Draken se juró a sí mismo que nunca se enamoraría. El amor era un puto veneno, peligroso para uno mismo y para los demás. Convirtió incluso a los hombres más racionales en tontos suicidas imprudentes.