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¿Esperabas a Jeno hoy? Sí. ¿Creías que volvería a casa dos horas antes del trabajo? No.
Si lo hicieras, no estarías tirado en tu cama, desnudo y con las manos sobre tu coño. La pura necesidad de estimulación te hacía imposible mantener las manos quietas y como tu novio no estaba allí tuviste que tomar el asunto en tus propias manos. Ya estabas agotada, con el pecho agitado cuando lo viste apoyado contra la puerta de tu habitación con la sonrisa más grande plasmada en su rostro.
"¿Necesitas ayuda con eso?"
"¡Joder!", jadeas en estado de shock, cerrando las piernas y cubriendo tu cuerpo tanto como sea posible. "Me asustaste."
"¿Atrapado en el acto?", canta sugestivamente, dirigiéndose ya a tu cama. Pronto, sientes que tu colchón se hunde bajo su peso, las manos en tus rodillas y separándolas. "Vamos. Abre esos muslos para mí".
Te quejas de vergüenza, siguiendo su pedido. No puedes ver lo que hace, pero su reacción muestra evidentemente cuánto le afecta la vista, con las cejas fruncidas y los labios entreabiertos en un silbido.
"Estás goteando", observa el obvio dedo medio que se hunde fácilmente dentro de ti.
"Cuidado", le adviertes, el delicioso estiramiento te hace dejar caer la cabeza contra la almohada nuevamente. "Estoy sensible."
"¿Estás cerca, bebé?"
"Yo, eh... ya vine. Dos veces."
Cierras los ojos avergonzado después de ver los suyos abrirse de par en par, sorprendido con tu respuesta. No esperabas que él también pasara su dedo índice por tu abertura.
"¿Y aún no has terminado?"
"No se siente tan bien como cuando lo haces", admites, y gimes su nombre cuando acelera el ritmo.
"Jodidamente insaciable", murmura Jeno, inclinándose para dejar besos en tu cuello. No puede evitar morder la suave piel, haciéndote maullar y su mano acercándote a otro orgasmo.
Especialmente cuando las yemas de sus dedos rozan ese punto dentro de ti que te vuelve loco.
"¡Sí! ¡Ahí mismo!", lo elogias y él escucha, moviendo su boca hacia abajo para chupar una de tus tetas. Juras que te quedas ciego cuando su lengua pasa sobre tu pezón.
"Me encanta cómo te ves con mis dedos dentro de ti. ¿Se siente bien?"
"Se siente increíble pero es... Es mucho".
"Puedes soportarlo", te asegura, riéndose entre dientes. "Eres una buena chica. Puedes darme uno más".
Tus muslos tiemblan incontrolablemente cuando tu orgasmo te golpea, amortiguando tus gritos con tu mano para que los vecinos no vuelvan a quejarse contigo.
Y luego sientes una nueva sensación en toda la parte inferior de tu cuerpo, el calor líquido se extiende entre tus muslos y alarga el placer. No estás seguro de lo que está pasando cuando escuchas los sonidos húmedos de los dedos de Jeno chasqueando contra tus labios inferiores, el líquido transparente mojando la manga de su camisa y el reloj plateado que lleva puesto. Ambos están mirándose cuando se detiene, sus ojos brillantes y los de él oscuros como siempre. Sólo tienes que gemir cuando se mete los dedos empapados en la boca.
"Eso estuvo tan jodidamente caliente. No sabía que podías hacer eso".
"Yo tampoco."
Sin decir una palabra más, comienza a quitarse la ropa del cuerpo una por una, quedándose solo en sus boxers de donde se asoma su longitud dura como una roca. Acostado boca abajo en tu cama, separa aún más tus piernas, con la cabeza entre tus muslos.
"¿Qué estás haciendo?"
"Quiero verte hacer eso otra vez"
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