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          Este no fue un pedido de por si? Más bien una sugerencia de Shichiro23xD que luego fue incitado a escribir por CIP_18 así que, eh, tomen esto como un fanfic del fanfic Kame, Usagi, ajá(¿

          //TW: vomitos, hurt-nocomfort

          Leonardo era el sol y la luna juntos.

          Era el sol cuando brillaba radiante a plena luz del día; cuando corría y reía y lo tomaba de las manos para guiarlo hacia alguna cosa que le pareciera interesante, cuando giraba con la gracia de los remolinos en el viento al bailar junto a los niños en el pueblo.

          Era la luna cuando la tarde caía y las estrellas comenzaban a adornar una a una el cielo; cuando se sentaban en un árbol y él se recostaba en su hombro, cuando escuchaba con los ojos cerrados los largos poemas que le traía y sonreía suavemente al escuchar un verso en especial que le había gustado.

          Leonardo era el sol y la luna juntos, quien había llegado a formar su mundo de nuevo desde las cenizas y se había posado orgullosamente en el centro, iluminando cada rincón de ella, dándole vida a todo lo que su luz tocaba. Leonardo era esa columna que si se quitaba derrumbaría todo lo que había construido alrededor, tan indispensable para sobrevivir como el aire que respiraba.

          Su amor había crecido en forma de semilla en lo profundo de su corazón el día en que lo vió sonreír por primera vez, dieron raíces que lentamente se volvieron más gruesas, más fuertes, que se aferraron y estrujaron hasta hacerlo sangrar. De las gotas que caían una a una se nutrieron los tallos de una enredadera que apretó sus pulmones; las grandes hojas verdes que brotaban en cada risa que salían como cascabeles de los labios del chico. Acorralaron a su alma en una prisión, tomaron el control de su mente y la intoxicaron con el dulce veneno que nacía de las filosas raíces y bombeaba mezclada en sus venas, llenaron todo del nombre de Leonardo hasta que no hubo nada más, nadie más.

            Entonces, en silencio, empezaron a también exprimir su alma para formar capullos.  Capullos cerrados con delicadeza, esperando pacientemente la temporada de florecer.

          Ese día llegó a los pocos meses de conocerse, una de sus noches en un restaurante casi vacío. Su sol y luna lo había mirado a los ojos, un sutil destello de cariño fraternal en sus iris, y, usando un tono de voz entre casual y sería, habló.
      
          —¿Sabes? Eres el mejor amigo que podría tener...

          Primavera había llegado para sus flores, en medio del invierno.

          Recuerda haber sonreído, haberle dicho que sentía lo mismo, recuerda que él le dió un empujón gentil en el hombro acompañada de una risilla y siguió hablando con tranquilidad sobre sus estudios. Recuerda que los tallos le apretaron tanto que le quitaron el aire por un momento, que el veneno de repente se sintió tan amargo que tembló. Recuerda que lo ignoró todo hasta que llegó a su casa, a mitad de la noche, y se desplomó contra la puerta de entrada apenas la cerró detrás suyo.

          Los capullos habían madurado, y no se había dado cuenta de qué tantos habían crecido hasta que fueron demasiados como para contenerse dentro.

          Los tallos comenzaron a trepar por su garganta, a lastimarla, a cortarle la respiración, le obligaron a toser para tratar de recuperar un poco de estabilidad y todo lo que logró fue manchar el suelo de sangre oscura y espesa que no sería fácil de quitar. Se apoyó con una mano en el suelo, se apretó el cuello con la otra en un intento de calmar el dolor punzante que le amenazaba con desmayarlo por las náuseas, pero nada ayudó. Nada ayudó cuando las flores empujaron hacia afuera hasta que las sintió en la punta del paladar, cuando las expulsó mezcladas en sangre y saliva, arcadas que ardían peor que dagas clavadas en su piel.

              Sus orejas temblaron, encogidas, cuando, entre jadeos agitados y sollozos, abrió los ojos y vió a la causa de la escena.

              Hermosas flores, botones de oro, descansaban en el piso de madera debajo suyo.

          Pétalos rotos, enteros, flores intactas yacían allí, representantes de quien había plantando la semilla en primer lugar: Leonardo. Ambos significando amor, juventud, vitalidad, ambos siendo tan bellos que dolía.

          Los miró por un largo rato, mientras intentaba regular su pecho. Observó las flores con miedo, angustia, con adoración. Porque esto era causa de su amor, esto era causa de él, y no podría por todo lo que era odiar algo de él. Incluso esto.

          Con manos débiles, tomó las botón de oro, se acomodó en el suelo, y las tocó con gentileza. Tan delicadas como Leonardo, incluso manchadas en sangre, tan...

          Tan suyas.

          Si su muerte iba a ser por amor, por este amor, que así fuera.

          Entonces, las acercó y le dió un suave beso a los pétalos: una promesa silenciosa de reverencia eterna.

          Leonardo era su sol y su luna juntos.






          #miedo

Leosagi DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora