Capítulo Tres: Propina.

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—Pensaba que este era un negocio familiar. —Dijo una de las señoras sentadas en la mesa situada al lado de la ventana.

—Lo era, pero hace dos años el hijo de la dueña se fue porque la cafetería no daba muchos beneficios. Y dejó a su hija pequeña aquí, mientras él se iba con una cualquiera. —Comentó con disgusto la mujer que estaba a su frente.

—Pobrecitas. —Susurró la otra mujer con lástima pensando en la pequeña.

—No sé si me dan más pena ellas o los jóvenes empleados que tienen aquí. —Negó con la cabeza ante la situación tan triste. —¿Sabes que ninguno de ellos cobra nada por su trabajo? —Interrogó. 

—Sí, algo escuché sobre eso, no ganan lo suficiente como para pagarles un sueldo. —Finalizó dando un sorbo a su té, con la misma expresión de pena que mantuvo durante toda la charla.

El hombre robusto sentado al lado del pequeño acuario dejó de escuchar la conversación entre las señoras en cuanto acabó su comida y se fue en silencio sin despedirse de nadie, como siempre hacía. 

Pero esta vez algo fue distinto. Sobre la mesa dejó más dinero de lo habitual, muchísimo más.

Y de un día para otro, empezaron a llegar cada día más clientes al pequeño local. Por alguna extraña razón, muchos de ellos llegaban golpeados. 

Dulce Pecado | Taiju ShibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora