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Evité a mi esposo como un maldito cobarde. Me enorgullecía de mi moderación, pero en su compañía, comprobaba que había estado equivocado. Cada nuevo intento de su parte por seducirme derribaba otro trozo de mi muro.

Hoseok no se dio por vencido. Una parte de mí quería que siguiera su persecución hasta que perdiera la batalla, la otra parte, aún más fuerte, necesitaba que se detuviera antes de que le mostrara por qué evité el matrimonio durante tanto tiempo. Nuestro primer beso despertó algo en mí que tuve problemas para encerrar, un hambre tan desenfrenado y salvaje que amenazaba con despertar las partes de mi naturaleza que no tenían lugar en un matrimonio. Y así seguí rechazándolo. Por mi bien, pero más que eso, por el suyo.

Me quedé mirando la chimenea oscura. Las últimas brasas habían muerto a diferencia de la ira ardiente dentro de mí. Era difícil determinar la fuente de mi ira. La mayor parte de ella estaba dirigida a mí, pero una parte era por el omega que no la merecía. Hoseok.

Lo resentía por el deseo que despertaba en mí. Me hacía sentir desquiciado de una manera con la que no estaba familiarizado. Nunca había experimentado este tipo de deseo sexual, esta necesidad de consumir a alguien.

El sonido de unos botines en el piso de madera dura atrajo mi atención pero no me giré. Hoseok se cernía cerca de la puerta, hermoso como siempre.

—¿Es verdad que frecuentabas el Club Palermo?

Mis dedos alrededor del vaso de whisky se apretaron. No quería hablar del pasado, y menos aún que me recordaran mis necesidades primitivas.

—Pertenece a la Organización, pero eso fue mucho antes de nuestro matrimonio.

—Entonces, ¿no te molesta la compañía de prostitutas, pero no puedes tomar la virginidad de tu propio esposo?

La conmoción estalló a través de mi compostura. Miré a Hoseok. ¿Virginidad?

Un deseo tan intenso que casi destrozó mi control se apoderó de mí. Lo detuve con pura fuerza de voluntad.

Hoseok huyó de la habitación.

Con una calma forzada, bajé el vaso y lo seguí, incluso si mantener mi distancia con mi esposo demasiado tentador era perjudicial.

Encontré a Hoseok en el dormitorio, mirando por la ventana. Me acerqué a él hasta que pude ver su cara inclinada en el reflejo.

—¿Virginidad? —pregunté, deteniéndome detrás de Hoseok quien siguió mirando por la ventana, intentado ocultar su rostro de mí—. Eunwoo y tú estuvieron casados por cuatro años.

Pensé en los intentos de Hoseok por seducirme. Parecía inexperto y torpe, pero le eché la culpa a sus nervios de estar con otro alfa que no era su primer esposo. Ahora, al reflexionar en sus acciones más a fondo, me daba cuenta de que probablemente podrían estar vinculadas a que él nunca había estado con un alfa, pero la pregunta seguía siendo: ¿Por qué era virgen después de haber estado casado?

—Hoseok —dije con más firmeza.

—No debí haber dicho nada —susurró—. Fue solo una expresión. No lo quise decir literalmente. Como dijiste, Eunwoo y yo estuvimos casados por cuatro años. Claro que no soy virgen.

Estaba mintiendo. No tuve problemas para detectar la mentira y eso aumentó mi ira. Pocas personas se atrevieron a mentirme y todos pagaron un precio muy alto por ello, pero Hoseok sabía que estaba a salvo. A salvo de la naturaleza cruel de mi ser, pero eso no significaba que no tenía otras formas de coaccionarle la verdad. Tomé su cadera. Él saltó sorprendido y chocó contra el alféizar de la ventana con un jadeo.

nothing without you, vhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora