02

17 5 0
                                        

Mi mente vagó a Hoseok, a su admisión. Había elegido a un omega casado porque no quería la carga de estar con alguien virgen, porque sabía que no podía ser lo que un omega sin experiencia necesitaba. Un amante gentil que la sostuviera en sus brazos mientras susurraba palabras de adoración en su oído.

El hombre capaz de ese tipo de cosas había muerto con Sun-hee. Ese hombre solo había existido por Sun-hee.

Ser gentil o cariñoso no estaba en mi naturaleza, ahora menos que nunca.

Una parte depravada de mí, la parte que se escondía detrás de trajes caros y una máscara de control total, se regocijó al reconocer la inocencia de Hoseok.

Esa parte de mí quería reclamarlo.

Luché contra el deseo, mantuve mi control externo, cuando sabía que era una batalla perdida. Deseaba a Hoseok, lo quería como la mayoría de los hombres querrían a un omega de su belleza e inexperiencia. Quería poseerlo y corromperlo. No había estado con alguien desde que me casé con Hoseok e incluso antes de eso mis visitas con las prostitutas habían sido poco frecuentes. Mi cuerpo gritaba por la liberación, y no solo por mi deseo, sino también por la ira acumulada hirviendo en mis venas.

Pero Hoseok era mi esposo y merecía algo mejor que el sexo por ira. Sabía que no sería capaz de darle mucho más.

Después de dos tazas de café negro, me escondí en mi oficina a la mañana siguiente nuevamente. Nunca antes evité a alguien. No estaba en mi naturaleza. Prosperaba en el conflicto.

Mis ojos se dirigieron al marco con una foto de Sun-hee. Lo agarré. En estos últimos días, cada vez menos de mis noches habían estado plagadas con el recuerdo de su último aliento. En cambio, las fantasías reclamando a Hoseok habían ocupado mis noches.

Hoseok abrió la puerta.

Dejé el marco rápidamente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi voz sonó áspera.

Hoseok se congeló por un momento antes de cuadrar los hombros.

—Esta también es mi casa, ¿no?

—Por supuesto que sí, pero ésta es mi oficina y tengo que trabajar.

—Siempre lo haces. Quería ver si estabas bien.

—¿Por qué no lo estaría?

—¿Por qué? Porque ayer actuaste muy extraño. En un momento estás tocándome y al siguiente no puedes escapar lo suficientemente rápido.

Si solo supiera...

—No sabes nada de mí, Hoseok.

—Lo sé, y quiero cambiar eso, pero sigues alejándome.

Mis ojos se dirigieron a Sun-hee una vez más.

—Nunca quise casarme de nuevo. Por una buena razón.

—¡No te pedí que te casaras conmigo! —espetó Hoseok, sorprendiéndome con su ira desenfrenada, tan apasionada y estimulante.

Se dio la vuelta y salió corriendo, cerrando la puerta con tanta fuerza que un libro cayó del estante. Como un cazador despertado, lo perseguí y agarré su muñeca.

—Tienes un temperamento imposible.

Sus ojos se entrecerraron y, mierda, quise hundir mi polla en él justo en medio del pasillo.

—Es tu culpa.

—Este matrimonio siempre ha sido por razones lógicas. Te lo dije.

—Pero eso no quiere decir que no podemos tratar de hacerlo un matrimonio real. No hay razones lógicas por las que no deberíamos acostarnos. Te acostaste con prostitutas, ¿por qué no puedes acostarte conmigo?

Sus ojos nadaban con confusión y dolor. Hoseok era joven y en algunos aspectos ingenuo, incluso si a menudo presentaba un frente sofisticado.

—Porque estaba enojado y quería follarme a alguien. Lo quería fuerte y duro. No estaba buscando cercanía, sensibilidad o lo que sea que quieres. Tomé el placer que quería, y luego me fui. Lo que tú estás buscando, no te lo puedo dar. La parte que era capaz de ello murió con mi esposa, y no volverá.

Hoseok se acercó más.

—No sabes lo que quiero. Tal vez queremos lo mismo.

—Puedo ver en tus ojos que no es cierto. Quieres hacer el amor, pero no puedo darte eso. Sí quiero poseerte, quiero ser dueño de cada parte de ti, pero no por las razones que tú deseas. Soy un bastardo sin corazón, Hoseok. No trates de ver nada más en mí. El traje de negocios y el rostro sin emociones son la delgada capa que cubre al puto abismo que es mi alma y corazón. No intentes ver debajo de ella, no te gustará lo que vas a encontrar.

Lo solté y regresé a mi oficina.

Terminar el trabajo fue imposible después de nuestra discusión. Lo único en lo que podía pensar era en Hoseok.

Cuando sonó un golpe a la hora de la cena, esperaba que Hoseok me preguntara si comería con él. Al momento en que abrí la puerta, supe que esa no era la razón por la que estaba aquí. Iba desnudo debajo del material sedoso de su bata de baño.

—¿Puedo entrar?

Di un paso atrás y me acerqué al escritorio, lejos de mi esposo, incluso aunque mi interior gritaba para arrancarme hasta la última prenda.

—¿Qué pasa? —le pregunté, acerando mi expresión.

—Me decidí.

—¿Sobre qué?

Hoseok abrió su bata de baño, revelando un cuerpo sacado directamente de mis fantasías más oscuras. Hoseok era alto y delgado con caderas atractivamente balanceadas.

—Sobre nosotros. Sobre el sexo.

Mi ingle se tensó pero me obligué a apartar la vista.

—Deberías irte.

—No me des la espalda. Mírame. Creo que al menos merezco ese pequeño decoro, Taehyung. —No sabía nada—. ¿Soy tu esposo?

—Por supuesto que lo eres. —Lo cual era parte del problema. Si fuera cualquier otro omega, ya me lo habría follado.

—Entonces reclama tus derechos, Taehyung. Hazme tuyo.

Mi mirada trazó sus pezones, imaginando probarlos, chuparlos mientras me hundía en él.

—También tengo necesidades. ¿Preferirías que encuentre a un amante que te libere de la carga de tocarme?

Los celos crudos me atravesaron ferozmente.

—No —gruñí, acercándome a Hoseok. La necesidad de poseerlo me inundó, casi imposible de reprimir.

Hoseok presionó su cuerpo desnudo contra el mío. Lo agarré, tocando la piel caliente de su espalda. El deseo en sus ojos era como un arroyo lento en comparación con el furioso tsunami de mi hambre por él. Hoseok se levantó para besarme pero no bajé la cabeza.

Se alejó tambaleante, herido y huyó de mi oficina. 

nothing without you, vhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora