Capítulo 33

3.1K 161 2
                                    

Los rayos luminosos del sol se filtran por la delgada tela blanca impactando en sus rostros.

Poco a poco sus ojos se abren, se da cuenta de dónde está y con quién. 

Mira hacia abajo y ve una frondosa y oscura cabellera negra. Sonríe extasiado, cual muchachito en pleno enamoramiento. 

La observa dormir tan plácidamente que se queda quieto en su sitio, pues teme que de moverse un centímetro, su dulce princesa despierte.

El tiempo pasa, y su brazo ya se ha adormecido, siente un intenso hormigueo, sin embargo se niega a moverse. 

Segundos más tarde, ella se remueve, abre sus ojos y le regala la sonrisa más hermosa. 

—¿Despertaste? —preguntó él, fingiendo que no la ha visto. 

—Si. 

—Buenos días, ¿Cómo dormiste?

—Muy bien y cómoda &respondió, se incorporó y John se quejó de inmediato. 

—!Oh!, ¿Cuánto rato llevas abrazándome? 

—No lo suficiente —movió su brazo de arriba abajo a medida que el hormigueo desaparecía. 

—Te ayudaré —tomó su brazo y lo masajeó con delicadeza —. Debiste haberlo quitado. 

—¿Y que despertaras?... no. Se siente muy bien tenerte acurrucada a mi lado. 

Luz sonrió. 

—¿Quién nos cubrió? 

—Creo que Lisbeth. 

Durante la noche, luego de comer, ambos se acostaron sobre los cojines, se abrazaron y conversaron por largas horas hasta que la oscuridad cayó sobre ellos e inevitablemente sucumbieron al sueño. 

—¡Qué atenta!, debe haber esperado mucho. 

—Ella es así, me quiere mucho. Después del accidente, no se queda tranquila hasta que llego a casa. 

—¡Qué linda!, eres muy afortunado. 

—Lo soy, estoy rodeado de mujeres que me quieren —contestó con una sonrisa ladina. 

Luz se carcajeó y se aproximó a su rostro para besarlo. Al separarse inquirió —. ¿Y yo soy parte de esa lista? 

—Eso espero.

—Claro que si soy parte.

—Ya lo sabía mi princesa, yo también te quiero, pero no te diré cuánto, porque cuando lo haga me aseguraré de que nunca lo olvides. 

La pelinegra suspiró —. John, ¿Dónde has estado que no nos encontramos antes?

—Perdiendo el tiempo con la mujer equivocada. 

—Y yo con el incorrecto.

—Pero ahora estamos juntos. 

—Si, juntos. Espera… —lo miró con sus ojos bien abiertos —. ¿Eso significa que ahora debo conocer a tu familia?

John lo meditó por unos segundos. De seguro su abuelo trataría de ver a través de ella como lo hizo con Cassandra, y la sola idea de pasar por el mismo dilema le producía un tremendo malestar. 

—Más adelante, ahora no es necesario. 

Luz respiró aliviada, no porque no quisiera conocer a la familia de John, sino porque aquello significaba que él también debía conocer a su familia, y eso es algo que aún debe arreglar, aunque no sepa cómo. 

Te encontré en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora