𝐏𝐑Ó𝐋𝐎𝐆𝐎

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En la historia de la Casa Worwick, existió un príncipe, un guerrero y un rey que sobresalió entre todos los monarcas que le precedieron, no solo por su liderazgo, sino por su extraordinaria peculiaridad.

Era un Worwick rubio, de carácter indomable, alma noble y temperamento feroz. Un hombre de contrastes: tan sereno como explosivo, tan sensato como impulsivo, tan compasivo como despiadado, tan pacífico como conflictivo.

Desde la rendición de los reinos de Nordhia ante la fuerza de los Worwick, bajo el dominio del rey Aiseen el Conquistador, ningún Worwick de cabello dorado había alzado una espada, tensado un arco o blandido una lanza en pro de la guerra.

Hasta que él nació.

El hombre que amó con la misma intensidad con la que odió; que pensaba y hablaba tanto como actuaba; que eligió un equino de crin blanca, en lugar del tradicional dorado que reflejaba su linaje. Su rebeldía y majestuosidad marcaron una nueva era para el linaje dorado y pasivo, transformando la visión del reino, el trono, las conquistas y el pacifismo encargándose de que su legado quedara para siempre en la historia de la Casa Worwick.

Él nació para conquistar lo que para otros era imposible, para cambiar la historia y el legado de los Worwick rubios, aquellos que se enorgullecían de su serenidad y preferencia por la sabiduría y el diálogo como sus mejores armas.

Para él, la sabiduría y el diálogo también eran esenciales, pero fue el único capaz de combinarlos con la espada y la ferocidad de la guerra.

Él fue el primer príncipe rubio, heredero al trono, que fue capaz de empuñar un arco y una flecha.

Valerio I Worwick.

EL REY ARQUERO.

𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎 - 𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐕𝐀𝐋𝐊𝐎 𝐸𝑁 𝐸𝐷𝐼𝐶𝐼Ó𝑁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora