Capítulo 12: Reflejos en la Oscuridad.

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🕛 La medianoche se adueñó del reloj y con ella, mi habitación se convirtió en un santuario de sombras y susurros. Las velas 🕯️, alineadas como centinelas en mi escritorio, titilaban y lanzaban bailes de luz contra las paredes, sus llamas encerrando promesas y secretos. Cerré los ojos y tomé una profunda inspiración, el aire estaba impregnado de cera caliente y determinación.

Abrí mi agenda 📘, y la foto de la chica misteriosa 📷 me saludó como un enigma esperando ser descifrado. Mis dedos rozaron la imagen, mi piel recordando la corriente eléctrica de visiones pasadas, anticipando la inmersión. "Solo una mirada," me dije, "una mirada a través de ella."

Las llamas parpadearon como si comprendieran mi intención, y por un instante, sentí el calor del día en la playa 🏖️, ese calor que anunciaba la risa y los sueños sencillos. Mis párpados se levantaron, y ya no estaba en mi habitación; me había transformado en la chica misteriosa, sintiendo la arena bajo mis pies, el sol ☀️ en mi rostro, la alegría inocente que precede a la tormenta.

Podía ver a Daniel desde estos ojos ajenos, su sonrisa era un faro en la inmensidad del azul 🌊, su risa un himno que se alzaba sobre el ruido de las olas. Pero la felicidad es una criatura esquiva, y en un abrir y cerrar de ojos, el cielo se oscureció y la playa se convirtió en un recuerdo lejano.

La noche se cerró alrededor como un manto, y con ella llegó el miedo, denso y vivo. Corría, los pies de la chica golpeando un suelo que ya no era de arena, sino de asfalto frío y sin alma. El aliento se me cortaba, cada inspiración era un cuchillo y cada exhalación una súplica.

Detrás, el sonido de la persecución, pasos que resonaban con la promesa de un destino que no quería conocer. El corazón de la chica latía furioso en mi pecho, cada palpitación un eco de mi propio terror. "Más rápido, más rápido," imploraba en silencio, pero el silencio es el reino de los cazadores.

La luna 🌙, un testigo pálido y distante, iluminaba la escena con una luz traicionera que dibujaba sombras largas y amenazadoras. Sabía, con una certeza que helaba la sangre, que, si me atrapaban, el regreso sería imposible. Y entonces, justo cuando la oscuridad se cerraba, cuando una mano fría y desesperada casi tocaba mi hombro...

Abrí los ojos. Las velas habían consumido buena parte de su cuerpo, dejando una pequeña montaña de cera sobre el escritorio. Estaba de vuelta en mi habitación, el pecho subiendo y bajando con una ferocidad que no podía contener. La fotografía de la chica y él me miraba fijamente, desafiante, como si me instara a comprender el mensaje entre sus pliegues.

Me envolvía una sensación de urgencia, una necesidad de respuestas que ya no podía ignorar. ¿Quién era ella? ¿Qué le había ocurrido? Y, lo más importante, ¿cuál era mi papel en esta historia que se negaba a permanecer oculta?

Con la respiración aún entrecortada, supe que no podía dejar esto así. Algo había ocurrido, algo oscuro y terrible, y yo era, de alguna manera, parte de ello. Daniel y la chica, sus risas y sus miedos, ahora eran también los míos. Con las últimas llamas luchando contra la cera derretida, hice una promesa en la intimidad de mi habitación encantada: iba a descubrir la verdad, costase lo que costase. Porque algo me decía que, en el tejido de esta historia, las sombras escondían mucho más de lo que las luces revelaban. Y yo, Pau, con un don que no pedí pero que no podía negar, estaba a punto de entrar en el ojo de una tormenta que había empezado mucho antes de que encontrase esa fotografía.

Simplemente PauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora