Microrrelato #3

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Terminamos de cenar hace poco. Crónica en la tele con un recital de Los Palmeras de fondo, la cuenta regresiva marca cinco minutos para el año nuevo.

Mis viejos se levantan y, mientras mi mamá prepara la mesa dulce con sus nueras, mi viejo busca las copas y descorcha las botellas. Champagne para las chicas, sidra para nosotros, el fizz para la abuela y la gaseosa para los nenes.

La mitad de la mesa dulce desaparece en la última charla del año. Ya todos estamos parados, falta apenas un minuto para el brindis. Yo ya tenía la copa en la mano y estaba escribiendo un mensaje para mandarlo a las doce en punto a mi grupo de amigos. Poco a poco la charla se apaga mientras vemos de reojo la cuenta regresiva.

— Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, ¡tres, dos, UNO! ¡FELIZ AÑO NUEVO!

Todos coreamos los últimos segundos y brindamos efusivamente, vaciamos las copas y comenzamos a saludarnos. Rodeé la mesa, besando las mejillas de toda mi familiar y, una vez que volvimos a nuestros lugares, levanté la voz:

— Familia, espero que este año todos tengamos salud, trabajo y, sobre todo, suerte. Deseo de todo corazón que este año todos y cada uno de nosotros lo inicie de la mejor manera posible.

Como respuesta un chiste, un par de agradecimientos y buenos deseos y algo que, con las copas en la mano, pareció ser un aplauso. Levanto el teléfono, intento desbloquearlo y, con la habilidad de un acróbata éste cae, gira, rebota en el borde de la mesa, en la silla y finalmente aterriza cara abajo contra el suelo. En el silencio únicamente interrumpido por el recital de Los Palmeras me agacho y lo levanto. Me voy incorporando, prendo la pantalla y sólo se ve la mitad. Todos me miran, esperando ansiosos saber qué pasó, a lo que pregunto:

— ¿Cuándo se termina este año de mierda?

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