Microrrelato #6

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En uno de mis viajes, llegué a un mundo donde era ilegal reírse. Los estados habían declarado obligatoria la seriedad y reprimían con pena de cárcel cualquier atisbo de felicidad. Encontré que muchos estaban conformes con este sistema, pero otros hacían lo imposible por mostrarse felices.

Los artistas, siempre los primeros transgresores se reunían en secreto para dibujar, pintar y escribir chistes; algunos más locos, incluso contaban gracias o hacían ruidos en la calle; el más antisistema que conocí, tenía el cuerpo lleno de tatuajes que iban desde sonrisas hasta juegos de palabras.

Del otro lado la propaganda rezaba "La diversión llevaba al caos. Es la herramienta de los perezosos y los irreverentes". Tanto lo repitieron que comencé a creerlo, pero finalmente volví a mi mundo. Después de todo ¿se imaginan vivir en un lugar donde te persigan por ser feliz, donde no puedas expresarte con libertad? ¡Qué horror!

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