Si había algo que Cherry Tanaka odiaba, era cuando las personas invadían su espacio personal sin permiso.
También la gente ruidosa.
O la gente optimista.
Monkey D. Luffy era todo eso.
Pero, por una razón inexplicable, no podía evitar sentirse atr...
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NO ERA FÁCIL GANARSE LA CONFIANZA DE CHERRY TANAKA. A la chica no le gustaban los desconocidos, y las pocas personas en las que había confiado, fueron miembros de su familia. Sin embargo, había algo que le hacía tener fé en Monkey D. Luffy. Puede que fuera su actitud tan extravagante, o la facilidad con la que se ofrecía a ayudar a otras personas a pesar de no conocerlas. Era un chico increíble. Y aunque nunca dejaría su vida en manos del adolescente, no podía evitar las ganas que tenía de seguirlo en sus aventuras. Y aquello fue lo que hizo y lo que continuó haciendo por años y años.
—Espero que consigas completar tu sueño, Koby—dijo el moreno, apretando en un fuerte abrazo al chico de gafas.
—Gracias, Luffy.
La de pelo rojo también se acercó, dándole otro abrazo, aunque mucho más corto y sutil. Koby se sonrojó de pies a cabeza, mientras se rascaba la nuca, sin saber muy bien donde poner las manos.
—Espero que llegues a convertirte en un buen marine—le susurró ella, con una sonrisa cómplice que el chico imitó.
—Gracias por todo. Os deseo mucha suerte a los dos.
Luffy sonrió de oreja a oreja y ambos se marcharon—no sin que antes al moreno le diera otro ataque de hiperactividad y agarrase el brazo de Koby para apretarlo de nuevo contra su cuerpo—Cherry simplemente observó la escena en silencio, de brazos cruzados, pero contenta por la relación cercana que habían formado en tan poco tiempo, cosa que para ella era una experiencia nueva. De hecho, todo estaba empezando a ser una experiencia nueva desde que Luffy se entrometió en su vida.
—Venga, suéltalo ya, Monkey—dijo, cogiendo la muñeca del chico del sombrero y tirando. Al principio se resistió, pero acabó por soltarlo y dejarlo ir.
—¡Nos veremos por ahí, Koby!
En realidad, los dos sabían que no iban a volver a verse. Y Koby, aunque no quería pensar en ello, estaba al tanto de que si su amigo conseguía ser uno de los piratas más buscados del planeta, la próxima vez que lo viera tendría que cumplir con su trabajo de marine y condenarlo por sus posibles y futuros crímenes contra la ley. Luffy caminó junto a la chica, y entrelazó sus manos, quitando la de la pelirroja de su muñeca. Cherry miró el gesto con las cejas juntas, extrañada por la cercanía y la actitud del moreno, a quien parecía no importarle que sólo se conocieran de un par de días, y que ese gesto era tan íntimo.
—Luffy—lo llamó.
—¿Sí?
—¿Puedes soltarme la mano?
El desvió sus ojos a sus dedos entrelazados y se puso rojo, como si acabara de darse cuenta de la gravedad de la situación. Le soltó la mano de inmediato, y puso dos metros de distancia entre sus cuerpos, balbuceando. La chica se rascó el brazo, un poco incómoda por el ambiente tenso. Quizás debería haberse quedado callada.