Si había algo que Cherry Tanaka odiaba, era cuando las personas invadían su espacio personal sin permiso.
También la gente ruidosa.
O la gente optimista.
Monkey D. Luffy era todo eso.
Pero, por una razón inexplicable, no podía evitar sentirse atr...
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LUFFY CAMINABA CON ENTUSIASMO POR LOS PASILLOS DE LA BASE MARINA, con una enorme sonrisa en su boca, y dando saltos como si hace menos de cinco minutos no hubieran estado a punto de ser pillados—y probablemente encerrados—por el capitán Morgan, mano de hacha. Cherry le había dicho un par de veces que disimulara un poco y que no hiciera tanto ruido, porque si alguien más los veía, se daría cuenta al instante de que no eran prisioneros y que Nami, la chica del bar, era una completa mentirosa roba uniformes y no una marine a la que habían trasladado.
—Oye, ¿Puedes tranquilizarte?—soltó Cherry, cogiendo del brazo a Luffy. El chico frunció las cejas—. No creo que sea buena idea que camines por ahí como si este sitio fuera un parque de atracciones.
—Lo siento, estoy emocionado—dijo, como si su sonrisa inocente fuera a solucionarlo todo. La de pelo rojo negó con la cabeza y continuó caminando—. Por cierto, ¿Cómo vamos a entrar en el despacho?
Nami miró a ambos lados del pasillo antes de sacar unas llaves de su pantalón.
—¿Cómo?—balbuceó Cherry—. ¿En qué momento se las has quitado?
—Soy una ladrona. Una bastante buena.
—¡Eso es genial! Yo nunca podría haber hecho algo asi—exclamó Luffy, siguiéndola—. Así que, Nami, se te da bien robar y también mentir. Son dos cualidades que me servirían de mucho en mi tripulación pirata, deberías unirte a nosotros.
La chica lo cogió por el chaleco rojo y lo estampó contra la pared más cercana. Luffy la miró desde arriba, un poco extrañado por el repentino cambio de actitud, y Cherry metió la mano en el cinturón de cuchillos como reflejo, por si acaso necesitaba a la chica para defenderlo.
—Voy a dejar una cosa bien clara—habló entre dientes, molesta—. Nunca me uniré a nada de lo que tú formes partes. Odio a los piratas, ¿Me escuchas?, ¡Los odio!
—Bueno, dices eso porque aún no me conoces a mí—dijo Luffy. Nami soltó un resoplido y se separó de él, retomando el camino hacia el despacho. El chico miró a Cherry—. Tiene bastante fuerza. ¿No crees?
—Lo único que creo que es que eres un idiota, Luffy. No puedes ir por ahí preguntándole a todo el mundo si quieren unirse a tu tripulación. ¡Ni siquiera los conoces!—farfulló, dándole un suave empujón para que caminara—. ¿Qué pasa si son malas personas?
—Si fueran malas personas no les pediría que se unieran a mí, Cherry.
Ella se cruzó de brazos, alzando una ceja—. A mí no me conocías de nada.
