Si había algo que Cherry Tanaka odiaba, era cuando las personas invadían su espacio personal sin permiso.
También la gente ruidosa.
O la gente optimista.
Monkey D. Luffy era todo eso.
Pero, por una razón inexplicable, no podía evitar sentirse atr...
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CHERRY DESCANSABA SOBRE LA PEQUEÑA BARCA ROSA, con los ojos cerrados y una mano por encima de su rostro para evitar que la luz del sol chocara contra sus sensibles pupilas. Llevaban horas remando, o bueno, los dos chicos llevaban horas remando, puesto que ella se había negado a hacerlo. Cada vez que a Koby le dolían los brazos y le pedía un relevo, ella le recordaba como lo habían salvado del barco de Alvida, y entonces, se quedaba callado. Lo cierto era que en otra situación no le hubiera importado ayudar, pero estaba molesta.
Y cansada.
Muy cansada.
No era capaz de recordar la última vez que había dormido más de tres horas. Y la constante voz de Luffy contando historias no le tranquilizaba, al contrario, la mantenían despierta y alerta, por si el chico volvía a cometer otra estupidez.
—¿Te comiste una fruta demoníaca?—preguntó el de pelo rosa, asombrado.
—Sí. Pero no sabía lo que hacía—dijo Luffy—. Era la fruta Gum Gum. Me volvió elástico, por completo—metió su dedo índice en su cavidad bucal, y estiró su cachete como si su piel fuera un chicle. Sin huesos.
—¿Si te estiras mucho, explotas y desapareces?—murmuró la chica, de repente fantaseando con que ocurriera.
—No lo sé, nunca lo he probado—le dijo el, demasiado entusiasta, tumbándose junto a ella. Cherry abrió un ojo, y lo miró, con las cejas alzadas—. ¿Intentas dormir?
—Llevo intentándolo desde hace horas, pero tu voz, y el sol, no me ayudan.
Luffy sonrió y se quitó el sombrero de paja, poniéndolo sobre su delicado y un poco rojo rostro. Automáticamente el sol ya no era un problema. Cherry suspiró con alivio y cerró los ojos, dispuesta a intentar conciliar el sueño de una vez por todas.
—Un problema solucionado—escuchó la voz del moreno, un poco distorsionada. No dijo nada, solo se mantuvo en silencio.
—¿Y ahora qué?—dijo Koby—. No tenemos ningún plan en mente. ¿Qué hacemos?
—Claro que hay un plan, amigo mío. ¡Próxima parada, el Grand Line!
Cherry se tapó los oídos, puesto que el grito había sonado muy cerca de ellos. Luffy seguía tumbado cerca suya, tanto, que de vez en cuando sus brazos rozaban. A él parecía no importarle mucho ese dato, pero a ella le estaba poniendo un poco de los nervios. Se apartó, pero el chico de rizos se movió al cabo de unos segundos, volviendo a juntar sus cuerpos. Al final, terminó por rendirse, sabiendo que era imposible tener un poco de espacio personal cuando se trataba de Monkey D. Luffy.
