Capitulo III

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No soy dueño de Naruto, Los Simpson u otra serie que aquí se mencione, ellos pertenecen a sus respectivos creadores.

Capítulo III

Comienza

--X--

¡BAM!

¡BAM!

¡BAM!

Marge Simpson tarareo una suave melodía mientras lavaba los platos del desayuno; una pequeña y armoniosa sonrisa se extendió por su bello rostro ante el ruido del martillo golpeando clavos procedente del techo; el eco del trabajo era acompañado con algunas risas de su hijo mayor y los consejos de cierto rubio de mejillas marcadas que le recordaba al joven tener cuidado.

Cuatro semanas, Marge no podía creer que ya había pasado poco más de treinta días desde el momento que considero el más horrible día de su vida; en aquel entonces llegó a pensar que el mundo a su alrededor se caería en pedazos, que al perder a su esposo su vida y la de su amada familia se transformaría en un constante mar de incertidumbre y penurias.

Y probablemente habría sido así. 

Homero no tenía una póliza de seguro y la planta nuclear dónde trabajó por tantos años se limitó a enviar un jamón. La situación financiera de su familia tampoco era la mejor, a pesar de sus muchos intentos por hacer rendir el sueldo de su marido, los ahorros combinados del par apenas lograron cubrir parte del funeral -sus hermanas gustosamente pagaron lo faltante- su casa tenía una segunda hipoteca y los del banco ya habían enviado un ultimátum con promesa de acciones legales en su contra, sin mencionar las muchas deudas acarreadas durante años y tarjetas sobresaturadas. 

“Mamá ¿Tenemos limones?”.

La voz de su hija llamó la atención de Marge. Sacudiendo la cabeza, la mujer terminó por desterrar aquellos horribles pensamientos. Aunque sus temores no estaban infundados, no tenía caso reflexionar sobre el peor escenario posible, no cuando la vida parecía haberle enviado un ángel para cuidar a su familia.

“¿Limones?” preguntó Marge, secándose las manos con el mandil rosa atado alrededor de su cintura mientras se volteaba a ver a su hija quien estaba en el refrigerador.

“Sí, Naruto y Bart han trabajado mucho y quería hacer limonada para ellos” dijo la niña Simpson con una brillante sonrisa cuando asomo la cabeza por la puerta. 

Marge asintió, de acuerdo en que el par se ganó una recompensa por su arduo esfuerzo en reparar el techo. Caminando a su hija la ayudó a encontrar y sacar los limones antes de llevarlos a la mesa. Madre e hija comenzaron entonces a preparar la bebida helada, Marge cortando con cuidado y Lisa exprimiendo el jugo.

La madre no pudo evitar que su sonrisa se volviera aún más grande ante el feliz entusiasmo de su segunda hija. No solo sus problemas financieros parecían haberse esfumado con la llegada de su nuevo inquilino, también lo hizo el gran temor nacido en los primeros días de la muerte de su esposo y que la atormentó hasta la llegada de Naruto una semana después; miedo por el futuro de sus hijos.

Le aterraba que Bart no tuviera una figura masculina en su vida, un ejemplo a seguir o una guía de cómo ser ‘hombre’. Al igual que solo una mujer puede tratar ciertos temas con sus hijos -ser ese confidente y totem de seguridad- un hombre era aquel pilar inquebrantable al que la familia acudía cuando los problemas tocaban a la puerta. Sí bien, ha conocido personas que pueden encarar ambos roles -como su alguna vez vecina y amiga Ruth- los temores de que sus hijos fueran influenciados por malos ejemplos la mantuvo despierta durante las primeras noches de viudez.

El nuevo vecino de SpringfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora