2. VOLVER A LA VIDA

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El asentarse en un lugar nuevo igual nunca deja de ser difícil por muy independiente que uno fuera. Con lo orgulloso que era, intentaba tanto rascarme con mis propias uñas hasta que me arañé en sobre manera.

Tener carácter fuerte no equivale a no tener vergüenza, y mi batería social -el hacerme notar- se había agotado debido a la cantidad incontable de veces que pasé por situaciones embarazosas.

Desde abrir la puerta de los salones equivocados en medio de una clase llamando la atención de todos los presentes hasta el entrar al baño de las mujeres más de dos veces.

Lo último no lo puedo culpar completamente a la falta de información escolar. Me la pasaba buscando a Sunoo con la mirada por todos los pasillos que a primera vez había confundido la imagen de rotulación en las paredes por no poner la suficiente atención. Eran ya tres pasillos diferentes y la escuela no era muy grande.

¿Dónde solía meterse el pequeño problema?

Todo eso, paso en el primer día. No lo volví a ver desde entonces, ni el día siguiente, ni el que le siguió.

Fue al cuarto día, cuando, otra vez, pasando por la puerta de la entrada, le vi en el pasillo. A este punto, aunque aún llamaba la atención cada que llegaba, ya la ola de miradas era mucho menor. Como que la gente comenzaba a acostumbrarse lentamente a mi presencia.

Resulta que, a lo que había contado un profesor mientras me presentaba en clase, no suelen llegar personas nuevas. Como había dicho antes, aquí es una comunidad muy pequeña y todos solían conocerse entre sí. Por eso era el que la gente me mirara tanto como si de repente fuera a desatar alguna especie de extraña enfermedad en su pequeña y pacifica comunidad.

Claro que estoy pasando por alto la gran tendencia que fui entre la población femenina estudiantil. Yo era guapo, y era nuevo. La comidilla perfecta para el enjambre de pajaritos que comenzaban a revolotear cada vez más a mi alrededor. Aun así, aquí la gente no era tan lanzada como en la ciudad. Ciertamente, eran más cautelosas, tanto que a veces me hacían sentir de nuevo como un niño de séptimo grado al cual las niñas solamente pueden atinarle a mirar y sonrojarse a la distancia por que se avergüenzan de tener un ''crush''.

No deberían, claro. Y usualmente, secretamente habría amado la atención e importancia que se me estaba dando si no fuera por el claro objetivo en mente. También sabía que era solo cuestión de tiempo para empezar a tener personas invadiendo mi espacio personal. Su manera de tratar gente nueva me pareció como adoptar una mascota en casa. Le das unos días antes de entregarle tu confianza porque estas midiendo el cómo es que se comporta a tu alrededor. Analizas sus acciones, revisas las costumbres y haces notas mentales después de tu análisis para saber cómo tratarle.

Durante esa semana, fui esa mascota de Suwon's High School.

El jueves, Sunoo estaba ahí, de nuevo, donde le vi la ultima vez. Esta vez, ya no me miraba. No tan indiscretamente al menos. No sé si era porque yo también estaba muy al pendiente de su mirada, pero puedo jurar que le sentí regalarme unas cuantas de reojo de vez en cuando.

Estaba con Jungwon, el mismo chico de la vez pasada, a quien solo hasta ese día me había dado el tiempo de apreciarlo bien. Era un poco más alto que Sunoo, con el cabello negro adornándole la frente chocando vagamente con sus ojos, y, Dios, creo que era una cosa en el aire de aquí que podía hacer que las personas lucieran etéreamente diferentes a lo comúnmente conocido. También tenía una forma tan inusual en ellos que inmediatamente transformaban todas sus demás facciones en algo adorable.

Lindo.

Pero no se comparaba con Sunoo.

Nadie lo hacía.

If I Knew [Sunsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora