Espero les guste, chiquis.
-X-
Aemond jamás admitirá que acosaba a Lucerys Velaryon. Pero tampoco admitiría que estaba perdida e irrevocablemente enamorado de su sobrino. Y, en efecto, ambas cosas eran ciertas.
Cuando era pequeño, después de que aquel chiquillo le quitase un ojo, lo único que deseaba era estrangularlo con sus propias manos hasta que la vida le saliese del cuerpo. Soñaba tanto con ellos que, de pronto, veía a Lucerys en todas partes, ya despierto, ya dormido. En ocasiones, incluso mantenía conversaciones con un Lucerys imaginario.
No fue sorpresa cuando ese pasional odio se convirtió en un pasional amor, porque Aemond había decidido que tal como Lucerys lo había marcado, él tenía derecho a marcarlo y reclamarlo como suyo.
Aprovechaba cada oportunidad que tenía para ver al príncipe cuando venía con su madre, de Rocadragón a Desembarco del Rey, y si pasaba mucho entre cada visita, Aemond se ocultaba el cabello plateado y viajaba escondido hasta Rocadragón, con la esperanza de observar a su príncipe. Ver sus rizos castaños lo dejaban completamente ebrio de felicidad y la sola idea de besarlo le paralizaba el corazón. Quería casarse con él, pero sabía que Rhaenyra jamás accedería.
Para la mayoría de la gente resultaba incomprensible el gran amor que la princesa Rhaenyra tenía por su hijo, el príncipe Lucerys, su evidente favorito entre su gigantesca prole: el príncipe Jace era el mayor y, por tanto, el heredero; el príncipe Joffrey no tenía igual con las armas; el príncipe Aegon era audaz y carismático; el príncipe Viserys era listo, más que ninguno, y la princesa Visenya era una dulce y educada niña.
En cambio, el príncipe Lucerys... Nadie sabía muy bien que había de especial en él. No era fuerte, ni especialmente audaz, su talento con las armas era más bien promedio, tampoco era listo en demasía y, por si fuera poco, se mareaba al navegar, cosa muy vergonzosa en el heredero de la Serpiente Marina.
Pero la princesa Rhaenyra lo amaba como a nadie, era su sol, su luna y sus estrellas. Siempre lo abrazaba y le besaba las mejillas, llamándolo «mi dulce muchacho», y además, era raro ver a la princesa sin su hijo, que era su copero. Era común verlos juntos en los jardines y playas, caminando descalzos en la arena, recogiendo flores, comiendo panecillos y postres.
Aemond, en ocasiones, pensaba que era el único que entendía porque su hermana lo amaba tanto. ¿Y cómo no? Lucerys era perfecto, más guapo que todos sus hermanos, más feroz, más pasional. Le molestaba que nadie más viese eso, y al mismo tiempo, le alegraba. Porque Lucerys era solo suyo.
Pero Rhaenyra jamás cedería, así que recurrió al único por encima de su media hermana: el mismísimo rey.
-Padre-dijo Aemond, arrodillándose junto al rey, que trabajaba en su maqueta como de costumbre-. He venido aquí con una petición.
El rey le habría prestado más atención a una rata en la esquina de su habitación. Aemond lo tomo como una señal para continuar.
-Quiero su permiso para casarme con mi sobrino, el príncipe Lucerys.
Su padre alzo la cabeza bruscamente, atento de pronto. La sonrisa que tenía se le esfumo.
-¿Lucerys? ¿Quieres desposar a Lucerys?
Aemond asintió con paciencia.
-Por favor, mi rey. Seré buen esposo y lo cuidare siempre.
Viserys frunció el ceño.
-No estoy seguro de que Rhaenyra apruebe esto. Tampoco Lord Corlys o la Princesa Rhaenys.
-Eres el rey-le recordó Aemond.
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Los Mitos de Lucerys y Aemond - Lucemond.
Fanfic¡Una perspectiva de los mitos de amor griegos más conocidos con Lucerys Velaryon y Aemond Targaryen como protagonistas!