Un poni⁵

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Pff.

¿Qué tan egocéntrico podía ser éste inepto?

Era eso o tal vez se había golpeado la cabeza antes de llegar al gimnasio y ahora tenía amnesia. O quizás sufría de pérdida de memoria a corto plazo como Dory.

— ¡Qué nunca te compraría ropa, mujer! — recitó por milésima vez — Estás mal de la cabeza, no te había visto en todo el día — negó pareciendo decepcionado.

¡Lo único que me faltaba!

— ¡Jungkook! — chillé perdiendo la paciencia a la vez que le tiraba un puñetazo y él lo esquivaba — Maldita sea, es la tercera vez que me ves en el día.

— Sigo diciendo que estás loca — murmuró arrugando la frente — Ve a terapia, me preocupas Hye.

¿Terapia?

— ¿Loca yo?

Le pateé el estómago aprovechando que estaba un poco distraído, quise cantar victoria cuando jadeó y cayó arrodillado. Pero como yo siempre estaba un segundo más rezagada que él, la que quedó tendida en el suelo boca arriba fui yo, cuando hizo una barrida con su pierna y me derribó.

¡Agh! ¿Por qué el idiota no podía darme ventaja aunque fuera una sola vez en su puñetera vida?

— ¡Jungkook, joder! ¿No puedes tomártelo con calma? — cerré los ojos.

— No y ahora defiéndete.

— ¿Eh?

Cuando quise saber a lo que se refería, ya no podía ni moverme. Me había hecho una llave y me mantenía inmóvil en el colchón del ring. Cerré los ojos.

Lo iba a matar, algún día. Lo cortaría en pedacitos y luego me iría de pesca con Jimin y Jiu y usaría su carne como carnada. En realidad seguro esa sería una mala idea. ¿Qué tal y si los peces se envenenavan y después cuando los cocinara y me los comiera me supieran a él?

¡NO! Definitivamente, no.

— Espabila, estás en las nubes — gruñó en mi rostro, abrí los ojos para mirarle.

Si lo observaba así de tan cerca, era más guapo aún. Ay no, ya me encontraba en Jungkooklandia otra vez.

— Choqué contigo fuera del hospital — las líneas de expresión en su cara se marcaron más y entrecerró los ojos — Te diste cuenta que llevaba la misma ropa de ayer, quisiste llevarme de compras y luego acompañarme a la universidad — pude apreciar cómo tensó la mandíbula, ese gesto era digno de apreciar — Después cuando terminaron las clases fuiste a mi universidad, aparcaste esa moto monstruosa tuya y le comiste la boca a tu novia frente a todos. No estoy loca, no.

— ¿Por qué estabas en el hospital? — preguntó dudoso.

— Un problema personal...

— Sí llevabas la misma ropa de ayer entonces pasaste la noche allí. ¿Cierto?

Vaya. Jungkook el adivino.

No respondí, pero al parecer mi silencio le hizo saber lo quería. No me iba a poner a charlar con él sobre mi hermano y lo sucedido, podía pensar lo que quisiera.

— No chocaste conmigo — bufé poniendo los ojos en blanco. ¿Hasta cuándo iba a seguir negándolo, tan mal le caía? — Nunca te llevaría de compras ni te acompañaría a la universidad — alzó una ceja — Y sí aparqué mi moto monstruosa como tú dices y me besé con mi novia, pero tampoco te vi.

No, sí, ahora me llamaban Park HyeMin la invisible.

— Osea niegas todo menos tu moto y tu novia — reí sin gracia.

— ¿Qué te puedo decir? Son mis chicas.

No sabía cuántas veces en el día iba a poner los ojos en blanco, pero en algún momento me quedaría vizca de tanto hacerlo.

— Menudo cabrón.

— Esa boquita sucia — miró directamente hacia allí — ¿Te la tendré que lavar?

— No vas a poner tus sucias manos en mí, Jeon — apreté los dientes.

— Ups, pero parece que lo estoy haciendo.

El malnacido tenía mis manos agarradas por encima de mi cabeza y estaba sentado a horcajadas sobre mí. Cualquiera que nos viera pensaría otra cosa, que en realidad no era y nunca sería.

— ¿Puedes soltarme de una puta vez?

El negó.

— Se dice: ¿Jungkookie puedes soltarme, por favor? — imitó una voz chillona — Sin palabrotas — levanté una ceja.

— ¡Yo no hablo así! ¿Y qué es esa mierda del Jungkookie?

Iba a responderme, lo juro que vi sus intenciones de hacerlo, pero nos tuvieron que interrumpir.

— ¿Ya se van a besar?

Ambos miramos a Jin, nos observaba curioso y con una sonrisita pícara a la vez que bailaba sus cejas de arriba abajo.

¡Qué vergüenza!

— Déjame e intercambiamos lugares porque yo no quiero hacerlo — respondí borde — ¡Coño, ya quítate! — me removí debajo de mi entrenador.

— Yo que tú no haría eso — gruñó y una gota de sudor le bajó desde la frente y muy deliberadamente decidió caer sobre la mía.

Fantástico, ahora hasta tenía sudor del marrano ese en mi cuerpo.

Gracias a todas las deidades, el entrenamiento llegó a su fin y yo pude tomar mi tan preciado baño para poder largarme. No tenía que ir al hospital, pero tenía que ponerme al día con los apuntes y trabajos que habían dejado en clases, pronto se acercaban los parciales y aunque no quería estudiar, tampoco quería reprobar.

— ¿Molesto?

Vociferó mi queridísimo — nótese el sarcasmo — entrenador, apoyando su formidable e inigualable espalda musculosa contra el marco de la puerta del baño de chicas. Su cuerpo era igual de monstruoso que su moto deportiva.

— Me molestas, en general — respondí.

El suspiró.

— Jin solicita tu presencia. Soy simplemente el poni traído aquí para llevarte de vuelta.

Me reí de su metáfora. ¿Se estaba haciendo el chistoso?

— Me cuesta creer que permitas que te monten como a un caballo.

Sus ojos brillaron y me di cuenta de mi metida de pata. La vergüenza me atravesó al interiorizar lo que acababa de decir y de cómo había sonado. Su boca se abrió, pero lancé la mano al aire.

— ¡Cállate, mejor no digas nada!

MERCY +18 // JEON JUNGKOOK; BTS  (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora