5. En el mar

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Roier miró asombrado el paisaje frente a él. ¿Cómo chingados Cellbit había conseguido un lugar así? Toda su vida había vivido en Ciudad Quesadilla y nunca pensó que ese lugar existiera. La arena blanca y las cristalinas aguas, junto con la tranquilidad del ambiente matutino y las pocas personas que habían allí lo hacían un lugar casi de ensueño.

—¿Te gusta?–. Le preguntó el castaño a su lado.

—No mames Cellbit, ¿cómo hiciste para encontrar este lugar? Ni yo viviendo aquí toda mi vida sabía de él –. Roier dejó su mochila en el suelo y se adelantó a la playa, sintiendo el agua fría en sus pies, con la suave arena acariciando su piel.

—¿Pero te gusta o no?–. Cellbit se acercó a él, mirando al horizonte y dejando que el aire meciera su cabello castaño.

Roier lo miró y sonrió divertido. —Quién sabe –. Rió.

Eran apenas las siete de la mañana, no había mucha gente y el clima era agradable, el calor del sol los abrazaba y podían sentir que el suave aire los mecía. Roier sabía que podía acostarse allí mismo y se dormiría en seguida, porque de todos modos, Cellbit lo cuidaría. Miró hacia su derecha y vio al brasileño, tan tranquilo y callado como cuando lo conoció la primera vez, pensando en que se veía genial con esa aura misteriosa que solía rodearlo. Volteó su mirada al frente, irrumpiendo cualquier pensamiento que pudiera tener sobre el brasileño.

—¿Qué quieres hacer primero?–. Le preguntó Cellbit después de algunos minutos de silencio.

—¿Se podía pescar aquí, no? Hagamos eso –.

—¿Tienes tu caña de pescar?–.

Ah.

Roier lo miró por varios segundos sin expresión alguna en silencio, y Cellbit, que no tenía su vista en el castaño, sentía esa mirada perforar el lado izquierdo de su rostro.

—No mames pendejo, ¿si sabes que vas a pescar por qué no traes lo que se necesita? –. Se quejó el ojiazul mientras lo miraba con el ceño fruncido.

—¡Fue sin querer! La dejé en la puerta de mi casa, porque tú, pinche señor desesperado me estabas presionando y se me olvidó agarrarla, ¡solo traje mi mochila con ropa porque ya la tenía colgada, no traje ni de comer! –. Levantó la voz.

—¿Ahora me estás echando la culpa? ¡Yo no te apuré! ¡Sólo te dije que si se nos hacía más tarde nos quedaríamos en el tráfico! –. Cellbit también levantó la voz.

—¿¡Y eso no es apurar?! ¡Chingas a tu madre! ¡Para empezar no sé ni por qué quisiste conmigo! Si hubiera venido yo solo iría a mi ritmo y no se me hubiera olvidado nada –. El castaño se cruzó de brazos.

—Se você tivesse feito isso sozinho, não teria encontrado este lugar, você continuaria procurando–.

Roier iba a responder, más no sabía qué decir, así que solo pudo hacer lo primero que se le ocurrió: lanzarle agua a Cellbit.

—Cala boca puta!–. Roier se acercó al brasileño, empujándolo para que cayera al agua, cosa que logró ya que Cellbit estaba distraído quejándose del agua fría que el castaño ya le había lanzado.

Pero Cellbit no cayó solo, ya que tomó a Roier del brazo en un impulso de sostenerse de algo y ambos cayeron al agua fría, con Roier riendo a carcajadas y Cellbit quejándose.

—Você é um pendejo, um culero, um arrombado filho da puta –. Cellbit lo insultaba mientras tiritaba, ya sentado en la orilla de la playa.

—¿A poco si? –. Roier rió, sentado y tiritando de igual manera. —Tú también, pendejo, a ver si para la otra no apuras a la gente –.

Things To Do [Guapoduo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora