IV

55 6 1
                                    

Sunghoon

|Su rostro era irreconocible debido a los múltiples hematomas y heridas de las cuales chorreaba sangre sin parar. Los sonidos de queja y dolor eran tan débiles que apenas podía escucharlos, pero mis ojos permanecían abiertos ante aquel espectáculo.

El cuerpo agonizante se arrastraba por aquella costosa alfombra dejando manchas de sangre a su paso mientras los azotes que ejecutaba su verdugo se hacían cada vez más agudos y repetitivos, la piel de su espalda se abría con cada feroz latigazo liberando ese oscuro y brillante líquido rojo que empapaba cada parte de su cuerpo.

"Muevete. Muevete. Haz algo"

Aquella voz en mi cabeza me pedía que actuara pero mi cuerpo solo temblaba lleno de temor. Los latidos en mi pecho cada vez dolían más por la velocidad arrasadora en la que resonaban y las lágrimas saladas se deslizaban por mis mejillas sin control alguno, pero mis ojos estaban estáticos, no podía parpadear.

La única persona que quería estaba dejando sus últimas esperanzas de vida en manos de aquel monstruo y yo solo podía mirar, mirar y contener las ganas de querer vomitar hasta mis entrañas.

Todo mi mundo se derrumbó cuando ví a aquel hombre apuntar esa ballesta en la parte trasera de su cráneo, tomándose el tiempo de afinar su puntería y para que yo mirara y procesara la imagen frente a mí. Su rostro ensangrentado y desfigurado se giró en un movimiento lento y tardío en mi dirección, sus ojos me miraban con una melancolía que hizo estremecer cada parte de mi cuerpo.

—N-no... Jungwon —mi voz salió en un hilo; rota, débil y entrecortada, al notar la cruel realidad de aquella escena frente a mi.

—Por favor... no mires.|

En cuanto los ojos de ese niño se cerraron en aquel tortuoso sueño los míos se abrieron llenos de lágrimas y angustia en un nuevo día. Mi respiración estaba agitada, mi corazón estaba a unos cuantos latidos de explotar dentro de mi caja torácica y mi cuerpo temblaba cual hoja de papel. Estaba pasando otra vez.

Desde ese lejano día aquellos sueños parecían no querer soltarme una sola noche y con el paso del tiempo se habían vuelto más vívidos, más realistas, no tenían piedad del débil corazón que luchaba por soportar la carga del dolor que representaban esos sueños. En algún punto había perdido la esperanza de que las pesadillas del pasado se olvidaran de mi y me aferré a la posibilidad de que en cualquier momento mi corazón no aguantaría más y simplemente se detendría, cansado de una vida de llena tormentos, pero eso no sucedía por más que lo deseara.

Patético corazón, si estás tan jodido... ¿Por qué no solo te mueres y ya?

Hice a un lado las sábanas que me cubrían y con dificultad me senté al borde de la cama. El sudor caía por mi frente y mis manos empezaron a temblar con mayor intensidad en cuanto una punzada me atravesó el pecho, haciéndome soltar un quejido de dolor. Llevé una mano al centro de este sintiendo como mi corazón latía enfurecido. A esas alturas ya no podía siquiera escuchar nada que no fueran las constantes repeticiones de mi pulso cardíaco y mis ojos empezaban a voltearse en contra de mi voluntad, limitando mi campo visual a simples formas borrosas sin sentido alguno.

Realmente creí que perdería el conocimiento en ese momento pero con el poco razonamiento que me quedaba logré sentir unas grandes manos que dejaban palmadas en mis mejillas.

El modista privado del duque - Sunsun [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora