V

78 8 1
                                    

Habían dos cosas que el duque odiaba más que nada: los nobles y la buena memoria que tenía.

Recordaba cada segundo vivido de forma nítida; los colores, los olores, las sensaciones. Recordaba su niñez, su adolescencia y hasta su primer día siendo duque. Por esta razón, mirar el rostro frente a él y recordarlo lleno de sangre y con una mirada vacía no le sorprendió mucho. Lo único que le sorprendió fue lo diferente que lucía.

En su memoria no era más que un muchacho igual que él; más delgado, cabellos un poco más cortos y su estatura era más baja. Era de noche, por ende no recordaba si sus ojos brillaban en ese intenso color ámbar como lo hacían en ese momento, solo podía recordar su rostro, manos y ropas ensangrentados, y esa mirada de indiferencia que en aquel entonces le produjo una sensación que hasta esa fecha no podía descifrar.

Si realmente era ese chico de sus recuerdos entonces tenía una historia bastante interesante, una historia que él se encargaría de averiguar.

¿Realmente es él?

No dejaba de hacerse esa pregunta en sus pensamientos mientras lo observaba con una diminuta sonrisa.

Tal vez estaba alucinando como el jodido loco que era pero esa sensación de haberlo visto antes mezclada a los recuerdos de aquel chico eran más fuertes de lo que él podía controlar.

-Yo... -habló el castaño bajando el rostro, el enojo empezaba a plasmarse en sus expresiones -di mi palabra, excelencia, prometí que no diría nada. No entiendo porqué me trajo hasta aquí.

Toda esa situación le parecía absurda. Él no tenía que mostrar vergüenza o culpa, vió todo eso por accidente, no tenía que pagar por algo que no sabía que sucedería.

-¿Crees que me basta la palabra de un plebeyo? -dijo con voz arrogante el duque, dándole la espalda para empezar a caminar devuelta a su escritorio -Mientras Fiorella estén en Londres yo me encargaré de que no salga una sola palabra de tu boca, -se sentó en el sillón detrás del escritorio y recorrió con la mirada al hombre que caminaba confundido hasta quedar unos metros frente a él -te quedarás aquí hasta que ella vuelva a su tierra.

Kim Sunoo respiró profundo, el enojo que sentía lo hacía querer aventar ese escritorio, tomar sus maletas e irse sin más, pero sabía que debía controlar sus expresiones, aunque no estaba seguro de si lo estaba haciendo bien del todo.

-¿Por cuánto tiempo será eso, mi señor? -preguntó tratando de sonar lo más calmado posible.

-Un mes.

-¿Un mes? -la pregunta salió instantáneamente de su boca.

Notó la expresión poco amigable del duque y bajó el rostro aparentando los labios.

-No puedo quedarme por tanto tiempo, excelencia. -habló luego de unos segundos, mirando al pelinegro con un fingido rostro de súplica -Tengo que tratar asuntos importantes y no puedo postergarlos, mi señor.

-¿Que tipo de asuntos? -preguntó recostando su espalda en el acolchado sillón.

Su túnica fue resbalando por su hombro debido a lo mal ajustado que estaba el cinturón y el castaño no pudo evitar desvíar su atención hacia su piel descubierta. Su piel era increíblemente pálida y se notaba que sus brazos estaban bien formados. Le parecía un noble bastante descuidado e imprudente, prácticamente lo recibió y atendió estando semidesnudo y esto parecía no importarle en lo absoluto.

Centró su atención en el rostro espectante del duque cuando se dió cuenta que empezaba a divagar en sus pensamientos y se aclaró la garganta antes de responder:

-Son asuntos de carácter personal.

Lo último que haría sería darle detalles de su vida privada a ese hombre.

El modista privado del duque - Sunsun [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora