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"Bajan, el día es vidrio sin sol

Bajan, la noche te oculta la voz

Y además vos querés sol 

Despacio también podés hallar la luna".

Cuidado― Gavin le advirtió a Richard, cuando le extendió su mano para ayudarlo a subir al tejado. ―Es resbaloso y hasta donde sé, no tienes alas, si caes de esta altura morirás.

Richard se burló, ―Que confortante...―, estrecho la mano de Gavin, usando la otra para impulsarse y subir finalmente. ―Bien, ya estamos aquí― Richard miró las pocas estrellas que quedaban en el cielo con la llegada del amanecer, ―¿Qué querías mostrarme?

―Magia.

―¿Magia...?―, repitió, con una expresión incrédula.

Gavin asintió, ―Si, pero aún no es el momento... y...―, apoyó sus manos en los hombros de Richard y ejerció fuerza hacia abajo, ―Siéntate, sé que te gustan dar saltos de fe.

―Fue una sola vez, además... estaba intentando escapar de ti, hombre salvaje― Richard se sentó sobre las tejas.

Gavin se quedó en silencio, sus ojos se perdieron el horizonte donde el sol despertaba con una danza de fuegos en movimiento. Richard temió haber ofendido a aquel hombre, por lo que solo observo su rostro. De repente, y para su sorpresa, Gavin alzó sus manos al cielo, trazando con ellas un círculo alrededor del sol naciente.

Sus manos, una debajo de la otra en espejo, atraían la mirada de Richard, y entre sus dedos, algunos rayos se escapaban. Gavin finalmente cerró sus manos, se alzó y se colocó frente a Richard. Su figura se pintaba con los tonos cálidos del naranja y el amarillo, mientras el sol desaparecía detrás suyo. Por un instante, Richard sintió que el sol se escondía en ese hombre frente a él.

―Di mi nombreGavin ordenó, fijando sus ojos en los de Richard. ―Di mi nombre, Richard.

Él con escalofríos recorriendo en su piel, respondió: ―Gavin―, lo nombró, completamente absortó en sus pupilas.

Gavin, entonces, sonrió. Abrió sus manos, revelando un pequeño objeto circular dorado con la forma de un sol. ―Este es el sol―, explicó, Richard bajo su mirada a sus manos, ―Y ahora... es tuyo.

Que chamuyero.

Richard se quedó quieto, mirando el sol de oro, luego a Gavin y así. No tenía una expresión en su rostro, no de amor por lo menos. Era más bien, sorpresa, confusión, ―Puedo ver el sol desde aquí, sé que esta a tus espaldas. Gavin se rio de la respuesta. Richard no era un hombre de corazón; la mayoría del tiempo, sino siempre, sus decisiones y acciones las hacía su cabeza...

Gavin sabía que no le daría a Richard lo que quería. Porque, incluso si Gavin le daba Dios, Richard siempre querría más. Tanto así, que cuando se puso de pie, enfrentando a Gavin e inclinando su cabeza para mirarlo, él dejó una caricia fría en el rostro del hombre bajo.

―Oh, Gavin... ¿Qué fue lo que me hiciste?

Te di un té de mi ropa interior―, le saco la lengua, sonriendo.

...

―Entonces, crees: en el sol, la luna, la unión de almas y...― Richard contó con los dedos, mirando los dibujos de Gavin sobre la mesa en el sótano del grupo Jericho, ―¿En la reencarnación?

Forever and ever moreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora