Entonces llegó la hora.
La llave de la veracidad abrió las cerraduras de las pesadas cadenas.
Se expulsó de entre sus labios un quejido de dolor pero decidió aguantar la bestia que había liberado.
La ferocidad se acarició la garganta que hace minutos era prisionera.
Y habló, los silenciosos crujidos del corazón de su liberador se quedaron en su mente.
Recordando sus errores.
Pero ya la bestia era libre.
De todas sus mentiras.
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Musas en mi alma
PuisiColección de escritos completamente randoms. Ni yo misma se que es. No está tan bueno la verdad.