Quédate

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Cuando volvió a abrir los ojos, no estaba tirado en la montaña. No sabía la hora, ni si era de día o de noche y mucho menos donde estaba. Un montón de información empezó a llenar su cerebro, los Seis ojos comenzaron a detallar todo lo que veía y sintió que le iba a explotar la cabeza. No era nuevo, cuando llevaba mucho tiempo usando aquella técnica maldita, ni la técnica de maldición reversa le salvaba de sobreestimularse con todo lo que podía ver. Sin embargo, al ser de manera inesperada, podía llegar hasta a desmayarse. Solía describirlo como "un susto demasiado fuerte". Esta era una de las razones por la que dejó de usar las gafas en el trabajo, era muy fácil que se le cayeran o se las quitaran sin estar preparado para ver aquellos colores y detalles en el mundo. Aún así, era peor cuando le ocurría al despertarse - si se movía mucho durmiendo la venda a veces amanecía en el suelo -, como en aquel momento. Eso sumado a que su cuerpo se sentía como si lo hubiesen aplastado, vuelto a recomponerlo, desmembrado y unido para luego volver a aplastarlo y recomponerlo por varias veces, no pudo evitar retorcerse sobre sí mismo cubriéndose la cara mientras clavaba sus uñas como si fuera a arrancarse los ojos.

"¡Eh, eh! Para, no hagas eso!" La voz de una mujer, no, una niña, le volvió a la realidad. Sabía que estaba ahí -y que varias personas habían estado a su alrededor, incluso tocandole- pero aun no había procesado toda la información que tenía por lo que seguía sin saber qué demonios pasaba ni dónde estaba.

No abandonó la postura, a pesar de que le dolía todo su ser, pero comenzó a respirar hondo para intentar tranquilizarse. Inspirar diez segundos, aguantar 5, soltar otros diez y aguantar cinco. Otra vez, inspirar por diez segundos, aguantar cinco ¿o eran cuatro? No, ahora eso no importaba. Inspira, aguanta, suelta, aguanta. Más lento, mierda. Inspira, suelta, inspira, aguanta....

"Vamos, coge aire. Uno, dos, tres..." Era él. No supo en qué momento había vuelto a aparecer Suguru -igual estaba muy ocupado teniendo un ataque de pánico- pero no importaba. Una de sus manos acarició la cabeza del albino y la dejó sobre su hombro. Aquel gesto fue lo más reconfortante que había sentido hacía mucho y no pudo evitar que se le llenaran los ojos de lágrimas, aliviando el ardor que tenían. "Aguanta el aire cinco segundos" Ah, eran cinco. "Venga, sueltalos conmigo." La voz de Geto siempre había sido suave, y él siempre le había ayudado en momentos así, pero en aquel momento le causó especial impacto.

"J-joder" Fue lo primero que pudo murmurar. Apartó las manos, que aún le temblaban, una vez se había desecho de las lágrimas. Nunca le gustó que la gente le viese llorar, y menos él. Se incorporó apretando los dientes para no soltar ningún quejido. El pelinegro apartó su mano, pero no su cuerpo, por lo que estaba de rodillas en el suelo inclinado sobre la cama en la que estaba acostado el poderoso hechicero. Ambos se miraron, sabiendo que compartían una expresión falsa. Suguru sonreía tranquilo, pero no estaba tranquilo sino extremadamente preocupado. Y la razón de su preocupación mantenía el ceño fruncido con furia, pero estaba acojonado. Quería preparar un ataque, por si acaso, pero en aquel estado no podía ni crear su usual barrera. Era la primera vez que estaba desprotegido por esta desde que logró perfeccionar su técnica.

Aprovechó aquel instante de duda para gestionar la información que tenía. Estaba en una habitación decorada como las antiguas casas de Japón, y estaba en dicho país. Bien. La energía maldita que notaba a su alrededor, la que le había tocado y estado cerca, era de Geto Suguru. Bien... No, ya no era su mejor amigo. Ay. La otra energía restante era de la niña que había estado y la otra era similar. Además, se había mantenido a más de tres metros de distancia. Interesante. Era de noche. Mierda, ya debería haber regresado o dado alguna señal de vida. Estaba en una especie de templo bastante alejado de la ciudad tanto como para no sentirla-. Más mierda.

La situación no dejaba muchas dudas, lo habían salvado de la maldición para secuestrar aprovechando su estado. Bueno, ya había salido de situaciones peores, y nada más recuperar algo de fuerzas, reventaría el templo para llegar a Tokyo en menos de los que canta un gallo. Eso si le dejaban vivir lo suficiente como para recuperarse, pero sino estaría muerto y ya todo daría igual. Ah, y cuando llegase probablemente Yaga le daría la charla más aburrida de su vida. Mejor que le maten ellos que morirse de aburrimiento.

Motion Sickness (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora