5. Imprudencias

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Marlene

—¡Marle!

El grito de mi amigo provocó que llevara la vista hacia donde estaba. Luan tenía una botella en manos, a su lado se encontraban una pareja que bailaba y un chico más.

Avancé deprisa, aunque miraba para atrás de vez en cuando.

—¿Dónde te habías metido? —preguntó cuando me acerqué lo suficiente.

—Por ahí.

—Ellos son Jonathan y Cari —me presentó a la pareja. Los había visto en la universidad.

La chica era de estatura mediana, el pelo largo negro con rayitos rojizos. Estaba disfrazada de lady Boop. Su novio tenía el cabello rubio, peinado a los lados, y vestía como un personaje de anime.

—Y este es Cristian.

Oh, ese chico. Llevaba la cabeza rapada, sus ojos eran de un verde oliva hermoso. No estaba disfrazado como los demás, solo vestía un pantalón jean y chaqueta negra.

—Un gusto conocerte, Marle —saludó con voz grave.

Los demás también me hablaron, pero me sentí extraña porque Cristian no dejaba de observarme. Eso fue solo al principio, media hora después me uní a ellos y disfrutamos de la noche.

Salimos del parque y nos dirigimos a un restaurante de comida rápida. Ya era muy tarde, así que nos tuvimos que conformar con unas hamburguesas.

—Yo digo que vayamos a la playa —propuso Cari. Su novio asintió en acuerdo.

—¿A esta hora? —pregunté, alarmada, y todos pusieron los ojos sobre mí.

—¿Cuántos años tienes? —inquirió Cristian con interés.

—No es eso —defendió mi amigo—. Marle no está acostumbrada a amanecer fuera de casa.

Mi cara debió ser un poema. Nunca me pasó por la mente que se referían a quedarse hasta la mañana en ese lugar. A pesar de que era mayor de edad, me sentía como una nena y la manera en que me miraron no ayudó.

—Siempre hay una primera vez para todo —dijo Cristian mientras tomaba de la botella de cerveza.

—Muchas gracias por la invitación, pero esta vez paso.

La pareja empezó a reír. Luan se quedó serio, después me hizo una seña que denotaba «no te preocupes».

A los minutos, el tema sobre mí se esfumó y, entre risas, comimos lo que compramos. Cristian sacó algunos cigarros, pero todo cambió cuando nos ofreció yerba. Nunca en mi vida había consumido, y no quería parecer una mojigata.

Probé un poco, lo que dio paso a que tosiera como si mi vida acabaría en ese instante. Una evidencia de que era una novata.

Esa noche cometí más imprudencias de lo que lo había hecho en toda mi vida. No obstante, la mayor de ellas fue haberle escrito a Nic:

[Helloooo].

La cabeza me daba vueltas y el vaivén del auto de Luan lo empeoró. Iba en el asiento trasero junto a la pareja que se estaban comiendo la boca y algo más a mi lado. Cristian estaba de copiloto.

[¿Por qué no me respondeees, Nic? Quiero saber quién eres].

No hubo ninguna respuesta y, en vez de dejar las cosas así, seguí probando mi suerte:

[Hay algo que no debes saber, es un secreto].

En ese punto, reía como una desquiciada. La vista se me había nublado, los ojos me lagrimeaban. Sin embargo, nada evitó que siguiera arruinando mi vida con el último mensaje que envié antes de desmayarme:

Aquel Octubre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora