1. Octubre, ¿dulce o truco?

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Marlene

Y ahora, para seguir celebrando el día del amor y la amistad, escucharemos las anécdotas de personas que han encontrado su romance...

Apagué la radio con hastío, y recargué la cabeza del volante por unos segundos, antes de salir del auto. Me estaba dando tiempo para asimilar lo que soportaría, además del examen que debía enfrentar.

Solo bastó unos cuantos pasos por la entrada de la universidad para que todo se pintara de rojo. Los alumnos y maestros se tomaron muy en serio la temática, hasta pude jurar que se sentía una vibra diferente en el ambiente.

Como no, se celebraba San Valentín. Una mueca de asco ligado con tristeza se dibujó en mi rostro. Los recuerdos de los acontecimientos de los últimos meses me llenaron la cabeza.

No me gustaba el día de los enamorados.

No siempre fue así. De hecho, yo era una de las que hubiese estado danzando en el aire con un vestido carmesí y stickers en forma de corazones.

Mi mal genio tenía nombre y apellido.

Todo empezó a principios de octubre del año pasado cuando mi mejor amigo y yo nos perdimos en el centro de la ciudad. Buscábamos un bar que vimos por internet.

—Marle, te dije que siguieras el mapa —dijo mientras mantenía la vista fija en la pantalla del celular.

Puse los ojos en blanco ante el regaño y me detuve frente a una edificación a medio construir. Era un tipo de circo, de esos movibles.

—Mira, se ve interesante —señalé.

—Es por Halloween, escuché que lo traen todos los años.

Asentí a lo que había dicho y seguí manejando. No le tomé importancia, nunca me llamó la atención el terror ni nada parecido.

Eso cambió cuando, noches después, mi amigo me pidió que lo acompañara. Era la inauguración, según él, y mencionó las atracciones que había disponible.

—Quiero entrar a la casa de terror, después navegar por el lago de sangre...

—¿Lago de sangre! —pregunté horrorizada.

—Es artificial, Marle —aclaró, obvio.

—Solo puedo quedarme un ratito.

—Ah, ya di que eres una miedosa —se burló.

La realidad es que era eso, pero no tenía por qué decirlo en voz alta.

Luan tardó más de lo debido buscando un parqueo, ya que la ciudad estaba hecha un caos. La gente se había volcado al parque temático de una manera sorprendente.

Después de muchos corajes, y de que mi amigo casi se pelee con una doñita, encontramos dónde aparcar el vehículo.

—Mira eso —dijo ensimismado sin quitar la mirada de la entrada.

Las decoraciones eran alucinantes, daba la sensación de que nos introducíamos a un cementerio. El camino por donde debíamos pasar estaba en penumbras, lleno de telarañas y muñecos terroríficos que parecían reales. Había disfraces muy originales.

—No está nada mal —reconocí, lo que provocó que Luan estallara en carcajadas.

Los sonidos eran espeluznantes, gritos y aullidos. Además de una música de fondo acorde a la temática.

—¡Voy a comprar algo, ya vengo! —gritó mi amigo al tiempo que se alejaba. 

Quise negarme, pero él ya se había marchado. Tuve la sensación de que solo se deshizo de mí para disfrutar más del parque. No lo podía juzgar, yo era la aguafiestas de los dos.

No avancé mucho, me dio miedo perderme. Miré alrededor, cómo todo fluía a su ritmo y me sentí fuera de lugar. Estaba aterrada, era casi seguro de que no iba a poder dormir bien esa noche.

«Solo son personas disfrazadas», me dije.

Di pasos lentos, en medio del alboroto y el entusiasmo de los demás. Estaba desorientada y no ayudaba las máscaras ni muñecos que salían de la nada.

Me paralicé cuando algo se deslizó muy cerca de donde estaba. Las chispas que salieron me hicieron gritar, aunque hice silencio al momento en que escuché las risas de las personas.

—¿Dulce o truco? —dijo el responsable con una voz profunda.

—¡Monsboy! —vociferaron unas chicas, eufóricas.

El corazón me latía desenfrenado y las manos me temblaban debido al susto. Aun así, llevé la vista hacia él.

Un chico altísimo tenía la cara pintada en blanco y negro, simulando un tipo de mimo terrorífico. Patinaba en los alrededores, deslizándose de forma inesperada cerca de las personas para asustarlas.

Tragué saliva, y tuve que desviar la mirada por la vergüenza.

Siguió en su labor, esa vez persiguiendo un grupo de niñas. Solo así pude atreverme a mirarlo de nuevo. Una mata de pelo negro ondulado enmarcaba su rostro y aprecié la tinta que salpicaba sus brazos fuertes.

Llamaba mucho la atención por lo atractivo que era, aun si no se distinguía su rostro.

—¡Marle! Aquí estás.

Luan me agarró de un brazo y me guió al otro extremo del parque.

—¿Dónde estabas? —pregunté a modo de reproche.

—En la casa del terror, Marle. Fue una experiencia maravillosa —habló entre risas—. ¿Y tú? ¿No me digas que te quedaste ahí mismo?

—Sí, vi algo.

—¿Qué cosa? Aquí hay de todo.

No pude responderle, porque estaba ida aún.

—Ay, perdóname. No debí traerte, te prometo que no te invitaré otra vez.

Lo miré, espantada. ¿Cómo le iba a decir que sí quería regresar?

—Está bien, siento que me está gustando...

El grito que emitió Luan no permitió que terminara la oración. El chico se movía alrededor de nosotros, pero noté que su mirada estaba puesta sobre mí.

—No das miedo, solo es la sorpresa —le recriminó mi amigo.

Una sonrisa macabra adornó el rostro del chico antes de que se alejara de nosotros. Sin embargo, no apartó la vista en ningún momento.

Sonreí como boba a medida que patinaba hacia el otro extremo del parque.

—¿Qué te sucede, Marle? Te quedaste tiesa.

—Nada —respondí entre risitas—. Me gustaría volver de nuevo.

—¿Qué...?

—Mañana podría ser.

Mi amigo me miró, ceñudo, pero una sonrisa pícara se le formó en los labios.

—¿Te gustó el Monsboy? —preguntó entre asombrado y juguetón.

—Me parece interesante.

—Estás loca —dijo y me agarró del brazo—. Mejor vamos a buscar algo de comer.

Me dejé llevar, aunque miraba a todos lados con la esperanza de ver otra vez al chico alto.

*:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧ Fin de capítulo.

Espero que les haya gustado. ❤️

Aquel Octubre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora