Camino desganada por las calles de un pueblo que ya tengo más que visto, cargando con tres kilos de libros a la espalda y empezando a lamentar las escasas tres horas de sueño que he aprovechado esta noche.
Llego al instituto y entro en mi aula, donde me espera la única persona que verdaderamente me conoce a mi y a cada una de mis insoportables manías.
- Ellie, ¿tienes los deberes de biología?- Me pregunta Leila.
Le paso la libreta y me siento.
Cojo de la mochila el libro de lengua y los folios donde tengo el trabajo casi acabado. Escribo los últimos tres párrafos de mi redacción y firmo con un simple "Elizabeth Henson García".
Mi mejor amiga se acerca a mi y deja la libreta de bio sobre la mesa.
- Gracias.- Y deposita un rápido beso en mi mejilla derecha.
Se sienta a mi lado y juntas vemos como la gente va entrando y sentándose en sus respectivos sitios.
Entonces entra él, Jesús camina seguro por la clase hasta llegar a su pupitre; tercera fila, cuarta mesa empezando por la derecha. Deja sus cosas y se acerca al final del aula, donde no me hace falta mirar para saber que se encuentran Sofía, David, Carla, Ana María, Javi y Dani.
Escucho un sonoro beso que parece venir de allí, me giro para comprobar si estaba en lo cierta y así es, los brazos de Sofía rodean el cuello de Jesús mientras este deja que la lagarta cubra su suave mejilla de besos. Bueno la verdad es que no se si será tan suave como parece. Ellie por favor deja de pensar en esa estupidez.
Me vuelvo hacia la pizarra y Leila me mira divertida.
- Que, ¿no estas de acuerdo con la elección de Sofía para la nueva "presa de la semana"?
- Hay que admitir que tiene buen gusto.- Comento siguiéndole el rollo a mi amiga.
La profesora de biología entra y todos se sientan, durante la clase veo como la lagarta le pasa innumerables notitas a uno de los gemelos Oviedo a las que él no duda en atender. Por Dios Jesús, ¿como has podido caer tan bajo?
El día pasa rápido, dentro de lo que cabe, y Leila y yo volvemos a casa junto al hermano pequeño de esta, siguiendo así la rutina de siempre.
Una vez nuestros caminos se separan saco el móvil del bolsillo para entretenerme con algo. Mientras cotilleo en instagram una llamada entrante me interrumpe.
- ¿Sí?- Digo al segundo de descolgar.
- Elizabeth no entiendo matemáticas, ¿tú te has enterado de algo?- Dice Dani al otro lado de la línea.
- ¿Horas extra? Quedamos en que las clases serían los martes y los jueves.
- El examen es mañana, por favor Elizabeth, te necesito.
- En mi casa a la hora de siempre.
- No, en la mía.
- Dani, yo también tengo vida.
- Venga, hazme el favor, te pagaré más a final de mes.
- No, eso tenlo seguro, la clase me la pagas.
Escucho como ríe.
- Bueno pues en mi casa a las cinco y treinta y cinco.- Dice.
Suelto un bufido y cuelgo.
Desde noviembre doy clases particulares a Dani para ganarme algo de dinero y de paso alegrarme la vista cuando veo pasear a su hermano por el salón, pero con el malestar que tengo en el cuerpo después de lo de hoy lo que menos me apetece es verle la cara.
Meto la llave de mi casa en la cerradura, abro y entro.
Dejo la mochila en la entrada y en ese momento me doy cuenta de que mis hermanos han llegado ya que me encuentro con las suyas también tiradas en el suelo. Me acerco a la cocina y veo que por mucho que hayan llegado a casa a ninguno de los dos se les ha ocurrido preparar la comida. Kelsey, mi hermana mayor, con la que apenas me llevo dos años aparece en la cocina y me dedica una de sus amplias sonrisas.
- ¿Qué hay para comer?- Me pregunta al verme sacar los diferentes ingredientes para preparar la pasta que siempre nos saca de apuros.
- ¿Tú que crees? Anda ayúdame.- Digo, aún que dudo que lo haga.
Mi hermana, a sus dieciocho años, es la persona con más flojera que conozco.
- Liz, acabo de llegar de la uni, por favor no me hagas esto.
- Y yo del instituto.- Digo obvia.
- La universidad es más dura. - ¡Pero si te saltas la mitad de la clases!Le miro sería y me saca la lengua.
- Voy a decirle a Justin que te ayude.- Dice yendo a las escaleras. - ¡Serás vaga!- Le grito para que me oiga y no puedo evitar sonreír al escuchar su fuerte carcajada.
Mi relación con mis hermanos se podría decir que es buena. Buenísima.
A pesar de la diferencia de edad, sobretodo con mi hermano de veintiún años, al cual escucho bajar las escaleras, entra en la cocina y después de posar un beso en mi cabeza se lava las manos.
- Bueno, ¿en que puedo ayudarte?- Dice sonriente.